55. ROTA.

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2 Reyes 4

16 Y él le dijo: El año que viene, por este tiempo, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, varón de Dios, no hagas burla de tu sierva.


Sentía que mi cabeza iba a estallar, no soportaba los gritos que habían dentro.

Quería salir corriendo, pero mi cuerpo no respondía, era como si estuviera pegada a aquella silla.

Aquel hombre se levantó de donde estaba arrodillado y camino lentamente hacia mi.

A medida que se me acercaba, sentía que me iba a morir.

Era algo extraño.

Algo dentro de mi no quería que el estuviera cerca.

Finalmente llegó hasta mi y después de mirarme por unos cuantos segundos que parecieron eternos, habló.

—Dios te bendiga Annie —me saluda.

—¿U...us... usted m...me conoce? —hablo con dificultad.

Él me sonríe con todo el amor del mundo.

Fue una sonrisa tan dulce, cálida y especial.

«Ojalá papá me sonriera de la misma manera».

—por supuesto que te conozco, —responde —desde que eras tan sólo una niña, todavía sigues preservando tus hermosos risitos.

—¿Niña? —pregunto incrédula.

Por más que reviso mis recuerdos, no recuerdo nada de él.

—si, —toma una silla y se sienta a mi lado —desde que eras una niña, recuerdo que le diste bastante guerra a las maestras de escuela dominical, casi no querían cuidarte.

—¿Osea que usted fue el pastor antiguo de mis padres? —me atrevo a preguntar.

El asiente con una sonrisa triste.

—lo fui, me dolió mucho la decisión que tú padre tomó después de aquella terrible explosión.

Yo la verdad no recuerdo la explosión.

Solamente recuerdo que estaba en un horrible orfanato con una señora monstruo que se llamaba Ogla, la cual no le importo venderme como una esclava sexual a un burdel.

Pienso que si quizás esa explosión nunca hubiera pasado, me había criado en una iglesia.

—¡¿Por qué no lo detuvo?! —pregunto, una lágrima sincera rueda por mi mejilla —¡¿Por qué no le impidió tomar aquella terrible decisión?!, no sabe todas las cosas tan terribles que tuvimos que pasar en aquel orfanato a donde nos enviaron.

Lloro desconsoladamente al recordar el infierno que viví en carne propia.

El suspira y también las lágrimas le ruedan por las mejillas.

—lo siento —me dice —pero yo no lo podía detener, no podía obligarlo a hacer otra cosa, ni siquiera Dios obliga a la humanidad.

—pues a Dios no le importo nuestras vidas, —contesto con rabia —permitió que todos nos volviéramos unos monstruos.

—las cosas pasan por algo.

—me da igual —vuelvo a intentar ponerme de pie, pero es en vano, lo único que hago es llorar y llorar.

—dejame orar por ti —dice él al ver cómo me puse.

—¡Nooo!, —le grito con ira —dejeme sola.

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UNA ANTORCHA ENCENDIDA EN MEDIO DE LAS TINIEBLAS .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora