11. OH MI NIÑO HERMOSO.

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Santa Biblia Reina Valera 1960 - Lucas 15
20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.



Me quedo mirándolo aterrado por unos cuantos segundos en los cuales él no bajo su mirada.

Vuelvo en si y rápidamente salgo de la habitación cerrando la puerta detrás de mi.

«Esto es raro».

«Muy raro».

«Algo debe de estar pasando con ese niño».

«Definitivamente no debe de ser normal».

Primero: lo dejé en aquella casa para que lo matarán, pero sobrevivió, hasta consiguió padres adoptivos que lo querían como si fuera su propio hijo.

Segundo: le dí un arma para que se matará y según él no funcionó.

Tercero: se lo dí a los perros y he aquí que sigue vivo, no se lo quisieron comer.

«Este niño tiene algo sobrenatural».

«Algo que hace que me dé mucho miedo».

Definitivamente tengo que pensar en algo.

Tal vez el destino lo puso en mi camino, para que de verdad lo haga mi aprendiz, incluso ya no tendría que exponer mi pellejo, lo pondría a él a hacer el trabajo sucio.

Que más da.

Si no lo puedo matar, entonces lo haré algo útil para mí mismo beneficio.

«Lo volveré mi esclavo».

«Eso haré».

Luego de planear todo, entre nuevamente a la habitación.

—definitivamente la suerte está a tu favor —le digo.

Él levanta su mirada hacia mi.

No sé porque pero en su mirada hay algo, algo que no es normal, algo que si te descuidas te puedes llegar a aterrar.

—eso parece —comenta con desdén. —aunque no puedo asegurar que en verdad sea la suerte.

Siento que algo cambio en este niño, siento que en el hay una maldad muy fuerte la cual ya no piensa contener.

Respiro profundo y comienzo a actuar conforme al plan que tengo diseñado.

—hagamos una cosa —me acerco a la jaula —no dejaré que los perros te coman, pero serás mi esclavo por toda la vida.

No responde nada, pero sé que lo será, no tiene más opciones.

Abro la jaula con extremo cuidado y lo ayudo a salir.


Narra Mibsan:

Despues de sacarme de esa horrible habitación me dejó en el sofá en dónde hacía el esfuerzo por no quejarme de la paliza de ayer y de la caída a esa jaula.

«Cuánto diera por no sentir dolor».

—toma esto —me tira unas pastillas.

Me quedo mirandolas y me doy cuenta que son las mismas de la vez pasada.

«No otra vez».

Las dejo en dónde cayeron.

—¿No las quieres? —pregunta.

—eso no quita el dolor. —respondo sin mirarlo.

De alguna manera siento que ya no le tengo miedo, incluso me atrevo a decir que él me tiene miedo a mi.

UNA ANTORCHA ENCENDIDA EN MEDIO DE LAS TINIEBLAS .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora