6.

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—Petrus, ¡ya estoy en casa!

Katherina llegó a la mansión, había considerado quedarse con sus amigas, pero sintió una extraña angustia, como si algo malo estuviera a punto de pasar, para ella, esos síntomas solo significaban que su hermano se había metido en problemas o que algo le sucedía, lo atribuía a Petrus ya que las últimas veces que se sintió de esa forma algo sucedía con él. Esperó verlo al asomarse a la sala, todo estaba en silencio y aunque su hermano últimamente se había vuelto impredecible, él casi siempre se encontraba en casa a esa hora.

Al momento en que se aproximó a la cocina observó latas de cerveza vacías sobre la mesa, era evidente que había tenido visita y que no se había molestado en limpiar, era el día libre de Marta, el ama de llaves, pero a Petrus no pareció importarle el desorden.

—Petrus, sé que estás aquí, Anthony fue por mí y me aseguró que te había traído a la mansión. Te traje un poco de comida china.

Comenzaba a preocuparle que su hermano no respondiera, pensó que posiblemente había salido a quién sabe que lugar y eso provocó que comenzara a sentir una preocupación un poco psicótica. Se olvidó de la comida china dejándola sobre la mesa y rápidamente se dirigió a la habitación de Petrus, por un momento pensó lo peor.

Al subir las escaleras y caminar por ese pasillo que comenzaba a resultarle interminable observó que la puerta de su habitación estaba a medio abrir, se miraba oscuro en el interior, así que decidió entrar no importando lo que se encontrara dentro, palideció al ver a Petrus tirado en el suelo al medio de la habitación junto a todas las cosas que estaban rodeándolo, el lugar estaba hecho un caos, pero se olvidó de eso y se dirigió a su hermano casi tropezando por los objetos en el piso.

—Petrus, maldita sea... —su primera reacción fue tomarle el pulso, siendo un alivio el que tuviera, por instantes creyó que estaba muerto, sus manos tomaron su rostro y apartó los mechones de sus cabellos negros para ver su rostro, estaba parcialmente inconsciente, abría los ojos con mucha dificultad— Tranquilo, llamaré a James o a Keanu.

Sus manos temblaban pero logró sostener su teléfono para buscar el contacto de cualquiera de los dos. Sin embargo, Petrus se lo impidió, con su mano sostuvo su muñeca y la apartó del teléfono, provocando que este se le cayera de la mano.

—No... Estoy bien, solo tomé demasiado y me quedé dormido...

La voz de Petrus se escuchaba descoordinada, a pesar de que lo que dijo fueron palabras claras, su lengua se trataba.

—¿Qué significa esto? ¿Qué hiciste?

—Por favor... No ahora, solo quiero dormir, ayúdame a ir a la cama, todo me da vueltas...

El psiquiatra de Petrus había hablado con Katherina respecto a cómo debía actuar si alguna vez encontraba a Petrus en esas circunstancias, lo mejor era no preguntarle nada, tampoco contradecir lo que dijera, en ese estado él no lograba ser racional o comprensivo, al contrario, podría empeorar la situación, por lo que decidió ayudarle, no es que esa fuera una tarea fácil, pese a que Katherina tenía fuerza, Petrus pesaba demasiado como para que ella pudiera cargar con todo su peso. Como le fue posible le ayudó a ponerse de pie, él apenas podía sostenerse, solo arrastraba sus pies procurando dar algunos pasos. Cuándo Katherina no pudo más lo empujó un poco para que cayera sobre la cama boca arriba, al hacer esto de la mano de Petrus cayó un cuaderno pequeño, esto captó la atención de su hermana, especialmente porque ese cuaderno tenía la letra "P" grabada en la pasta de cuero.

Se inclinó hacia el suelo para tomarlo, lo ojeó apresuradamente dándose cuenta que no era un cuaderno común y corriente, sino, un diario. Katherina solo tenía dos opciones, dejar ese diario donde estaba o leerlo para comprender lo que realmente pasaba por la mente de Petrus. Eligió la segunda opción.

CABELLOS NEGROS. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora