50. ANNIE.

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Filipenses 4

13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.



Voy caminando pensativa hacia el parqueadero sin salir aún de mi asombro.

«Me preguntó...¿Que vio el hermano Héctor en mi para pedir mi mano?».

—ya le dije que yo solo obedezco las ordenes de la señorita Gracia —escucho la voz de Darco un poco impaciente.

—pero yo soy miembro del grupo de la alabanza —se defiende Damián —su favorito, así que le ordeno que me lleve.

Río al escuchar eso de favorito.

Generalmente no me gusta usar de favoritismos y si lo hiciera, él no sería ese favorito.

—¿Que pasa aquí? —pregunto al llegar a donde están ellos.

—pasa que no me quiere llevar —responde Damián.

—pasa que él joven se cree el jefe aquí —responde Darco disgustado.

Miró a Damián y niego con la cabeza.

Definitivamente este chico es un caso perdido.

—vamonos Darco —le digo.

—como usted diga señorita —me abre la puerta del auto.

—¡Oigan! —habla Damián —¿No pensarán dejarme verdad?.

No digo nada, simplemente subí al auto, Darco cerró la puerta y también subió al puesto del conductor ante la atenta mirada de Damián el cual nos miraba un poco incrédulo.

Apenas Darco prendió el auto, Damián entendió que si era en verdad.

—¡Gracia! —comenzo a golpear el cristal de mi ventana —¡No me dejes, llévame contigo, no tengo para el taxi!.

Hago que no lo oigo.

Darco pone en marcha el auto.

—¡Gracia! —continua Damián corriendo —perdoname si he dicho o hecho algo que te ofendió pero no me dejes.

Sonrío y le hago una señal a Darco para que se detenga, este obedece y Damián sube al auto.

—sabía que no me dejarías Gracia —me dice —por eso eres y serás siempre mi líder favorita.

«Claro, como es la única que tiene».

Dos horas después.


Luego de ir a dejar a Damián a su destino y tener que atravesar un tremendo tranco de autos debido a un accidente que había ocurrido, finalmente pudimos llegar a la mansión sanos y salvos.

Para ese entonces yo estaba súper agotada y me había quedado dormida.

Ya era prácticamente media noche.

Además la suave lluvia cayendo afuera hacia que me arrullara para dormir mejor.

—señorita —escucho la voz de Darco que me llama a lo lejos —señorita —esta vez lo escucho más claro.

—¿Que pasa? —pregunto sin abrir los ojos —¿Ya llegamos?.

—así es —responde —pero tenemos un problema.

—¿Que es? —sigo sin abrir los ojos.

—la señorita Montreal todavía sigue aquí —responde.

—¿Todavía? —repito abriendo los ojos con molestia.

Miró por la ventana y efectivamente está ahí frente al portón.

UNA ANTORCHA ENCENDIDA EN MEDIO DE LAS TINIEBLAS .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora