28.

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Él no pretendió buscar en sus sueños a su padre, pero él llegó a Petrus esa noche.

Dormía en su habitación, pero no estaba solo, junto a él se encontraba Ava. La luz estaba apagada, todo estaba en silencio, excepto por el sonido de las agujas del reloj y las hojas de los árboles moverse al son del viento en las afueras. El cosquilleo de sus pies y de sus piernas se hizo presente, su cuerpo se entumeció de la nada, estaba rígido, y esa sensación lo obligó a despertarse repentinamente.

Sus ojos se abrieron, pero no podía mover su cuerpo, él quería levantarse de la cama, pero no pudo. Miró a todas partes, al techo, a Ava a su lado, a las enormes ventanas. Con dificultad logró visualizar su escritorio, para su sorpresa, la silla no estaba vacía, un hombre se encontraba sentado de espaldas. Se escuchaba el sonido de páginas de papel siendo manipuladas, Petrus trató de mover su cabeza hacia adelante para ver con más claridad lo que sucedía, logrando vislumbrar que ese hombre leía su diario, pasaba las páginas tan rápido, como si fuera una maquina con movimientos robotizados que no se detenía.

—¿Quién eres?

Preguntó, creyendo que sus palabras habían sido escuchadas, pero en realidad solo fue capaz de soltar gemidos en vez de palabras.
Ava no escuchó nada, pero el hombre que estaba sentado sí, detuvo sus movimientos y se quedó paralizado.

—¿Quién eres? ¿qué quieres?

Volvió a hablar Petrus, provocando que el hombre se pusiera de pie, tomó el diario entre sus manos. La habitación era tan oscura en esos momentos como para poder visualizar su aspecto o sus rasgos, pero al acercarse, Petrus supo perfectamente quién era él.

—¿Papá...?

—Mírate, eres un fracaso que lo tiene todo pero a la vez no tiene nada.

—...

Su voz era distinta a la que él recordaba, sonaba más gruesa. Sus cuencas estaban vacías, salía espuma negra de su boca y su piel era extremadamente pálida. Emeritus se aproximó a Petrus y subió a la cama, colocándose a horcajadas de él, por más que quiso moverse, no pudo.

—Petrus, hijo mío, eres una vergüenza para mí y serás una vergüenza para tu hijo. Si tan solo me hubieras hecho caso, si tan solo hubieras hecho lo que te dije aquella noche todo sería distinto...

—No.

Su padre cambió su expresión, su rostro reflejaba molestia, sus cejas estaban prácticamente pegadas a sus ojos y gruñó.

—Eres un mal agradecido.

—Y tú un manipulador.

—Igual que tú, es lo que somos, lo que siempre seremos.

—No soy igual que tú.

—No, eres peor.

Alzó su diario y al hacerlo este se comenzó a derretir, tal y como la fotografía se había derretido en aquel sueño, la diferencia era que, parecía cera derretida de una vela, estaba caliente, fue capaz de sentir la temperatura de ese líquido cuando cayó hacia su pecho, Petrus se quejaba del dolor. Cerró sus ojos e hizo lo imposible por moverse, al conseguirlo, sus ojos se abrieron, dándose cuenta de que su padre ya no estaba ahí, y que todo había sido un sueño.

Un sueño lúcido.

Se sentó sobre la cama con brusquedad, completamente exaltado y se apresuró a revisar su pecho, sentía las quemaduras pero no tenía nada.
Ava se despertó y encendió la lámpara de la mesa de noche.

—¿Qué sucede?

Petrus estaba sudando, su temperatura corporal había incrementado, Ava lo supo ya que con sus manos tocó su brazo.

—Solo fue una pesadilla...

—¿Sobre qué?

—No quiero hablar de eso.

—Petrus, dime...

—No. No quiero hablar de eso, Ava, entiéndelo.

Petrus se levantó de la cama y fue hacia el balcón de la habitación, al abrir la puerta el aire fresco golpeó su rostro con rudeza, respiró profundamente, tratando de relajarse un poco. Haber soñado con su padre fue algo que le pasó por primera vez en muchísimo tiempo. Ava se acercó a él con cuidado, rodeándolo con sus brazos.

—Sé que hay algo que te atormenta, te he dicho muchas veces que puedes decirme qué pasa, pero ya no me cuentas nada.

La miró sin decir nada, lo cierto era que, el hecho de saber que iba a ser padre lo estaba consumiendo y ya no soportaba callarlo, debía decirle, esa sensación lo estaba enloqueciendo.

—¿Qué es lo que sucede? ¿Es por el concierto de mañana?

—No, no es por eso. —sus manos acariciaron las suyas— Últimamente mi padre no sale de mi cabeza.

Que Petrus mencionara a su padre la alertó, si lo había mencionado significaba que posiblemente los recuerdos traumáticos que vivió con él y todo en torno a la noche que murió ya estaban saliendo a la luz. Siempre procuraba hacer las preguntas correctas cuando mencionaba a su padre, solo de esa forma sería capaz de obtener información.

—¿La pesadilla fue sobre él?

—Sí. Había olvidado tantas cosas de él que, recordarlas me está volviendo loco.

—¿Qué cosas?

Al momento en que Ava le preguntó esto él endureció su expresión, de nuevo sin emoción alguna, sin nada que analizar en su rostro. Petrus no tenía la intención de contarle los detalles de sus recuerdos, en especial aquellos que involucraban la noche en que su padre murió, trato de ser meticuloso, ya que, no pretendía que Ava pensara mal de él.

—Sus tratos, sus abusos, sus palabras... Él solía decirme que sería un fracaso, me humilló muchas veces, humilló a mi madre, la engañó tantas veces que, cuando lo enfrenté por ello solo me gané una paliza de su parte. Nunca fue cariñoso, nunca me dijo te quiero o te amo, tampoco dijo que estaba orgulloso de mí. Cuando tenía doce años, encontré a un gato en la calle, pretendí adoptarlo, mi madre me ayudó a tenerlo en casa a escondidas de él. —Petrus sonrió, mostrando nuevamente una expresión, como si luchara por esconder sus emociones y a la vez demostrarlas— Cuando supo que el gato estaba ahí me obligó a abandonarlo en un basurero...

Ava sabía perfectamente cuál era el historial de Petrus, sabía quién era y lo que Steve había diagnosticado en él antes del accidente, pero Ava estaba conociendo una faceta que ponía en riesgo su objetivo principal, ella lograba empatizar con Petrus aún sabiendo que había sido capaz de matar a alguien. Ella no ignoraba las palabras que su padre le había dicho sobre el riesgo de involucrarse con él, pero estaba más que involucrada, Ava era consciente de que estaba en un gran riesgo, sobre todo, emocional.

—No fue un buen padre, Ava. —él continuó— Al menos no conmigo, con mi hermana las cosas fueron distintas, ella no conoció al monstruo que Emeritus Stoddard fue. Es por eso que... —estuvo a punto de mencionar lo de su futuro hijo, pero se detuvo por largos segundos— Ava... ¿Qué sientes por mí?

Ella no imaginó que él le haría esa pregunta justo en ese momento, reconocía que era hábil para evadir el tema de su padre.

Cada palabra que le había dicho sobre sus sentimientos fueron solo con el objetivo de acercarse e involucrarse con él, era parte de su misión, estaba encubierto, debía ser convincente, pero con el paso del tiempo fue capaz de sentir algo real, aunque no estaba segura de lo que era realmente. Había mentido antes, y debía hacerlo otra vez.

—Amor...

—¿Estás segura de eso?

—Lo estoy.

—Pero yo no sé qué es el amor. Explícamelo.

La lucha interna de Petrus lograba descolocarla pese a que sabía por lo que estaba atravesando, a veces parecía un hombre vulnerable y otras veces completamente cruel. Cualquier mujer al escuchar sus palabras habría sentido un profundo dolor, acababa de expresar su amor y él le confesó que no sabía lo que era, eso pondría en jaque a cualquiera, pero Ava sabía a lo que se estaba enfrentando.

—Es estar al lado de la persona que quieres, apoyarla, sostenerla, levantarla cuando cae y seguir adelante con ella, hacerla parte de tu vida, anhelar su bienestar, su felicidad, ser su lugar seguro...

—Apoyar... ¿Tu me apoyarás?

—Lo haré siempre, así como tú me has apoyado a mí.

—¿Aunque te haya fallado?

—¿A qué te refieres?

Petrus dio media vuelta para quedar frente a Ava, con sus manos tomó su rostro y la miró fijamente, de nuevo, con una expresión indescifrable.

—Ava... No me dejes...

—No lo haré. Pero dime qué sucede.

—Cometí un error, yo... Te engañé hace meses, ella está embarazada y yo estoy aterrado... Ava, perdóname. Pero no me dejes...

Ava había sido entrenada para controlar sus emociones, sabía cómo actuar bajo estas circunstancias, pero no fue preparada para afrontar algo de esta magnitud cuando ya comenzaba a sentir algo por Petrus, enterarse de esa noticia la descompuso, por un momento dudó en cómo manejarlo, pero, recordó las palabras de Steve: Te mira como Samara, la proyecta en ti. Recordar esas palabras le ayudaron a olvidarse de sus emociones y de sus sentimientos para centrarse en lo que debía hacer, por más difícil que le resultara, debía seguir ahí hasta conseguir la confesión o algo que confirmara su implicación con la muerte de su padre. Se obligó a sí misma a seguir ahí, a pesar de que estaba plenamente consciente de que ya había caído ante los encantos de Petrus.

Se había enamorado de una falsa ilusión, de un falso Petrus.
*  *

—Pensé que ya no volvería a saber de ti, ignoras mis llamadas y mis mensajes, he ido a tu mansión tratando de ser discreta, pero tú hermana me pide, aunque amablemente, que me vaya.

—No vayas más, Dagmar.

—¿Y qué pretendes que haga? Sé cómo manejar esto pero me siento frustrada. Le pedí el divorcio a Stanley y no quiere dármelo, tampoco quiere estar conmigo, ni siquiera cerca de mi, se fue de la casa y tú no respondes, no sé qué hacer, esto es totalmente nuevo para mí, es como si no te importara. No es solo mi responsabilidad, también es tuya.

Petrus miraba por el espejo retrovisor y los laterales, asegurándose de que no los sorprendiera algún paparazzi.

—Lo sé, no estoy negándome, no me he ido, no te he dicho que no es mi responsabilidad, pero hablas como si estuviera dispuesto a negar mi maldita paternidad.

—¿Ya le dijiste a Ava?

—Lo sabe, no pude seguir ocultándolo, no me ha dejado tranquilo el hecho de saber que tendré un hijo.

—¿Y qué dijo? ¿Te va a dejar?

—Por supuesto que no, me perdonó, aunque dijo que le tomaría tiempo, me apoyará.

—¿Qué quieres decir? ¿Seguirás con ella?

—Claro que seguiré con ella, Ava es con la única persona que puedo ver un futuro, el hecho de que tu lleves a mi hijo en tu vientre no te convierte en mi interés amoroso, siempre lo supiste, desde la primera vez que estuvimos juntos, solo fue porque ambos queríamos usar al otro, ¿lo olvidaste?

—Yo creí que...

—¿Qué? ¿Qué fue lo que creíste? ¿Qué me había enamorado de ti y que me olvidaría de Ava?

Ella estaba sentada en el asiento del copiloto mientras que él en el asiento del conductor, había aparcado el auto en el parqueo de la plaza donde Dagmar mantenía su negocio.

—¿Te enamoraste de mí, Dagmar? —volvió a preguntar, ella estaba callada, no tenía intención de responder— Dímelo.

—Yo siempre estuve enamorada de ti, te dije que más allá de ser una periodista era una fanática, ¿eso no te dio alguna pista?

—Dagmar, he estado con muchas fanáticas a lo largo de mi carrera, lo sabías.

—Guardé la esperanza de ser esa fanática que sería capaz de enamorar al famoso.

—Te dije que no me idealizaras, que no confiaras en mí, te lo advertí, ¿y ahora me dices esto?

—Estar contigo me hizo sentir como una adolescente de nuevo.

—Pero ya no somos adolescentes, y aún así cometimos un error. Por fortuna, soy un hombre que se hace responsable de sus errores.

—¿Cómo puedes llamarlo un error?

—Es lo que es, yo no tenía en mente ser padre.

—Pero yo sí quería ser madre...

En ese momento Petrus analizó la situación, dándose cuenta de que Dagmar no solo lo usó como un reemplazo sexual de su marido, sino que, ella quería tener un hijo ya que Stanley no se lo podría dar.

—Ahora entiendo. ¿Tu plan siempre fue ese, no es así? —Petrus rio con amargura mientras apretaba con sus manos el volante— ¿Como pude ser tan estúpido como para no verlo? Desde el momento en que me dijiste que él era infértil tuve que haberme dado cuenta, pero no lo hice. Qué astuta eres Dagmar, vaya... Incluso me superaste, lograste tu objetivo muy rápido, felicidades.

—Petrus, no es lo que piensas.

—¿Te atreverás a negarlo?

Ella no dijo nada, solo miró por la ventana, Petrus tuvo razón al suponer eso. Él es el hombre que cualquier mujer querría tener por su imponente físico y deslumbrante atractivo, sin embargo, Dagmar siempre tuvo la intención de llevar las cosas más allá con él, Petrus también tuvo esa intención, pero solo para asegurar esa alianza, en cambio ella quiso involucrarse, con la esperanza de formar una familia con él, ese plan había sido demasiado astuto y calculador de su parte, o lo suficientemente ingenuo e idealista conociendo la reputación de Petrus.

—No me juzgues, por favor.

—¿Juzgar? ¿Crees que ese es mi rol aquí? ¿Juzgarte? Seré el padre de tu hijo, soy más que solo el juez de tus actos. Pero no te preocupes, no voy a abandonar a ese bebé, sin embargo, quiero que te quede claro que no estoy interesado en formalizar una familia a tu lado, si tu plan era ese, olvídalo de inmediato. No dejaré a Ava, me haré cargo de mi hijo y de ti durante el embarazo, pero luego, solo me haré cargo del bebé.

Dagmar no pudo evitar llorar al escuchar sus palabras. Intentó tomar su mano, pero él no lo permitió.

—Petrus, perdóname... Por favor.

—Es muy tarde para eso, Dagmar.

CABELLOS NEGROS. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora