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A los dos días Danielle se encontraba en su habitación, aburrida. Llevaba un gran yeso que le cubría su brazo fracturado. Debía esperar un mes para que sanara, gracias, Yeonjun-pito-corto.

Por suerte sus amigas, que la habían visitado ayer, le contaron que después del incidente expulsaron a Yeonjun del colegio durante una semana y que había recibido una gran reprimenda de la entrenadora. También le contaron con detalle la gran pelea que había tenido con Haerin, en la cual la bajita le gritaba que era un idiota como unas cien veces. Eso mejoró su día al máximo, el cual era un asco, ya que estaba sin hacer nada. Respirar no contaba como una actividad. Solo podía pensar en la pelinegra, y para ser sincera, también en como estarían las cosas en la escuela. Sus pensamientos también viajaban a las otras dos castañas que adoraba, la Kang la tenían hundida. Su brazo dolía si se daba un golpe o lo sacudía. Así que no podía moverse mucho.

Ya era de tarde y sus amigas debían quedarse para el entrenamiento de Chaewon. Entonces Haerin también debería estar allí, se lamentaba ya que quería ver a la pelinegra. En verdad, quería ir a la escuela, pero su madre era paranoica.

Vio varias películas durante las últimas horas, pero la aburrían, vio en su celular algo nuevo, e intentó hacer cualquier otra cosa que no requiriera usar su brazo. Gracias a Dios que era el izquierdo, si no estaría completamente inútil. Ya era tarde noche cuando llegó su mamá y la saludó, su padre y ella estaban abajo en la cocina mientras Danielle seguía encerrada.

Danielle estaba terminando de usar el ordenador, y llevaba uno de los audífonos, cuando escuchó el timbre. No le prestó mucha atención, ya que debía ser una visita para su madre.

Seguía mirando unos videos en YouTube cuando escuchó la voz emocionada de su mamá.

-¡Cariño, es para ti! - Dijo, con la voz alegre y Danielle frunció el ceño, quitándose los audífonos.

-¿Para mí? - Preguntó gritando, para hacerse oír.

-¡Sí, es una amiga tuya! - Dijo, aún a gritos y Danielle se extrañó, una sonrisa apareció en sus labios, ¿podría ser Hanni?

-¡Ya voy! - Exclamó, divertida, sabiendo que Hanni igual subiría.

Pero si fuera ella, ¿su madre no se lo diría como siempre? Digo, ella solo tenía tres mejores amigas.

-¡Tómate tu tiempo, cariño, yo le muestro la casa a Haerin! - Dijo Roseanne, riéndose mientras Danielle se caía de la silla.

-¡¿Quién?! - Gritó, alarmada, agradeciendo no haberse golpeado el brazo y salió corriendo por la puerta.

-¡Haerin, cariño! ¿No escuchas? ¡Me la llevaré un rato! - Dijo su maligna madre mientras Danielle corría por las escaleras.

Danielle prácticamente saltó los escalones y un pequeño mueble al llegar y quedar frente a la entrada, con el cabello alborotado. Llevaba unos shorts cortos negros y una camiseta holgada para dormir. No era la mejor vestimenta para dar saltos mortales. Se enderezó, ayudándose con la barandilla, hizo una mueca por su brazo, y se encontró con su madre mirándola con desaprobación. Pero sus ojos de clavaron en la pelinegra en la puerta.

Haerin vestía una falda y una blusa muy linda mientras mostraba a Danielle una sonrisa tímida y sus ojos chocolate brillaban con diversión.

-Danielle, debes tener más cuidado con tu brazo. No quieres volver al hospital, ¿verdad? - Advirtió su madre, al notar el rubor en el rostro de su hija, observó como miraba a la pelinegra y aplaudió.

Era la chica de la cual su hija estaba enamorada.

-Perdona, mamá, es que... Haerin, ¿qué... Bueno, qué haces aquí? - Preguntó, levantándose mientras se rascaba la cabeza y torcía el cuello.

RIVALES | DAERINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora