31 días

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31 días

El protector de los cascos a veces no es suficiente para aislarme de la realidad. Y en ocasiones, me gustaría que fuera más efectivo.

Mis puños golpean el cuero del saco en un ritmo constante, siguiendo siempre el mismo orden y rutina. Mis pies se mantienen en el lugar preciso, a la altura correcta entre mis hombros. La concentración en mi postura y en el movimiento de mi cuerpo es lo único que me permite no estar ahorcando ahora mismo a cierto guiri.

—Mía.— exclama de nuevo.—Tu amor está por llegar. Muac, Muac.

A veces, todo sería más fácil si el asesinato fuera legal. Pero claro, no lo es.

Me paro donde estoy, y con toda la tranquilidad que puedo, pues lo único que quiero ahora mismo es pegarle hasta bórrale la sonrisa vacilona de la cara, le saco el dedo de en medio.

En realidad, tiene razón. Es casi la hora, o eso dice el reloj de pared que tenemos en medio de la sala. Nadie sabe porque está ahí ni cuanto tiempo lleva, pero el caso es que de cuando en cuando es funcional.

En lo de mi amor, pues bueno. Esa parte la obviamos.

Como sólo queda un mes para La Velada, hemos decidido hacer un pequeño combate de muestra. Van a venir sus amigos y algunos conocidos que frecuentan el gimnasio, para darle la sensación de estar frente a un público real. Nada que ver con las ochenta mil personas que va a haber en el  Santiago Bernabéu, pero bueno. Una preview de lo que se le viene encima.

Sigo sacándole el dedo cuando aparece Plex por la puerta. Alza las cejas a mi gesto, y cuando se da cuenta de que lo más seguro es que nos estemos peleando por su culpa, sonríe con todos los dientes.

—De que buen humor estás hoy, entrenadora.—camina hacia el vestuario con su bolsa al hombro. Ahora que ya tiene su propio material, acostumbra a dejarlo con el nuestro.

—Para ti también es el gesto.—replico. ¿Por qué todos me usan a mi para bromear? ¿A caso tengo cara de payaso? De verdad me lo planteo en serio.—Espérame en el vestuario, tenemos que hablar.—Saúl ni se molesta en disimular, y se ríe en voz alta.—DEL ENTRENAMIENTO, joder.

El portazo retumba en todo el espacio. A veces al rubio le gusta demasiado sacarme de quicio. Podría hacerse profesional de ello, graduado universitario en molestar a Mía. Se le da demasiado bien.

Me apoyo contra la puerta de metal. El frío contra mi piel descubierta por la ropa de deporte disminuye un poco mi enfado.

Tengo que calmarme, porque sino voy a estallar delante de todos. No puede ser que me pique tanto los vaciles de Saúl sobre Daniel. Va a parecer algo que no es.

¿Por qué debería a mi molestarme algo que es broma?

—¿De que querías hablar?—la voz del famoso me devuelve a la realidad. Levanto la vista para encontrármelo sin camiseta, a un metro de mi. Observándome con una mezcla de curiosidad y preocupación.—¿Es sobre lo de hoy?

Sus abdominales muy marcados me distraen por un segundo. Joder si es que en realidad esta para comérselo.

Mía coño, céntrate.

—En realidad no.—trago saliva.—Eso era una excusa más para que el puto guiri dejará de meterse conmigo, que no sabes la que lleva dándome estos tres días.—sonríe a mis palabras.

Si muy gracioso Alonso, solo que tu no convives con él.

—¿Y que querías decirme?—suspiro. No he pensado esto demasiado bien. Sólo se que quería sacarme el pensamiento del beso de mi cabeza.

—El beso...

—Eso ya lo habíamos dejado zanjado. Significó lo que significó y punto, ¿no?—utiliza mis palabras en mi contra.

—Bueno si.—me pienso si añadir algo más. Pero en realidad, no tengo nada pensado.—Me alegro de que eso siga claro aunque Saúl se este metiendo conmigo todo el rato por ello. Fue un beso y ya.

Los ojos de Daniel brillan de una forma extraña, parece que ha tenido una idea que a mi me va a parecer de mierda.

—¿Uno o dos? ¿Cuántos fueron?—se acerca a mi y baja el tono de voz mientras lo dice. Sin quererlo, su cercanía nubla mis sentidos y de pronto sólo puedo pensar en lo carnosos que son sus labios.

Mierda.

—Uno.—respondo con la poca seguridad que me queda en el cuerpo.

—¿Segura?—su mano acaricia un mechón de pelo, que se ha escapado de mi coleta.

Las yemas de sus dedos trazan una caricia, desde mi oreja hasta mi mentón. Con delicadeza sostiene mi cara, enfrentando su mirada a la mía.

—¿Si?—sus palabras son un susurro sobre mis labios. Prácticamente al hablar, lo hace sobre mi boca.

Lo necesito. Necesito que me bese, quiero su contacto.

Cierro los ojos, anticipandome al momento.

El roce empieza suave, lento. Sigo recostada contra la puerta, que Daniel aprovecha para dejarme encerrada entre ella y su cuerpo.

Mis manos, trazan sus abdominales. Un escalofrío le recorre, haciendo que muerda mi labio como respuesta.

Este beso lo está siendo todo.

Su lengua y la mía pelean, en una batalla por demostrar quien es más orgullosa de las dos. Aunque los dos sabemos que en esto de fingir estoy perdiendo yo.

Unas voces al otro lado, hacen que nos separemos. Acaba de llegar el resto.

Apoyo mis manos en su pecho mientras recupero la respiración, agitada de tanto intercambio de saliva.

—Pues ya son dos.—sonríe con una suficiencia y una confianza que asustan. Y con felicidad, eso también.

—Idiota.—le empujo aprovechando la posición de mis manos.—Ponte una camiseta que vas a coger frío.

—Cómo si no te encantara mirar.—no respondo. Porque tiene razón y no quiero seguir haciendo el ridículo.

—Oye Daniel, ni una palabra de esto a Saúl. ¿Si?—le hago un gesto dándole a entender que voy a estar vigilándole.

—A sus órdenes entrenadora.—cuando salgo del gimnasio poniendo los ojos en blanco, el público de hoy me recibe.

Bien, se acabaron los tonteos y que comience la acción.

Una sensación de adrenalina me cosquillea en la piel mientras camino hacia el rubio. Tengo que dejar de besarme con Plex, sus labios deben tener algo, porque la sensación que me dejan encima, tiene pinta de no ser buena.

¿Verdad?









🥊
Estos dos aaaaa
Espero que os haya gustado mucho!
Nos leemos pronto;)

pd: visteis el último tweet de Plex

pa mi que se lee el libro JAJAJAJAJ

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pa mi que se lee el libro JAJAJAJAJ

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