73 días

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73 días

Tailandia no está siendo tan traumático como parecía que iba a ser. Es cierto que hay una cantidad exagerada de mosquitos, sonidos extraños por la noche, y un olor como picante que se me mete por la nariz, junto con la arena de tonos rojizos que rodea el santuario. Pero solo es eso.

Por el momento, nos hemos levantado Saúl y yo con los ruidos de un avestruz picando la puerta.

Gertru.

Así la ha llamado Frank. Un nombre interesante para un animal que es igual de alto que yo y que podría arrancarme el brazo de un picotazo si se lo propusiera.

Ahora estamos todos desayunando, como una gran familia feliz. El padre malhumorado y los críos dando por culo. Una gran descripción de cómo somos. O bueno, de cómo son los dos chicos con los que viajo, porque Lili y yo estamos teniendo el mejor comportamiento del mundo.

Creo que es porque en el fondo, el hombre nos infunde aún un poco de respeto.

—¿Ha Tailandia no han llegado las magdalenas?—Saul, que coge confianza en aproximadamente diez segundos, ha decidido que quiere tentar a la muerte mofándose del animalista.

Una gran idea.

—Daniel, ¿todos tus amigos son gilipollas? ¿Los escoges así a posta o como va eso?—menudo zasca. Le ha dejado con las palabras en la boca al guiri.

—Si al final nos coges cariño.—el cámara bromea mordiendo su tostada. Parece que eso es una tendencia en lo que a Daniel respecta, tarde o temprano todo el mundo acaba por cogerle cariño.


En mi caso, voy a ser la excepción a la regla.

—A ti desde luego que no, Jorge Pablo.—bueno, este hombre calla bocas como si se ganara la vida con ello.

—Me llamo...—pero un codazo de Lili nada disimulado, hace que se calle. El pobre Jopa se dedica a seguir desayunando con la vista fija en el fondo del plato.

—¿Cómo van los entrenamientos?—pregunta cambiando el foco de atención.

Hoy se supone que vamos a grabar un rato con Frank y otro rato con unos monjes para los que hay que viajar seis horas más.

¿Qué porque vamos a grabar con unos monjes? Bueno, según el contexto que me dieron los chicos ayer, porque claramente lo exigí. No pensaba montarme en un medio de transporte de dudosa procedencia para ir a un monasterio del que no se nada, en un país que no conozco sin una explicación de porqué.

En pocas palabras, cuando estuvo haciendo el viaje ese con sus amigos alrededor del mundo, más o menos a la vez que le dijeron que se iba a pegar en la velada, conoció de casualidad a un grupo de monjes. Y estos le cayeron en muy buena gracia.

El objetivo es que los vídeos que graben queden al más puro estilo Karate Kid, y esa es la lógica detrás de la decisión de viajar hasta allí. Además de que Tailandia es uno de los sitios donde nacieron las artes marciales.

Lo de las seis horas en coche sigue sin convencerme, pero por lo demás me parece bien.

Porque me lo estoy pasando bien, que si no estaría ya quejándome del dolor de culo. Además, seguro que puedo aprender algo de los monjes. Esa gente es experta en el boxeo, el karate, el taekwondo...

—Muy bien.—le sonríe Plex. El chico se está tomando en serio lo de ganar peso, por eso esta desayunando huevos con arroz mientras el resto seguimos con nuestra dieta mediterránea.

—Le preguntaba a Mía, que para algo es la entrenadora.—le saco la lengua al YouTuber, que pone los ojos en blanco, sin ocultar su sonrisa.

—Van bien, tenemos aún que darle caña, pero el contrincante poco tiene que hacer contra él.—explico. Ahora que lo pienso, ni siquiera sé cómo se llama el enemigo.

Vendas | YosoyplexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora