Capítulo 35

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Toda esa situación le parecía una reverenda estupidez. No había un por qué. Bien podría tratarse de un malentendido o también que las sospechas de Úrsula estuvieran en lo cierto, pero —siendo sinceros, honestos, y poniéndose una mano en el corazón— no había una buena razón para que nadie estuviera enfadado por eso.

Y por supuesto que iba a apostar y a abogar por la inocencia de Diana. Era la tipa más decente que conocía.

—Llevas como cinco años viviendo en su casa y no has hecho ni el intento de darle el anillo. Tampoco te iba a esperar por siempre. Para mí —enfatizó, mirando a Úrsula a los ojos— estás pasándote de conchuda. No son nada, no tienes que enfadarte si estaba con otra, pero tal vez ella tenga una buena explicación para darte. Digo, ¿y qué tal si la muchacha con la que la viste solo es su amiga? O una prima o algo así. Es muy probable, ¿no lo crees? ¿Por qué no le contestas el celular y le das otra oportunidad?

—No la quiero volver a ver.

Regina suspiró, desanimada, y luego sonrió.

—Bueno, si eso es lo que quieres... Me voy a esperar un rato a que se vayan tus babas de su boca para tomar el siguiente turno. No te pongas celosa cuando nos veas juntas, ¿ya? —dijo.

Úrsula sintió un tirón desagradable en el estómago y masculló:

—Cuidado con los cachos.

Regina le guiñó un ojo y siguió limpiándose las uñas con mucha paciencia. Por supuesto que no iba a hacer nada de eso, pero —y a costa de su integridad— todavía le gustaba molestar a Úrsula.

El celular sonó después de cinco minutos en silencio. Úrsula contuvo sus ganas de responderle porque no quería ceder un solo milímetro. Regina la miraba de reojo. Cuando Úrsula se dio cuenta, dejó de disimular.

—Respóndele a la muchacha.

—No.

—Yo creo que si te está insistiendo tanto es por algo —añadió Regina. Ningún otro de sus amigos habría insistido tanto en su lugar—. ¿Cómo sabes que no era una amiga o una prima o cualquier otra persona? Al menos dale la oportunidad de explicarse.

—A mí no me gusta ser cachuda.

Regina no volvió a mencionar el tema, pero confiaba en que Úrsula dejaría de ser tan terca y orgullosa cuando estuviera sola. Se fue alrededor de las nueve de la noche, dejando a Úrsula sola con sus pensamientos en su desordenada habitación.

Recibió otras dos llamadas, pero no contestó. Su orgullo era más fuerte y ella estaba decidida a no dejarse convencer. No era el tipo de persona que daba segundas oportunidades o atendía excusas. Diana había perdido y ahora tendría que resignarse a vivir con eso.

Aguantó tres días y tres noches, al amanecer del cuarto, no pudo contenerse más. Quería ver a Lucio, lo extrañaba mucho. Y mientras caminaba por la avenida a mitad de la tarde, pensaba en lo que haría cuando llegara allí. Rogaba que Diana no estuviera en casa porque no iba a soportar verla.

Santiago le abrió la puerta. Estaba sonriendo mucho de verla de vuelta.

—¡Pensé que te había pasado algo! —dijo el adolescente sin poder ocultar su emoción. Le estrechó la mano con mucho entusiasmo—. ¿Cómo estás?

—Bien, bien. ¿Está Lucio?

—Está en el jardín, creo. Si no, lo puedes buscar en el cuarto de Diana. Le gusta dormir en su cama con el ventilador prendido, no sé si ya te habías dado cuenta...

Por supuesto que lo sabía, ella le había enseñado eso. Le agradeció a Santiago y se fue hacia el jardín. Era increíble que tuviera la libertad de estar allí como si se tratase de su propia casa.

La estrella y la luna | GLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora