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La relación entre Ava y Petrus dio un salto significativo hacia la complicidad. Petrus visitaba el refugio solamente los sábados, pero desde que tuvo aquella conversación con Ava en la que le entregó su collar, llegaba con más frecuencia a visitarla. Hubo algo que los condujo a ser más cercanos que antes, si bien, ellos ya tenían una conexión indiscutible, en el transcurso de las semanas las cosas escalaron a grandes proporciones, él la consideraba una confidente y su lugar seguro, mientras que ella comenzaba a enamorarse de él.

Ambos se encontraban dentro de ese salón abandonado de la guardería, el que últimamente se había convertido en un refugio para él.

Un refugio para ambos.

—¿Por qué te das por vencido así de rápido? —Ava le miraba fijamente, con una expresión que denotaba dulzura— Alguien me dijo una vez que el momento en el que sientes que lo que quieres está lejos, es cuando más cerca está.

—¿Quién te lo dijo?

Preguntó él, su cabeza se apoyaba en el respaldo del sofá, veía hacia el techo plagado de estrellas y planetas fluorescentes, mientras que Ava estaba sobre él, sentada en su regazo apoyando su cabeza contra su pecho, él rodeaba su cintura, ignorando lo liviana que era.

—Lo olvidé... Pero esas palabras siempre me han acompañado. También quise rendirme, infinidad de veces, pero no permití que mi emoción me doblegara, seguí y seguí, hasta conseguir lo que quería.

Mike le había regalado una radio vieja, se reproducía una canción que ninguno de los dos reconocía, a Ava le encantaba la música y quería compartir eso con Petrus.

—¿Y qué querías conseguir?

—Mi libertad, mi independencia de cualquier sustancia, y lo obtuve. —ella sonrió y tocó con sutileza el collar de corazón— Me aferré a este collar creyendo firmemente que si siempre lo llevaba conmigo todo saldría bien, quizás solo fue algo psicológico, pero representó un símbolo de voluntad y fortaleza. Ahora que es tuyo debes darle tu propio significado. Petrus, creo que no debes ser tan duro con tu hermana, la noche que sufriste ese colapso ella vino por ti, pude ver el temor a perderte reflejado en sus ojos, ella quiere que estés bien. Yo quiero lo mismo.

Petrus suspiró. Ya no miraba al techo, la veía a ella.

—Quizás no comprendo ese significado, Ava, querer y ser querido, quizás por eso el amor ha significado tan poco para mí. He estado rodeado de personas que se preocupan por mí y harían cualquier cosa por mí, pero no soy capaz de verlo, no soy capaz de entender la dimensión de ese sentimiento.

Ava meditó por unos momentos, escogiendo las palabras correctas y habló.

—Puedes aprender a conocerlo, pero no lo harás si continuas así, agobiado.

—Hay muchas cosas que me causan eso.

—En especial esa chica que no recuerdas. ¿Por qué no haces un último intento por buscarla dentro de tus sueños?

—¿De qué sirve intentarlo? Pasé semanas intentándolo, traté de pensar en que eso es real y no solo una simple estupidez.

—Tal vez no creíste lo suficiente. ¿Es tan importante para ti recordarla, Petrus? ¿Cambiará algo? ¿Has considerado eso?

—No.

—Inténtalo una última vez, si no funciona olvídalo.

—Ese es el problema, Ava, no puedo olvidarme de eso, menos ahora que sé que es real.

Ava se acomodó irguiendo su postura, colocó ambas manos sobre sus hombros, su expresión cambió por completo volviéndose más seria de lo que ella suele mostrarse. Su miraba se tornó intensa.

CABELLOS NEGROS. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora