22.

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Sus respiraciones eran agitadas, en esa pequeña habitación de tan solo dos metros cuadrados sintieron una terrible sofocación, especialmente por el vapor que se concentraba en el lugar, la humedad de sus cuerpos se desbordaba al emplear aquellos necesitados movimientos. Petrus había dejado caer su cabeza hacia atrás apoyando su cuello en el respaldo de ese sofá, mientras que Dagmar estaba sobre él, sosteniéndose con fuerza de sus hombros.

Sus uñas se clavaron en su piel en tanto la corriente electrizante los colmó a ambos, Dagmar solo dejó escapar un pequeño grito ahogado, en lo que Petrus dejaba de sostener su cintura, llevando sus manos a su frente para apartar los mechones de cabello húmedo que caían sobre su rostro.

—Esto se ha vuelto tan adictivo. —mencionó ella, articulando sus palabras con mucha dificultad, su respiración le impidió hablar correctamente, sus piernas temblaban— Creo que ahora aceptaré el vino que me ofreciste el otro día.

Dagmar se levantó de su regazo con cuidado y salió de ese pequeño cuarto tomando con total confianza una de las camisas de Petrus para ponérsela, él solo se quedó ahí, tratando de estabilizar su respiración y sus aceleradas palpitaciones. Al momento en que decidió salir se colocó su pantalón, mientras subía su cremallera caminó hacia el comedor en donde estaba Dagmar sosteniendo una copa de vino.

—¿Tu marido no ha sospechado de esto?

—No. Stanley es un hombre muy listo para los negocios, pero para estos temas es poco hábil, me las he sabido arreglar para organizar estas escapadas y venir aquí, aunque aún temo que seamos descubiertos. —le brindó un trago a su copa— ¿Qué tal todo con Ava? ¿Sospecha algo?

—Para nada, es demasiado ingenua como para imaginar que le estoy siendo infiel.

—Hablas con tanto cinismo sobre esto, ¿te has dado cuenta? Eres un descarado.

—Me pregunto quién es más cínico, si yo por ser así, o tú por querer enrollarte con alguien como yo estando casada.

—La oportunidad de estar con un músico no se presenta todos los días, debía aprovecharlo y lo hice, ¿eso me hace una mala persona? Soy una periodista y esposa, pero también soy una mujer, tengo necesidades que lastimosamente mi esposo no puede cubrir.

—¿Y me usas por eso?

—¿Quién usa a quién? Estamos a mano, yo te ayudé a desentrañar el misterio en torno al soborno de Vincent y tu me satisfaces de esta manera. —Petrus rio— ¿Quién de los dos es más cínico, Petrus?

—Los dos sin duda.

Ambos rieron.

—¿Cuánto durará esto?

—Lo que tenga que durar, ¿o es que ya te aburriste?

—No, pero debemos ser más cautelosos si queremos seguir haciendo esto, tu relación con Ava mantiene a la expectativa a los medios, especialmente a los paparazzi, ¿qué pasaría si esto se divulga?

—Tu pierdes tu matrimonio y tu reputación. Yo solo perderé una tan sola cosa: a Ava. Y no pasará.

—Estás muy seguro de lo que dices, admiro eso de ti, sin duda lo que me dijiste en aquel bar es cierto, no eres como el resto de famosos.

—¿Ya lo notaste?

—Es lo que me has demostrado.

—¿Solo por haber tenido sexo?

—Quizás eso ha influido, soy una fanática desenfrenada también, fantaseé por mucho tiempo con este momento, admito que ese día en la conferencia usé algunas cartas del juego a mi favor para involucrarme contigo.

CABELLOS NEGROS. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora