A su improvisada cita de San Valentín le siguieron un par de semanas de absoluta felicidad.
Lucio y Úrsula volvieron a acoplarse a su rutina el mismo día en el que los padres de Úrsula regresaron de su viaje. No había sido mucho tiempo, pero lo aparentó. Al final, Diana estaba aliviada de volver a tenerlos en casa.
A principios de marzo, Úrsula recibió la nota de su curso de verano. Aprobó con un quince. Diana celebró ese logro comprándole un bote de helado de chocolate que Úrsula se acabó en cinco días.
Fueron días muy tranquilos para su improvisada convivencia. Aunque no eran nada oficial, Diana sentía que estaban yendo por buen camino. Cada nuevo día, juntaba un poco más de valor para tomar la iniciativa y decirle a Úrsula: «Oye, creo que eres la mujer más hermosa que mis ojos han visto en toda su corta, pero significativa vida. ¿Me darías el honor de llamarme tuya?».
La sola idea de llevar a Úrsula de la mano por las calles, de presentarla oficialmente con sus amigos y con sus padres, de esta con ella y sentir que le pertenecía en cuerpo y alma, le derretía el corazón.
Pensó en cómo se lo pediría, en qué haría y en qué diría. Divagaba y su imaginación se iba por las nubes. Aunque debiera —porque había razón y posibilidad— no podía hacerse a la idea de que Úrsula le dijera que no.
Estaban más unidas de lo que cualquier otra pareja podría estar.
Lo confirmaba cada vez que se acostaban juntas y escuchaban sus corazones latir en la silenciosa habitación y no querían nada más.
Sin embargo, el mundo de fantasías se desmoronó el día en el que Marcos le insistió hasta el cansancio que la acompañara a una fiesta a la que nunca tuvo la intención de ir.
Allí, Marcos la acopló a su grupo de amigos. Todas sus dudas fueron resueltas cuando le presentó a uno en particular y luego le suplicó con la mirada que fuera agradable.
Diana no tenía ganas de ser agradable con un tipo que no había visto nunca en su vida.
—¿Y a mí por qué me metes en tus cosas?
Marcos tuvo la decencia de mostrarse arrepentido. En realidad, lo estaba. No había querido hacer eso, pero no tuvo otra opción. Se llevó la lata de cerveza a la boca para conseguir un poco de tiempo.
—No me quedó de otra —respondió él. Tenía en la cara una sonrisa fingida y lastimera. Diana no se apiadó—. Me estuvo jodiendo toda la semana porque le debía un favor enorme. ¡Te juro que le intenté pagar de otra forma! Pero se encaprichó con que quería salir contigo y ya, pues... Anda, dale, no seas cagona. Solo un ratito y ya, nos quitamos temprano, te lo prometo. Yo tampoco tengo ganas de quedarme aquí mucho rato.
—¡Ni siquiera me gustan los hombres! ¿Le dijiste que soy lesbiana?
—Sí, pero no me creyó. Luego dijo que no había ningún problema porque solo quería conocerte y que no le encontraba nada de malo al asunto porque a él también le gustaban las mujeres y que seguro podrían tener conversaciones interesantes... Mira, ese huevón ha estado templado de ti desde siempre, ¡desde primer año me pregunta por ti, está obsesionado! Y sí, cometí el error de pedirle un favor y comprometerte, pero te juro que he intentado desanimarlo de todas las formas...
Diana miró hacía el costado, de reojo. Eliana lo estaba distrayendo. La chica tampoco lo estaba disfrutando. Cuando Iván, así se llamaba, se dio cuenta de que los estaba mirando, le sonrió. Diana estaba consternada, lo suficiente para darse cuenta que no era la única persona allí que le estaba prestando atención.
—Te juro que cuando salgamos de aquí te voy a matar —le susurró a Marcos.
—Por favor —suplicó Marcos. Si no estuviera en una discoteca llena de gente y rodeada de sus compañeros de clase, se habría arrodillado para pedirle perdón—. Te presto la Play por toda una semana con los juegos que quieras.
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La estrella y la luna | GL
Teen FictionDespués de terminar una intensa relación de tres años, Diana Beltrán elige integrarse al equipo femenino de vóley de su universidad. Todo va de maravilla hasta que la convivencia con Úrsula Cano, una de sus compañeras de equipo, se hace insoportable...