—Vámonos —dijo en voz baja. No me moví. —Mírame —. Su voz ronca me hizo reaccionar. Su mirada profunda transmitía muchas cosas pero no sabía identificar que quería decirme. Caminé de la mano de Archie para volver. El nunca me soltó.
—Gracias —dije cuando volvimos al salón de entrenamiento.
—Déjame llevarte a tu casa —dijo inexpresivo. En ese momento Megan se acercó.
—Disculpa, podría hacerle unas preguntas a Archie?—preguntó mirándome. La miré sorprendida. —Es para el periódico —soltó.
—Que sea el lunes. Ahora llevaré a Ela a su casa —dijo Archie. Las facciones de Megan se endurecieron y asintió.
—No puedo irme ahora—comenté. El frunció el ceño. —La lavandería —mencioné.
—Vamos—dijo tomando su mochila del suelo. —Te acompañaré a la lavandería y luego te llevaré a tu casa —. No dije nada más. Había quedado atónita con la escena de hacía un rato. Mi corazón se estrujó un poquito pero no me dolió. Casi caigo en el engaño. Sebastián tenía razón cuando dijo que yo era ingenua, que debía despertar.
Caminamos a paso lento por los pasillos del colegio hasta llegar a la lavandería. Ninguno de los dos dijo nada. Archie aferrado a los bordes de su mochila deportiva y yo aferrada a la idea de que esta enorme camisa pronto quedaría en el olvido.
—Quieres acompañarme a un evento de golf?—preguntó Archie dejándome sorprendida. Paré en seco y lo miré. Sus ojos azules como el mar me estaban comiendo el alma. Tragué saliva. Quería besarlo. Como era eso posible?.
—Porque te acompañaría a un evento de golf?—pregunté estupefacta.
—Me aburre ir solo —contestó. Comencé a caminar de prisa como si pudiera perderlo de visto, sabiendo que quien me llevaría a casa sería el. Me giré para mirarlo y Archie estaba de pie al menos a diez pasos de distancia. El no se movió. Tragué saliva nuevamente y me acerqué.
—Que edad tienes?—pregunté curiosa. El arqueo una ceja.
—Veinticuatro—dijo cortante. Hubo silencio y él lo rompió. —Y entonces?—pregunto.
—Yo...—comencé.
—No me digas tu edad —dijo el. Tenía la misma edad de su hermana, el ya lo sabía. Pero sabía que si escuchaba mi edad directamente desde mi boca ni siquiera querría asomarse al balcón de nuevo.
—Este era el favor que necesitabas si me ayudabas?— serio e inexpresivo negó con la cabeza.
—Mi empresa abrió un salón para niños durante la tarde. Así los empleados pueden ir a trabajar toda su jornada sin interrupciones ni excusas de que no tienen niñera para sus hijos. La persona contratada para que los atienda no puede con ellos y aveces los gritos de los niños llegan a mi oficina y me molesta —contestó. Fruncí el ceño y él volvió a arquear una ceja.
—Y quieres que yo sea la niñera?—pregunte. Archie sonrió.
—Tienes cara de que eres buena con los niños. Solo quiero que seas la asistente de la chica encargada —mencionó.
—Ni siquiera sé agarrar un bate, porque pensarías que puedo cuidar a un niño? —. Él se encogió de hombros. Yo necesitaba que él me ayudara, yo necesitaba saber qué era lo que estaba pasando con mi padre.
—Bien, pues buscaré a otra niñera. Pero no te ayudaré —dijo continuando su camino a la lavandería. Quedé pensando un instante. Era en las tardes y solo por un tiempo que podría salir mal? . Me apresuré para alcanzarlo.
—Espera, espera. Lo haré —dije de prisa haciéndolo girar sobre sus talones parando en seco. Mi cara chocó con su pecho y él miró hacia abajo. Nuestras miradas se encontraron y me puse nerviosa. Archie, suavemente tomó un cabello que estorbaba en mi cara y lo retiró colocándolo detrás de mi oreja. Pensé que me iba a besar pero eso no sucedió.
—Dime en que necesitas mi ayuda y lo haré—dijo con voz ronca. Aún estábamos demasiado cerca. Su nuez de Adán se movió. Se esforzaba por que no notara que se le hacía difícil tragar saliva. Las piernas me comenzaron a temblar pero no sentí miedo. Mi teléfono sonó haciéndome saltar del susto. Aleje mi cuerpo del de Archie y tome el teléfono. Sebastián había llamado para informarme que mi padre había llegado. Miré a Archie, estaba sacando un cigarrillo de su bolsillo.
—Hey, no puedes fumar aquí —dije despegando el teléfono de mi oreja. El me miró de inmediato. El cigarrillo ya estaba en sus labios pero aún no estaba encendido.
—Te espero afuera —dijo caminando para salir.
—Con quien hablas?—preguntó Sebastián al otro lado de la línea.
—Lo siento, estoy en la lavandería del colegio. Ya pronto iré a casa —dije y colgué la llamada. Tomé las toallas y las coloqué en una bolsa nueva. Me dirige a el salón de entrenamiento. Coloqué las toallas en la tablilla y me giré. Archie traía la nevera de agua vacía. —Gracias —dije haciéndolo sonreír. Tome mis pertenencias y seguí a Archie hasta el estacionamiento.
—Bien, ahora a casa —dijo haciéndome estremecer. Archie se detuvo frente a una Lincoln. Me sentí muy pequeña y él se paró frente a mí y abrió mi puerta. Era todo un caballero. Durante el camino ninguno habló. De echo había un silencio bastante incómodo. Poco antes de llegar a la entrada de mi hogar lo detuve.
—Podrías dejarme aquí?—pregunté suave. Archie detuvo la marcha del auto y me miró.
—Porque ?—pregunto. Lo miré pero no contesté. Su mirada hacía que me ahogara en un mar. Miré sus manos y Archie siguió mi mirada. —Cumpliré mi promesa, haré que no te conozco —. Dicho eso Archie se bajó y abrió mi puerta.
—Yo podía bajar sola —dije haciéndolo entrecerrar los ojos.
—Vamos o bajarás tarde a cenar —dijo mientras quitaba la gorra de mi cabeza y despeinaba suave mi cabello. Corrí hasta la casa y entré por la parte de la cocina. Subí las escaleras hasta mi habitación y suspiré. Rápidamente guardé la gorra y me quité la enorme camiseta. Ya se había echo de noche y mientras cepillaba mi cabello la puerta sonó.
—Ela, los invitados ya están llegando. Creo que es mejor que te apresures, no querrás disgustar a tu padre —dijo Sebastián. Me puse de pie y caminé hasta abrir la puerta. Vi a Sebastián vestido de traje y el lazo que llevaba puesto en el cuello lo hacía lucir como de la realeza.
—Nuestro padre —aclare. El rostro de Sebas se volvió sombrío. Una risa burlona salió de sus labios.
—La noche es perfecta. Baja ya —ordenó. El dio la vuelta y desapareció. Cerré la puerta y suspiré. Estaba muy nerviosa. Esa cena solo era una trampa y un trampolín al disgusto y la discusión. Salí al balcón y miré hacia el lado. En el balcón de Archie había un papel en dirección a mi. "Date prisa". Reí y salí de la habitación. Al pararme en la cima de las escaleras pronto escuché a mi padre hablar.
—Pasemos al comedor, ella bajará pronto —. Mi cuerpo se tensó al pensar en Lluvia nerviosa y me dio algo de pena. Con mi vestido de seda verde oscuro bajé las escaleras de prisa. Caminé hasta el comedor y los vi sentados esperando por mi.
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Del odio al amor hay un balcón o un violín?
Novela JuvenilEla y su familia se mudan a una nueva ciudad. Casa nueva, colegio nuevo, vida nueva y muchos problemas. Descubre que su vecino forma parte del equipo de pelota de su nuevo colegio. Su padre ambicioso quiere casarla para hacer negocios. Pero podrá El...