36. NO SOY UNA ASESINA.

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Salmos 84
1. ¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos!




Salgo del laboratorio y me encierro en mi habitación, con manos temblorosas busco mi teléfono y marco el número de mi superior.

Necesito una explicación.

Él teléfono timbra, timbra y timbra, pero nadie contesta.

Así sigo llamando hasta que la llamada termina y vuelvo a llamar.

A la tercera llamada me mandó a sistema.

«Lo ha apagado».

«Dios mío, necesito hablar con él».

«Es justo que me de una explicación».

Llamo a una de las enfermeras del hospital y me dice que él se encuentra allá.

No pierdo tiempo, tomo mi abrigó y voy hacia él auto en dónde ya me está esperando el chófer.

Una hora y media después.

—buenas tardes —saludo a la recepcionista del hospital.

—buenas tardes señorita Gracia, ¿A qué se debe su llegada al hospital?.

A ella le parece extraño por cuanto hoy no es día de prácticas.

—vine a ver el superior Dasthon.

Sus ojos brillan apenas escucha ese nombre.

Es otra mas que está enamorada de él.

—no hace mucho fue al parqueadero por su coche, terminó de hacer una operación y dijo que se sentía cansado.

No pierdo tiempo y me apresúro a ir al parqueadero.

Pero tuve tan mala suerte que el coche ya iba saliendo.

—¡Superior Dasthon! —le grité.

Pero fue imposible que me escuchará.

Paso las manos por mi cabello frustrada.

Pero aún así no me pienso rendir, yo necesito que me dé una explicación y la voy a conseguir.

Salgo lo más rápido del parqueadero y subo al auto.

—persiga el coche que acabo de salir un momento —le digo a mi chófer.

Él me mira un poco confundido pero aún así sin decir nada prendió el auto y comenzó a seguirlo.

Una sensación de que algo anda mal se instala en mi pecho mientras seguimos el auto del supervisor.

Pero aún así no desisto.

«Necesito saber porque hizo lo que hizo».

«¿Acaso quería que me volviera una asesina?».

Por un momento pienso en lo que hubiera pasado al morir Mibsan en mis manos.

En este instante quizás estuviera en la cárcel y con un cargo inmenso de conciencia.

—¿Quiere que lo sigamos más? —pregunta el chófer sacándome de mis pensamientos.

—por supuesto —respondo.

Es ahí cuando me doy cuenta que ya hemos salido de la carretera principal, ahora estamos en las afueras de la ciudad y casi no se ven vehículos transitando.

Darco toma su teléfono y comienza a escribir mientras maneja.

—¿Que está haciendo? —pregunto.

UNA ANTORCHA ENCENDIDA EN MEDIO DE LAS TINIEBLAS .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora