Capítulo 14

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Fue un día terrible. Atroz. Lamentable.

Nada más poner un pie en las canchas de la UPAO, a la mañana siguiente, el camino de Diana se cruzó con el de Leila. Leila se levantó de su asiento —separándose del resto de su soñoliento equipo— en las gradas para saludarla con una efusividad que denotaba una familiaridad que —por supuesto— no tenían.

Decir que estaba nerviosa era poco. Le abrumaba la amabilidad de Leila. Habría querido irse hacía otro lado, pero entonces sería demasiado evidente que estaba huyendo. Prefirió quedarse en su lugar, sonriendo trémulamente. Sus compañeras continuaron su camino hacia las gradas, dejándola a mitad de la casi despejada cancha de vóley, sin impórtales el hecho de que se estaba quedando atrás.

A Úrsula, sin embargo, le hervía la sangre de la cólera. ¿Cómo se atrevía? Diana, ¿cómo...?

—¡Hola! —Leila llegó a Diana. Resistió su propio impulso de abrazarla y le estiró una mano—. ¡Llegaron muy temprano hoy! ¿Estás lista? ¿Estás nerviosa? Hay gente muy buena por aquí, ¿te has dado cuenta? Me muero de ganas por empezar a jugar.

Lo dijo todo tan rápido que Diana casi se perdió la mitad de sus palabras. No sabía si debía responder sus preguntas o dejar que dijera lo que quisiera hasta que perdiera el aire. Leila la miró sin perder la sonrisa y Diana supo lo que tenía que hacer.

Fue difícil. No tenía idea de lo que debía decir. Ni siquiera quería hablar. Ella no estaba hecha para ser sociable, sobre todo cuando era tan temprano.

—Estoy nerviosa —admitió Diana—. Pero espero... Creo... Creo que lo haré bien. Eh... —Se relamió los labios. Estaba en blanco—. Te vi ayer y ju-juegas muy bien...

—Tú también eres muy buena —respondió Leila, encantadísima. Lo decía de corazón, sin ningún tipo de segundas intenciones. Solo había visto a Diana esa noche y decidido que quería ser su amiga porque parecía agradable. No se había equivocado—. Así que va a ser divertido jugar contra ti... Contra ustedes, bueno. Ya sabes, no somos solo nosotras, si no todo el equipo. Juegan demasiado bien, así que estoy segura que nos veremos en el nacional.

A ojos de cualquier otra persona, Diana debió parecer una estúpida allí parada, intentando procesar todo lo que había escuchado. Pero Leila no pensó eso, la idea ni siquiera se le pasó por la cabeza.

Diana asintió lentamente. Sonrió. No podía pensar en algo coherente y le deseó a Dios que ocurriera cualquier cosa que la hiciera salir de allí.

—Yo, eh... Claro... Tal vez... Sí, bueno... —Se aclaró la garganta. Era demasiado temprano para tener que lidiar con eso. Otra vez, se preguntó: «¿Cómo es que Leila tenía tanta energía en la mañana?» Diana solo se había levantado de la cama (más temprano de lo usual, como solía hacer desde que llegaron a Trujillo) al recordar que lamentaría mucho estar allí para cuando Guadalupe se despertara—. Sí, si nos esforzamos mucho, tal vez nos veamos en...

Entonces, tuvo el primer indicio de que sus pedidos fueron escuchados: vio la silueta de Úrsula acercarse. Se serenó en su lugar, poniendo la espalda recta porque no quería dar la impresión equivocada. Confiaba en que Úrsula pasaría de largo después de mirarla despectivamente, pero eso no fue lo que sucedió.

Úrsula fue directo hacia ellas.

Diana obtuvo un poco de valor para apresurar la despedida. No quería problemas.

—Bueno, pues... Creo que tengo que irme ahora... —Leila levantó las cejas. No era lo que se esperaba. Su desilusión se dibujó en su rostro e hizo que Diana lo lamentara, pero tenía que hacerlo—. Nos veremos...

—¡Ah! —Diana dio un respingo cuando escuchó la voz de Úrsula. Se puso alerta—. ¿Se van a ver luego, más tarde, en la noche? Tú sí que no pierdes el tiempo —Lo preguntó de tal forma que lo hizo parecer como si estuvieran planeando algo, cuanto menos, inmoral. Diana contuvo la respiración y se negó a darle cuerda. No iba a ceder a sus estupideces.

La estrella y la luna | GLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora