Lucía encontró a la historia de Lucio —Diana apenas había caído en la cuenta de que se llamaban casi igual— muy curiosa. Casi hasta divertida porque todo ese asunto la tenía de muy buen humor.
—Adoptaron un bebé.
—No —respondió Diana, sonrojada por la ridícula comparación—. Es un gato.
—¿Y? ¿Qué importa que sea gato o niño? Lo adoptaron y ahora son sus madres. Aunque tú eres más como su madrastra, ¿no? Jamás pensé verte firmando a un hijo que no es tuyo. ¡Qué lindo es el amor!
No hubo manera de sacarle la idea de la cabeza y Diana casi que ni lo intentó. Sus clases habían terminado hace unos minutos y debía regresar a su casa volando. La estaban esperando.
Al llegar a la puerta principal, se despidieron. Lucía iba a esperar a James y eso la tenía de muy buen humor.
—Suerte —le dijo su amiga—. Vas a ver que todo le va a salir bien a tu chibolo.
Diana regresó muy avergonzada a su casa. Se encontró a Esteban José en la sala y él le informó que su no-novia la estaba esperando en su habitación. Diana ni siquiera se cuestionó que dejaran entrar a Úrsula con tanta facilidad en su casa.
Abrió la puerta. Lucio estaba acostado encima de su escritorio y Santiago sentado en su silla giratoria. Su hermano todavía tenía puesto el uniforme del colegio. Úrsula, en cambio, estaba sentada sobre la cama. La saludó al verla llegar.
Diana se dio cuenta de que había —cuanto menos— una media docena de cosas nuevas en su habitación. Lucio tenía un nuevo transportador, una caja de arena, un bebedero y un plato de comida, y un par de juguetitos en el suelo. Le hizo darse cuanto realmente Úrsula había ansiado tener una mascota.
—Buenas tardes —saludó, dejando su mochila en el suelo porque la silla estaba ocupada.
—Buenas tardes —respondió Úrsula, mirándola. Santiago se limitó a mover la cabeza de arriba hacia abajo sin emitir sonido alguno. Esteban José le había advertido de que tratara de quedarse lo más quieto posible para que se hiciera invisible y ellas se olvidaran que estaba allí y que, por supuesto, luego se lo contara todo con lujo de detalles—. Te demoraste mucho. ¿Qué andabas haciendo?
Santiago tomó nota mental: eso era un reclamo del tipo que su madre le diría a su padre. Y luego su padre se excusaría y trataría de irse por la tangente para que su madre ya no pudiera insistir.
—No había carro —explicó Diana—. ¿Nos vamos de una vez?
En realidad, y dejando un poco de lado que Lucio se estaba quedando en su casa, no había ninguna necesidad real de que Diana los acompañara a sus citas con el veterinario. Lo hacía porque se sentía comprometida, aunque eso no tuviera ningún sentido. ¿Qué más daba si iba o no? Úrsula se las arreglaba bien sin su compañía y, sin embargo, Diana no quería dejarla sola.
Eran alrededor de las tres de la tarde cuando estuvieron de vuelta en la veterinaria. Lucio ya se encontraba mucho mejor, pero la doctora les advirtió que no debían descuidarse.
También estaba el hecho de que Pamela López había asumido que el gato era de ambas. ¿Por qué llegó a esa conclusión? Puro instinto.
—Traten de darle hígado de pollo o de res. Hervido, con zapallo o zanahoria y sin ningún tipo de condimento —dijo—. Y hay que cambiar sus croquetas por unas de mejor calidad.
Regresaron a casa de Diana. Cuando abrieron la puerta, encontraron a Johana en la sala. Sonrió y las miró de arriba hacia abajo. Diana se sintió como una niña pequeña a la que hubieran atrapado en una travesura, a pesar de que ya todo el asunto estaba aclarado.
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La estrella y la luna | GL
Fiksi RemajaDespués de terminar una intensa relación de tres años, Diana Beltrán elige integrarse al equipo femenino de vóley de su universidad. Todo va de maravilla hasta que la convivencia con Úrsula Cano, una de sus compañeras de equipo, se hace insoportable...