Capítulo 1

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El tren iba a arrancar pronto. Me di la vuelta para despedirme de mi padre y de Leo, mi hermano pequeño, y me adentré al interior del expreso con mi hermana. Charlotte llevaba puesto un jersey de color crema que acentuaban sus ojos marrones y... un momento, esos eran mis pantalones.

- Charlotte, eres increíble. ¡Esos pantalones son míos! - Le dije, entre enfadada y divertida. Siempre me robaba la ropa, así que ya era como una pequeña tradición. 

- Ups. - Respondió ella, con una sonrisa de disculpa. - Lo siento, pero es que no encontraba los míos, Isabella. 

Mientras avanzábamos por el pasillo, buscaba con atención algún vagón vacío, al contrario que hacía Charlotte. Ella ya iba a empezar su segundo año en la escuela Hogwarts de Magia y Hechicería, mientras que yo el tercero. La diferencia entre ella y yo era que yo no había estado aún en Hogwarts, así que mi hermana había creado amistades y yo no. Por voluntad propia había cursado en Beauxbatons mi primer y mi segundo año, ya que quería aprender francés. 

Así que sí, estaba nerviosa. Pero no iba a demostrarlo.

- Yo me quedo aquí, Charlotte. - Anuncié, señalando un vagón vacío, contenta por haber tenido suerte. 

- ¿Estás segura de que no te apetece venir conmigo? - Me preguntó otra vez, levantando las cejas. - Les caerás genial a mis ami...

- Estoy segurísima, Char. Vete ya, anda. Tengo cosas que hacer y organizar. 

- De acuerdo. Si cambias de opinión, ven a buscarme. - Insistió. Siempre trataba de cuidar de los demás.

- No te preocupes. Estaré bien. 

Cuando por fin se largó, coloqué mis cosas en un compartimento encima de los asientos, para que no estorbaran, y saqué uno de mis libros favoritos para ponerme a leer durante un rato. Miré hacia la ventana, desde la cual se podía ver el cielo abarrotado de nubes y millones de gotas que se deslizaban por el cristal. Era impresionante la belleza del lugar.

Debí imaginarme que, con tanta gente en el andén 9 y 3/4, el estar sola me duraría poco. 

Oí como golpeaban a la puerta con delicadeza. Entró un señor de unos treinta años de edad preguntando si podía quedarse ahí, diciendo que los demás vagones estaban ocupados. Tenía cara de buena persona, así que le dije que sí. Se sentó enfrente de mí y se quedó dormido enseguida. Por su baúl, vi que se apellidaba Lupin. 

Cuando estaba metida en el capítulo de mi libro sobre costumbres muggles, volvieron a picar a la puerta. Esta vez eran dos chicos y una chica, que aparentaban mi edad. 

- Em... hola. Perdón por molestar, pero es que no quedan más vagones libres. ¿Te importa? - Me dijo el chico de pelo negro, ojos entre el verde y el azul y gafas. Era bastante guapo. 

- En absoluto, pasad. - Respondí, accediendo a su propuesta. 

- Muchas gracias. - Añadió la chica, dedicándome una sonrisa. Llevaba el pelo ondulado un poco por debajo de la clavícula. Era de un color castaño claro.

El tercer chico me sonrió, algo vergonzoso y se sentó al lado del hombre al que yo había catalogado como profesor.

- ¿Y este? - Rio el pelirrojo, en voz baja por si lo escuchaba. 

- Es R. J. Lupin. - Respondió la chica, veloz.

- Por Merlín, ¿por qué siempre lo sabe todo? - Preguntó, desconcertado, mirando a su otro amigo. El chico solo sonrió.

- Lo pone en el baúl. - Respondí yo, aguantándome un poco la risa al ver su expresión. La chica sentada a mi lado me sonrió, también aguantándose la risa.

- Soy Hermione Granger. - Me dijo, presentándose. 

- Yo me llamo Harry. - Añadió el chico de gafas. 

- Y yo Ron. Ron Weasley. - Concluyó el pelirrojo. 

- Encantada, chicos. Yo soy Isabella. - Añadí, dedicándoles una sonrisa. Parecían buenos chicos.

El viaje estaba siendo muy entretenido. Había tenido suerte de que ellos se hubiesen metido en mi vagón. Hermione era una chica espabilada y lista, a la vez que graciosa y amigable. Harry era muy bueno haciendo bromas y, por lo que me contó, tenía un imán para los problemas. Ron, sin embargo, era muy transparente. Un libro abierto con muchas anécdotas que contar.

Ya me habían hablado de Hogwarts: de los inmensos pasillos por los que la gente nueva se perdía, el campo de Quidditch (que Harry usaba mucho, ya que estaba en el equipo de Gryffindor) y de las cuatro casas que había: Gryffindor (en la que ellos habían quedado), Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Yo ya me había informado un poco, pero me vino bien darle un repaso a esta información. Lo que me sorprendió fue que la ceremonia de Selección la hiciera un sombrero antiguo. Según ellos, el Sombrero Seleccionador (así se llamaba) indagaba en tu mente y escogía la casa con los valores, objetivos e ideas más parecidos a los tuyos.

- ¿Cómo es que no te conocíamos, Isabella? - Me cuestionó Harry, frunciendo levemente el entrecejo mientras me miraba a los ojos. La atención de los tres chicos se posó en mí.

- Es mi primer año en esta escuela. Los dos cursos anteriores los hice en Beauxbatons. Me interesaba mucho aprender idiomas y el francés me llamaba mucho la atención. - Los jóvenes magos me miraron con aun más curiosidad. 

- ¿Y cómo es ahí...? - Empezó a preguntar Ron, pero se interrumpió. El tren se había parado.

- ¿Qué ha sido eso? - Pregunté, algo asustada. De repente, la temperatura parecía haber disminuido considerablemente. Teníamos todos mucho frío. 

- No lo sé. - Respondió Hermione, confundida.

Miré hacia donde se encontraba el profesor Lupin, con el ceño fruncido. Llevaba todo el trayecto durmiendo. Yo no era nadie para juzgar, ya que me encantaba dormir, pero se me hacía muy extraño. ¿Estaba escuchando y haciéndose el dormido porque le daba vergüenza estar con nosotros o porque había sido el responsable de la parada del tren?  Harry se percató de mi mirada y, por su expresión, debió pensar lo mismo que yo.  

- Chicos... - Empecé, pero no me dio tiempo a acabar. 

El cristal de la puerta empezó a congelarse, al igual que el de la ventana. En el pasillo, una criatura horripilante se dio a conocer. El frío aumentó aún más, calándose en mis huesos, al igual que los latidos de mi corazón. La figura abrió la puerta sin llegar a tocarla. Parecía que llevaba telas negras sobre ella, como si también necesitase calentarse del frío que desprendía. Me empecé a sentir infeliz.

Vi como se acercaba a Harry y como parecía absorberle la vida del cuerpo. Intentaba pensar acerca de lo que estaba pasando, pero me costaba concentrarme al sentirme tan debilitada y tan, pero tan miserable. 

- Un dementor... - Conseguí decir. - El hechizo, tenemos que conjurar el hechizo... - Levanté la varita débilmente y traté de pensar en mi recuerdo más feliz. - Expecto patronum... 

No fue suficiente para alejar totalmente a la criatura de mi nuevo amigo, pero sí para ganar algo de tiempo y para que el profesor Lupin se despertase y conjurase el hechizo sin necesidad de hablar. Era un mago muy poderoso.

La criatura se alejó, afectada por el potente hechizo y Harry se desmayó.

"Rosier" - Theodore NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora