Encontró a Úrsula, como se decía comúnmente por allí, «de a pechito». Fue desconcertante, por decir lo menos. La hizo preguntarse si algún día podría deshacerse de ella.
Porque estaba allí por ella, eso era claro. No había ningún otro motivo en el mundo —a menos que se hubiera conseguido de pareja a uno de sus compañeros y tuviera que restregárselo en la cara, pero eso era demasiado bajo, incluso para ella— por el que se encontraría a Úrsula Cano en el pasillo del tercer piso de la facultad de Ciencias Económicas.
Diana respiró profundo, fingió que no la había visto y pasó de largo. Bien podría decirse que estaba huyendo y bien podría Úrsula usar eso para decirle que era una cobarde por no querer más problemas, pero no le importó. Lucia la agarró con fuerza por el brazo mientras caminaban, para asegurarse de que no hiciera ninguna estupidez. Si pudiera leerle la mente, sabría que eso no era necesario.
Úrsula no quiso entender el mensaje. La llamó. Diana se detuvo.
—Oye.
—¿Qué quieres?
Sus compañeros de clase las miraban al pasar mientras se iban. Algunos conocían a Úrsula y la saludaron, pero Úrsula los ignoró. A opinión de Diana, le estaba pasando algo raro. Tenía la cara roja y los ojos como si hubiera estado llorando. Entonces se dio cuenta que estaba muy pálida y que las clavículas se le notaban más que nunca. ¿Qué le estaba pasando a Úrsula?
—Vamos. No le hagas caso —susurró Lucia.
—¿Estas ocupada? —preguntó Úrsula. La voz le salió como aplastada. Le estaba costando hablar. Sentía el orgullo pisoteado. Ella nunca había ido tras de nadie, nunca había buscado a nadie, nunca en toda su vida y sin embargo...
Ahí estaba, parada afuera de un salón, esperando a Diana. Rogándole por un minuto de su tiempo, casi lista para pedirle que la perdonara y que la ayudara a volver al equipo.
Y si decía que no...
—¿Qué quieres?
—Si estamos ocupadas —intervino Lucia. Le había tocado ver como le caía la sangre por la nariz a Diana y luego Alicia le contó todo con lujo de detalle. Diana era su amiga y ya estaba harta de Úrsula—. Y ya nos vamos.
—No te estoy hablando a ti —le dijo Úrsula con fingida calma. Hubiera respondido de cualquier otra manera si no supiera que podría arruinarlo todo con Diana. Si Dalila pudiera verla, seguro que estaría orgullosa—. ¿Estás ocupada ahora?
Diana pensó que estaba siendo demasiado amable para dedicarle más de dos segundos a Úrsula. Todavía recordaba cómo le salía la sangre por la nariz, como sus compañeras corrieron a ayudarla y todos los malabares que hizo al llegar a casa para que no se le notara que había estado peleando.
Sin mencionar, por supuesto, ese dolorcito en el pecho que todavía la dejaba llorando en cama. Habían pasado semanas, pero no dejaba de sentirse como una estúpida que depositó todos sus afectos y esperanzas en Úrsula. Era desleal lo que le había hecho, ¡ilusionarla y luego dejarla como si nada! Sintió algo helado deslizarse por la garganta, seguro la rabia, pero no dejo que la controlara. Iba a demostrar que, a pesar de lo enfadada, lastimada y burlada que se sentía, no era como Úrsula.
—¿Para qué? —preguntó Diana.
—Quiero hablar.
—¿Sobre qué?
Úrsula se relamió los labios con impaciencia. No podía decir lo que tenía —por obligación, mas que por gusto— que decir allí. Se imaginó pidiendo perdón frente a toda esa gente y se le contrajo el estómago.
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La estrella y la luna | GL
Teen FictionDespués de terminar una intensa relación de tres años, Diana Beltrán elige integrarse al equipo femenino de vóley de su universidad. Todo va de maravilla hasta que la convivencia con Úrsula Cano, una de sus compañeras de equipo, se hace insoportable...