Capítulo 1

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¿Sabes qué es lo peor de apellidarse Stone? Que tienes que estar esperando una eternidad a que llamen tu nombre al escenario. Apenas iban por la H y yo ya estaba a punto de quedarme dormida. En momentos como ése solo puedo pensar en cómo demonios hay desempleo si estudia tanta gente. Ah, sí, Elvis nunca fue a la universidad y se siguen vendiendo sus mocos.

Me recosté en el asiento, consciente de que me esperaba un largo trayecto después de salir de aquí. Papá quería que estudiara idiomas en la universidad, como había hecho él. Pero sus intenciones claramente no se parecían a las mías. Hombre, no es que me interese saber chino para que una drogadicta de Beijing se aloje en mi internado. Es cierto que las múltiples lenguas que logró aprender beneficiaron mucho a la cadena de reformatorios, amplificando tanto sus ingresos como la oferta. Qué emocionante, ¿no, saber que tus castillos de Mario Bros. están repletos de dementes de todo el mundo? Rara vez se me veía por ahí, porque hubiera sido ilógico. Hassan Stone, el director general de los Internados Stone, tenía una hija rebelde. Educaba locas, pero a la vez criaba a una. Ah, y no olvidemos también que se casó con una.

Pero yo no era como mi madre. Odiaba cuando alguien se atrevía a compararnos. Es cierto que por sus alcoholizadas venas corre el gen mal, y que la muy solidaria me lo heredó con mucho gusto. Pero mi propia sangre, oscura y amarga, se dedicó a modificar el ADN, convirtiéndolo en algo más explosivo y único.

Todas estas estupideces pasaron por mi cabeza mientras esperaba a que llamaran mi nombre. Me giré para ver al chico de cabello castaño y alborotado, ojos verdes brillantes, pómulos tan prominentes que parecían implantes y sonrisa de subnormal que tenía al lado. Se inclinó hacia mí sin apartar la vista de la directora Grant que chillaba nombres tras su podio.

—No aprobarás —me susurró con una sonrisa.

—Es tu puta madre quien no aprobará —le respondí con la mandíbula apretada.

No hizo más que mostrarme los dientes.

—Si saben que tienen la misma madre, ¿verdad? —nos preguntó la chica que teníamos detrás.

Quise fingir que no la había escuchado. Nada más me faltaba escuchar la voz de Arielle en momentos como ése. Cuando vi que los ojos de mi hermano se giraban hacia ella, cogí su mano y acomodé mi cabeza en su hombro.

—No —le contesté a Arielle, dándole la espalda. No me importaba si escuchaba o no. Aunque le hubiera agradecido infinitamente que se esfumara. ¿Es que no nos podía dejar en paz en ningún momento del día?—. Él nació de una mutación genética. Un chupacabras violó a Chewbacca y ¡voilá!: Bienvenido al mundo, Edward.

—Ya quiero alejarme de ti —renegó él, soltándome la mano.

Alcé la vista hacia su rostro y le lamí la oreja. Él se apartó con un gruñido.

—Te seguiré hasta el infierno, hermano.

Gracias al cielo, Arielle se limitó a soltar una risita y callar. Me pregunté cómo había llegado a parar detrás de nosotros. Estiré el cuello para poder ver sobre las cabezas de todos los graduados; a una distancia considerable se encontraban los familiares. Hassan Stone, un hombre de cuarenta años que parecía la versión masculina del chico que tenía al lado, atendía a las presentaciones de cada titulado y aplaudía con el mismo fervor a cada chico o chica que subía al escenario a recibir su diploma. A su lado estaba Blake Caldwell, y un agente de seguridad hablaba con ella. Me pregunté si la botella de whisky que tenía medio vacía entre las manos tenía algo que ver.

—Chicos, ¿quieren ver mi vestido? —preguntó Arielle, inclinada hacia nosotros.

Estaba a punto de decirle que no había nada que me importara menos que lo que llevara puesto debajo de la toga, pero a Edward se le ocurrió responder.

3. MALA JANE (Abi Lí) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora