31. Caminata

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Esto no puede ser peor, ¿Pero qué digo?. Claro que puede ser peor, Matt podría nunca despertar, o perder la lucha contra su lobo y convertirse en un cascarón vacío. Hay muchas cosas peores que pasar cuatro días inconsciente.

Dejo el paño húmedo a un lado y empiezo a ponerle un nuevo pijama.

¡Listo!.

Limpio y fresco como una lechuga. Dejo un beso sobre sus labios resecos y me dirijo al baño para dejar el paño, el jabón y la palangana. Pongo la toalla en su lugar y salgo de la habitación con dirección a la de Jaylen, donde Betty se encuentra también inconsciente.

Doy varios toquecitos en la puerta esperando el permiso de mi hermano.

Me adentro cuando este llega. Resulta que él también acaba de asearla.

Me ofrecí a hacerlo yo, pero el muy terco se negó siempre que intenté ofrecerme. Él es su mate, ¿Qué se le va a hacer?.

Me adentro en silencio hasta estar al borde de la cama.

-¿Cómo está? - hablo en un susurro mientras escudriño su rostro. Al igual que Matt, Betty solo parece estar dormida.

- Sigue igual, no se mueve, su rostro no realiza el más mínimo movimiento, apenas respira - sus ojeras dejan mucho que desear, estos días Jayden y papá se han hecho cargo de la manada en ausencia de mi hermano.

Se le haría imposible ocuparse de la manada en ese estado.

- El doctor dijo que estaban bien, que por el momento estaban fuera de peligro - soy una hipócrita, le digo palabras de consuelos vacías sabiendo que yo misma estoy a punto de colapsar, pero no puedo dejarlo hundir así nada más - por algo volvimos a la manada al día siguiente del ritual, para que el doctor pueda tenerlos vigilados. Tenemos que confiar en él.

Jaylen asiente, Pero sé que mis palabras no causaron ningún alivio en él.

No importa lo que digan mamá y papá, nuestros tíos, los primos, el doctor, la misma diosa luna podría hablarnos y lo único que logrará reconfortarnos será ver a nuestros mates despertar de esa maldita insconciencia.

Eso sería lo único que le traería paz a nuestras almas, a nuestros lobos.

Estos cuatro días Aura ni siquiera a querido salir a correr por el bosque. Eso es preocupante.

Decido bajar un momento a la cocina, mi apetito a disminuído, pero soy lo suficientemente grandecita como para saber que debo comer algo, porque no hacerlo no me conducirá a nada bueno.

-¿Me sirves? - Olivia voltea hacia el origen de mi voz.

- A la orden - realiza un ademan que intenta imitar una seña militar, sonrió tomando asiento junto al desayunador.

-¿Dónde están los tío?, ¿Vinieron contigo? - ella asiente.

- Ya conoces al alpha y la luna
Langley - dice refiriéndose a sus
padres - dicen que en una situación como esta debemos estar más unidos que nunca - como si ella no fuera igual.

Nos dedicamos a comer en silencio, uno cómodo, lleno de reflexión.

Luego de terminar Oliv me invita a caminar, y apesar de que lo dudé por un largo rato, terminé aceptando.

Salimos y nos encontramos con sus padres.

- Narita - el tío Marcus abre los brazos a la espera de que me acerque, y eso
hago - he aquí mi favorita - bromea mientras me da palmaditas en la
cabeza. Eso solía enfurecer a Oliv cuando éramos unas cachorras, menos mal que ya no es así - no te desalientes, ese muchacho no pasará toda una semana dormido, despertará en el momento en que menos te lo esperes.

Contra viento y marea. {segundo libro de una sirena para el alpha}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora