43 días

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43 días

Noto los labios hinchados cuando nos separamos. Sigo tiritando de frío, pese al calor que la cercanía de Daniel me ha proporcionado. Su mano acaricia mi mejilla, los dedos largos provocando cosquillas a mi piel.

El contacto se siente extraño.

—Deberías ducharte.—susurra, como si no quisiera romper la burbuja entre nosotros. —Lo último que quiero es que mi entrenadora se ponga mala.

Cuando habla, sus labios rozan los míos. Quedan apoyados, entre abiertos, como esperando a que de yo el siguiente paso.

Y lo hago.

Nos volvemos a besar, suave. Con la calma de quien tiene experiencia y sabe que no es necesaria la prisa. Con la delicadeza de quien piensa que esta puede ser la última vez que nuestras bocas se unan.

Su lengua entra en contacto con la mía, el agarre ahora está en mi mentón, que sostiene firme entre sus falanges huesudas.

Los nervios me salen por los poros, pero eso no cubre lo mucho que estoy disfrutando el momento. Es como si por fin toda esa tensión que llevo ignorando el último mes hubiera podido salir. Ya mañana tendré tiempo de arrepentirme de esto, hoy, solo quiero disfrutar del beso.

Es en el momento que muevo mis manos a la base de su nuca, para pegarle más a mí, que un par de toques en la puerta nos separan.

Daniel apoya su frente en la mía, el pelo mojado se pega a la piel, húmeda. Desde ahí, habla.

—¿Si?—le sale la voz ronca, y por mucho que haga un esfuerzo en disimularlo, es evidente que algo está pasando, en cuanto averigüen que estemos juntos va a ser cuestión de sumar dos y dos.

El frío vuelve a arrancarme un escalofrío, es por eso que Daniel me pega más a él. Sus brazos me sostienen con fuerza contra su pecho, en un gesto de protección.

¿En que momento estamos así?

El baño me ha devuelto la sobriedad de golpe. Pero estoy tan cansada de alejarlo de mi.

—¿Estáis bien?—la voz de mi mejor amigo, al que se le nota ligeramente borracho, llega a través de la puerta de madera.

Doy gracias a dios de que la hayamos cerrado, no me hubiera gustado que el rubio nos viera de esta guisa. Somos como hermanos, pero por eso mismo hay unos mínimos de privacidad que me gusta mantener.

—Si. Le estaba dejando unas toallas y algo de ropa seca a Mía para que pueda cambiarse.—le explica. Pongo los ojos en blanco sin poder evitarlo. Menos mal que el guiri está borracho, porque sobrio no se hubiera creído esa mentira ni de broma.

Me cuesta pensar que lo esté haciendo ahora.

—Vale. Daros prisa que si no vais a enfermar.

—Si Saúl, no te preocupes.—respondo. El rubio parece haber quedado satisfecho, sus pisadas en la dirección opuesta del pasillo lo demuestran.

Una risa tonta se escapa de mis labios cuando vuelvo a centrarme en el chico que tengo delante. Le veo las intenciones de besarme de nuevo, pero esquivo su ataque justo a tiempo.

—Sin que sirve de precedencia, voy a hacer caso a Saúl.—Daniel pone cara de corderito degollado. Pero me hace caso. Se pone de pie y me tiende los brazos, al igual que al borde de la piscina, solo que esta vez si me ayuda a levantarme. Deja un beso en mi frente antes de salir por la puerta del baño.

Vendas | YosoyplexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora