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[25 de octubre, 1999. 5:00 pm. He aparcado el auto a unos cuantos metros de la casa de Dagmar, llevo aquí un largo rato, observando lo que acontece en el entorno, quedamos en reunirnos a las 6:00 pm, pero he estado aquí desde hace más de media hora. Un auto rojo se estacionó al frente, ella salió de la casa llevando a Landon en brazos y se lo entregó a su madre.

Noté algo peculiar en el aspecto de Dagmar, luce descuidada, la última vez que la vi en la mansión no tenía ese aspecto, no sé qué le sucede pero en menos de dos semanas cambió, a simple vista pude notar cuan afectada está, sé que toda esta situación la tiene al borde del colapso mental, se lo habría dejado pasar si no hubiera puesto a nuestro hijo en esta situación, tal como una simple carnada, el hecho de que se lo haya dado a su abuela con tal de alejarlo de mí me deja en claro cuáles son sus intenciones.

5:10 pm. Aún faltan cuarenta minutos, pero no esperaré tanto. Tengo las llaves de la casa, no pretendo entrar por la puerta de adelante, sino, por la del jardín de atrás, no le he enviado ningún mensaje, no le he llamado.
Llegaré minutos antes, quizás le emocione verme ahí antes de la hora acordada.]

Petrus guardó su diario en la guantera del auto, y luego bajó. Caminó con despreocupación por los jardines traseros de las casas aledañas a la de Dagmar, solo le tomó unos pocos minutos estar en el pórtico, frente a esa puerta de vidrio que pocas veces solía estar cerrada. Se aseguró de que nadie lo viera. Sus ojos estudiaron su entorno, percatándose que no había nadie cerca en ese momento, antes de entrar miró nuevamente su reloj, marcaban las cinco con doce minutos. Abrió la puerta, se dirigió por la cocina hasta llegar a la sala de estar, Dagmar estaba sentada en el sofá viendo la televisión. En la mesa pequeña frente al sofá reposaban dos botellas de ron, una llena y otra a medio llenar.

Cuando Dagmar reparó en su presencia se levantó del sofá y fue hacia él para abrazarlo, sus labios buscaban besar su cuello, pero él tomó sus hombros con sus manos y la apartó con brusquedad.

—Tranquila, estás tomada.

—Estoy bien, solo fueron algunos tragos. En verdad necesitaba verte...

—¿Dónde está Landon?

—Mi madre lo llevó a dar un paseo.

—¿Le dijiste que ibas a hablar conmigo?

—Por supuesto que no, nadie sabe que vendrías, si mi mamá se daba cuenta de eso era capaz de quedarse esperando a que vinieras.

—¿Acaso teme que pueda hacerte algo? —él dejó escapar una risa— Sería lo único que podría faltarme.

—No, pero ha querido hablar contigo unas cuantas cosas desde hace un tiempo.

Él no dijo nada y caminó hasta el sofá para tomar asiento, ella lo siguió y se sentó a su lado.

—No es de Landon de quien quieres hablar, ¿verdad?

Dagmar agachó su cabeza y miró sus manos que reposaban sobre su regazo, su cabeza se movía de un lado a otro mientras sus dedos se entrelazaban entre sí. Luego alzó su mirada buscando hacer contacto visual con él.

—Petrus, sepárate de Ava...

—¿De nuevo, Dagmar? Estoy cansado que me digas eso una y otra vez.

—Entiéndeme, quiero que estés conmigo.

—Entiéndeme a mí, yo no te amo, no me enamoré de ti, no te quiero, maldita sea. —su mano se contrajo y presionó su puño contra el sofá en un intento por contener la molestia que comenzaba a sentir— No representas nada en mi vida más que ser la madre de mi hijo y eso es todo.

CABELLOS NEGROS. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora