—Si tu padre se enterara de tus intenciones, vendría a buscarte en un parpadeo —me dijo Elizabeth, mientras andábamos por la acera.
Me apresuré para alcanzarle el paso.
—Lo sé, ¿no? Estaría muy decepcionado de ti. ¿Sabes lo que me dijo? Que estaba seguro de que tú encontrarías lo bueno que hay en mí. ¿Te lo puedes creer? Claramente no te conoce, ni ha recorrido los milímetros de tu paciencia, como yo lo he hecho en menos de dos días.
—No me refiero a tu comportamiento, sino a tus planes de tener sexo con alguien sin siquiera conocerle. ¿Lo haces a menudo? —No me dedicaba el placer de su mirada, más bien apartaba el rostro, dificultando mi capacidad para escucharla. Adoraba mis conversaciones con Liz; eran burbujeantes. Nunca me había tomado la libertad de ser mi verdadero yo con nadie, de liberarme y mostrar mis rincones más sucios. Apreciaba mucho a la hermana del director; era como hablar con una consciencia. Ya que yo misma carecía de una, ella me venía de perlas.
—Tan a menudo como para que sea tu hermano con quien debas tener esta charla, y no conmigo. ¿Qué tal tú? ¿Te tiras un buen purro a la quincena? Con lo estirada que eres no creo que sea con más frecuencia.
—Soy mucho más selectiva y reservada en esos aspectos de mi vida. No preguntes más.
—Oh, no, querida. Las cosas no van así. Me refiero a que, tú puedes venir a indagar en las huellas de mi cama, pero ¿yo no puedo saber sobre las tuyas? Te prometí transparencia, y exijo lo mismo. Pensaba que eras una mujer digna y justa.
Ella se detuvo y me encaró.
—Estoy... esperando a la persona indicada —me dijo nada más.
Entorné los ojos, conteniendo una risa que borboteaba desde lo profundo de mi médula.
Entramos en la universidad en silencio. El interior resoplaba soberbia y años de enseñanza. Nada que ver con el internado, desde luego. Por aquellos pasillos no recorrían los espíritus de las internas sacrificadas a Satán del 65'.
—Buenos días, Andreas —saludó Liz al hombre de seguridad que nos abrió.
Atravesamos un pasillo de altos arcos y cargado de pinturas antiguas. El sonido de nuestros zapatos resonaba por todo el largo del edificio.
—¿Qué hay, Andreas? —le saludé. Amaba a todo personaje de seguridad de todos los sitios. Lo que ellos sintieran por mí ya era otra historia.
—¿Qué tal señorita...?
—Puedes llamarme Lady Stone. ¿Cómo se lleva aquí el asunto de los lavabos? ¿Hay detectores de humo?
—Eh, sí —dudó él.
—Talco será, entonces. —Me reí, esperando que él hiciera lo mismo.
No lo hizo.
Le di una palmada en la espalda y seguí mi camino. Estaba segura de que Andreas y yo acabaríamos teniendo una estrecha amistad basada en el odio y la antipatía. No tan íntima y fervorosa como la que tenía con Liz, pero ¿qué puedo decir?, lo mío con Lizzy no tenía igual.
Me eché a correr, dejándolos atrás.
—¡Jane, ahora no! —me pidió Liz a voces.
Yo me reí y continué.
—¡Vamos, Lizzy, tú también quieres!
—¿Quiere que la siga, señora? —escuché que le preguntó Andreas.
—No, Andreas. Créeme, no tienes suficientes pulmones para todas las veces que hará esto —supo ella, y sabiamente.
Me perdí por los pasillos deshabitados de la universidad. Algunos se sumían en la oscuridad, pero cada tres metros resplandecía un halo de luz que se colaba por una ventana superior. Cuando encontré una lo suficientemente baja como para treparme sobre ella, me escurrí hacia el jardín interior.
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3. MALA JANE (Abi Lí) [EDITANDO]
Novela Juvenil[VERSIÓN EDITADA Y EXTENDIDA DE MALA JANE, DE HARRY STYLES, (POR AUTORA ORIGINAL) DE 2012-2013] Si Jane y Edward quieren gozar de la jugosa fortuna de sus padres tienen que seguir la única condición que éstos les han impuesto: abstenerse de reclamar...