Una hora más tarde, Lí-Sellers y yo estábamos compartiendo una taza de Twinings en el salón. Él se había sentado en el sillón continuo a mí. Desde que nos habíamos levantado del suelo, no me había vuelto a tocar. Eso sí, nos pegamos un buen lote durante largo rato antes de ponernos en pie. Luego, cuando se hubo disipado el efecto de la rosa, me ofreció una taza de té y la acepté. Mientras preparaba la tetera, absorbí la imagen de su cuerpo moviéndose, perezoso y obligado, aún víctima de la sustancia. No me miró ni una sola vez, ni siquiera cuando me preguntó si quería azúcar o miel.
—Solo —le había dicho, y él había asentido. Había cogido todo su kit de té y lo había llevado hasta el salón, sin invitarme a seguirle. Igualmente lo había hecho. Lo mantuve bajo mi vigilancia hasta que se sentó y se rellenó la tacita de porcelana. Al ver que no se había sentado en un sitio con más plazas, entendí que no era bienvenida a su lado.
Compartimos largas miradas en silencio, sorbiendo de nuestras tazas, retando al otro a iniciar la conversación, a tocar el tema de que nos habíamos devorado la boca hacía solo un rato.
Sabía que él no estaba seguro de cómo mencionarlo. Pero sí sabía lo que quería a partir de ahora, solo que no lo compartiría conmigo hasta saber cuál sería mi siguiente movimiento.
Escuchamos el rugido del motor de un coche acercándose. Su rostro se giró de inmediato hacia la ventana. Dejé la tacita de té sobre la mesa y me aproximé al cristal.
Se trataba de un coche gris de lujo.
—Los Caldwell han venido a reclamar su propiedad —dije, al verlos bajar del vehículo con aires de superioridad. Edward, de vestimenta simple pero color de luto, se unió a ellos. El corazón se me retorció dentro de la caja oscura que era mi pecho. Se le veía desgastado, con el sufrimiento marcado en la cara. Me llevé la mano al pecho, imaginando qué sería de mí si permitiera que un sentimiento así de grande me dominara por completo. ¿Cómo podía un ser humano aceptar el dolor tan profundo de la muerte? ¿Por qué se permitiría llorar y sufrir?
Sentí el calor del director detrás de mí. Mi espalda se arqueó al sentir su toque, pero sus manos no me buscaron. No como antes. Incluso me atreví a frotar un poco el culo, a ver si encontraba premio. Nada. Lí-Sellers tenía el purro robótico, encendido y apagado a su libre albedrío. Tendríamos que trabajar en eso.
Diez segundos más tarde, el timbre de la puerta estaba sonando.
Me giré y alcé la mirada hasta Lí. Él me miró desde su altura sin inclinar la cabeza. No estaba nervioso. No estaba inseguro. No tenía miedo de que yo le fuera a delatar. ¿Hacía bien confiando en mí de esa manera? Acababa de contaminarle la sangre cual cloaca química y no se inmutaba ante el peligro latente de los abuelos de la menor de edad a la que no hacía más de una hora que había lengüeteado.
Sin dejar de mirarme, se aproximó a la puerta, y solo hasta que estuvo abierta, miró a los recién llegados. La primera en entrar fue Claire, pavoneándose como si aquella casa estuviera hecha con alguno de sus donativos. Mew la siguió, cabizbajo. Hipócritas, ni les dolía la muerte de Stone ni temían por la de su unigénita.
Edward apareció poco después. Se atrevió a mirarme, como esperando algo. Lo único que podía ofrecerle en aquel momento era una patada en las cerezas. No merecía menos después de las puñaladas que había recibido de su parte.
—¿Cómo te sientes? —me preguntó en un hilo de voz.
Negué con la cabeza.
—¿Cómo te sientes tú? —le dije en tono amargo.
Sus labios se unieron entre sí, palideciendo.
Entrecerré los ojos. Su numerito se había quedado atrapado en mis amígdalas, y de ahí no pasaría.
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3. MALA JANE (Abi Lí) [EDITANDO]
Roman pour Adolescents[VERSIÓN EDITADA Y EXTENDIDA DE MALA JANE, DE HARRY STYLES, (POR AUTORA ORIGINAL) DE 2012-2013] Si Jane y Edward quieren gozar de la jugosa fortuna de sus padres tienen que seguir la única condición que éstos les han impuesto: abstenerse de reclamar...