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Septiembre

Danielle Marsh tenía razones para estar nerviosa, era su primer día de clases. Después de las vacaciones familiares durante esos dos meses había olvidado completamente que tendría que volver al instituto. Ahora cursaba su primer año de secundaria. Esperaba que cualquier compañero de su escuela anterior estuviese en la misma clase que ella, aunque no serían muchos.

Echó su cabello oscuro hacia atrás como un acto nervioso, sentía las manos bañadas en sudor al entrar al salón.

Habían muchos chicos y chicas que no reconocía, comenzaba a sentirse nerviosa, en verdad. Eso, hasta que logró vislumbrar una cabellera negra entre la multitud y prácticamente saltó, pegando gritos. -¡Hyein!- La llamó, emocionada.

Mientras se acercaba a la chica de piernas largas la mencionada pareció reconocerla y se lanzó a abrazarla. Su amiga era un poco más alta que ella y  siempre andaba sonriendo, sus ojos eran marrones claros y su piel más oscura que la de Danielle. Eran todo lo contrario. La piel de la pelinegra era blanca y su forma de rostro la hacía lucir muy tierna e inocente.

-¡Danielle Marsh, gracias a Dios! Pensaba que estaría sola. - Le sonrió y fueron juntas a sentarse, en el salón.

-¿Has visto a alguien más? Yo juraba que estaba sola, no muchos se matriculan en este instituto. - Comentó, cruzando las piernas. Danielle se recostó en la mesa.

-Hasta ahora solo tú, pero es mejor así. - Confesó con una sonrisa juguetona.

Los estudiantes iban entrando al salón y la pelinegra no reconocía a nadie, parecían estar en mundos diferentes. Danielle era una chica relajada. Podría durar todo el día bailando o escuchando música, también utilizaba ropa cómoda: unos vaqueros desgastados, camiseta blanca, zapatillas deportivas y una chamarra.

Ella no tenía muchos amigos pero en estos momentos se encontraba feliz con Hyein, desde casi siempre habían sido amigas y ahora no estarían solas. Se tenían la una a la otra. Las chicas estuvieron un rato conversando sobre sus vacaciones, hasta que Danielle escuchó unas risas.

Por la puerta del salón entraron dos chicas, ambas eran de flequillo. Pero quien capturó la atención de la pelinegra fue la castaña más baja. Lograba emanar alegría mientras reía por uno de los chistes de la otra chica, quien era un poquito más alta y de cabello liso con flequillo igual que la más bajita, lo único que las diferenciaba aparte de la estatura era su color de cabello que parecía ser más oscuro del otro.

Sus miradas se encontraron por unos segundos. Y Danielle se perdió en unos ojos chocolates tan profundos como el océano.

Claro, un océano de chocolate, por supuesto.

Tan pronto como empezó, todo acabó. Ella apartó la mirada y la chica pelinegra hizo lo mismo mientras se marchaba con su amiga a los asientos frente al pizarrón.

-¿Qué pasó? ¿Encontraste a alguien conocido? - Preguntó Hyein, levantando el rostro para buscar entre las personas. Danielle negó.

-No fue nada - Sonrió a su amiga y cuando entró el profesor, empezó la clase. Se presentó a los estudiantes y comenzó a dar un pequeño discurso, les indicó que por orden de mesa debían ir al centro de la clase y presentarse.

Danielle no quería, siempre le entraban los nervios al hablar en público. Por suerte, ella se encontraba en la cuarta fila pegada a la ventana y tardaría un poco en llegar a ella.

Los chicos fueron pasando y la pelinegra se sorprendió cuando Hyein fue sin problemas y al volver le sonrió, divertida. Por eso le agradaba, siempre había admirado su seguridad en sí misma.

Comenzó a hacer garabatos en su cuaderno, para distraerse. Iba muy bien, cuando llamaron a una chica. Vio a la misma castaña bajita, levantarse. Se veía muy linda con sus jeans oscuros y una blusa. Caminaba con seguridad y confianza mientras mostraba una sonrisa coqueta en sus rosados y finos labios. Se paró al frente de todos, sin mirar a nadie en específico. Era muy femenina o eso pensaba Danielle, por sus cejas delgadas y su manera de caminar.

-Kang Haerin, un gusto - Sonrió, pestañeando, y de seguro la mitad del salón ya pensaba que era linda.

Danielle apartó los ojos de la hermosa castaña y volvió a hacer garabatos. No le importaba. Después de un rato era el turno de ella. Se levantó seguramente con el rostro pálido y fue hacia el frente, algunos murmuraban y otros reían bajito. Danielle lo ignoró y siguió. Desde que estaba en primaria siempre era el centro de las burlas, pero con el paso de los años había aprendido a no darle importancia.

Haerin la miraba con interés, apoyaba la barbilla en su mano y mordía uno de sus dedos. Aun haciendo aquel gesto, se veía increíblemente guapa y por más que decir femenina. Danielle intentó por todos los medios no observarla y al terminar fue como un rayo a sentarse en su asiento. Soltó un suspiro y observó como su amiga pelinegra alzaba los pulgares, en señal de ánimo. Después de dos horas tenían que cambiar de clases. Danielle, apresurada, recogía sus libros mientras su amiga la apuraba.

-¡Danielle, mueve el culo! - Le apresuró Hyein en la puerta.

-¡Espera, Hyein! - Le pidió, siguiéndola, porque la menor se había ido al pasillo.

Sintió que alguien la empujaba por el hombro y se le cayeron todos los libros. Había una chica de piel clara y cabello rojo, bastante linda a decir verdad frente a ella, riéndose.

-Ay, disculpa. No te había visto - Mintió con ojos burlones, Danielle la miró mal y empezó a recoger sus libros.

A su lado pasó otra chica, que pateó uno de los libros en el piso. Era otra de las amigas de Haerin, la pelinegra más alta que entró con ella. 

-Estabas en mi camino - Excusó y se echó a reír con la otra chica.

Danielle frunció el ceño colocándose de pie y miró a Haerin, que apareció junto a ellas.

-Chicas, no sean tan malas - Les dijo en broma, aunque también sonreía y miraba a la pelinegra frente a ella - Pobrecita, Minji.

Haerin se estaba burlando de ella y, a pesar de eso, Danielle seguía pensando que era hermosa. Intentó descubrir el por qué, pero no lo consiguió. Logró volver en sí misma cuando las tres chicas se fueron por el pasillo. Hyein llegó hasta ella, disculpándose por dejarla sola. Danielle le restó importancia, pero seguía pensando si Kang Haerin y sus amigas serían las idiotas que le harían la vida imposible el resto del año.

Puede que estuviera en lo correcto.

RIVALES | DAERINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora