Desde pequeña visualicé el amor como el típico cuento de hadas. Flores y salidas a restaurantes. De la mano y besos en la frente. Te quiero antes del sexo y te quiero después del sexo. Pensaba en el amor y me hacía elevar. Era como un algodón de azúcar, suave y dulce. Veía a mis padres con ese amor y yo también quería tener uno igual. Eran el reflejo perfecto de dos enamorados. En ocasiones me preguntaba porque mi hermano era tan rebelde, si lo teníamos todo. Nuestros padres eran buenos, se amaban y nos amaban. Pero él prefería faltar a las reuniones familiares y escogía quedarse en la oficina a trabajar que una noche de películas.
Las cosas habían cambiado hacía un año atrás. Mi padre viajaba mucho por trabajo y casi no estaba en la casa. Mi madre lo tomó bien al principio. Nunca faltaban las videollamadas y los regalos. Luego de un tiempo ya no habían tantas videollamadas y los regalos no llegaban. Ella cayó en la maldita depresión y comenzó a trabajar más de la cuenta agotando todas sus fuerzas. Mis noches de películas comenzaron a ser a solas y mis desayunos también. De vez en cuando podía cenar con Sebas en esos días que llegaba a tiempo a la casa.
—Amor —escuché a mi mamá hablarle a mi hermano con voz dulce pero él no respondió, a raíz de su inminente enojo. —Sebas—dijo esta vez mi madre mas fuerte esforzando su garganta.
—Diga —contestó de mala manera.
—Necesitamos hablar, podrías quitarte los audífonos aunque sea un minuto? —refutó cansada. Sebas se los quitó a regañadientes y la miró. Cómo era posible que a sus veinticinco años aún había que hablarle fuerte?.
—Listo —dijo poniéndose derecho en la silla del comedor. Su semblante exudaba molestia e ipso facto quedó en silencio.
—Nos mudaremos — dijo ella pensando en miles de cosas al mismo tiempo. Empezando por la fastidiosa y dolorosa relación con mi padre.
Me sorprendió.
—Porque ? —preguntó Sebas en un grito ahogado. Joven y guapo su enojo se agravió.
—Tu padre quiere que nos mudemos. Este fin de semana vienen los camiones —explicó ella con un hastío en la voz.
—Porqué quiere que nos mudemos?. Aquí estamos bien —dijo Sebas con evidente molestia. Su semblante sombrío y su mirada oscurecida delataban la ira dentro de su ser. Sebastián estuvo a punto de mudarse solo hace poco más de cinco meses. Cuando comenzaron los problemas no llegó a firmar. Sé que lo hizo para cuidarnos. Echó a un lado la oportunidad de tener su espacio y la rechazó por nosotras.
— Tu padre lo ordenó y nosotros lo haremos —dijo mi madre sentándose en la mesa. Sebas se puso de pie rápidamente. La luz del comedor se hacía molesta y por momentos tenías que abrir y cerrar los ojos. O simplemente el echo de la acalorada conversación te invitaba a cerrar los ojos para soñar que estabas en otro lugar.
—Se me quitó el hambre —dijo tirando la servilleta a la mesa.
—Hey, vuelve aquí —gritó mi madre. Pero Sebas no se detuvo. Mi hermano dejó arrastras un mal sabor en el comedor.
—Déjalo madre, no será fácil para él entiéndelo —solté suave intentando apaciguar los horribles sentimientos que estaban floreciendo.
Ahí comenzó mi osadía. Llegó el fin de semana y con el fin de semana los camiones. Casa nueva , colegio nuevo, vida nueva y muchos problemas. La casa nueva quedaba bastante lejos de nuestra antigua casa. Era como mudarse de país. Nuestro nuevo hogar era grande y cómodo. Tenía un hermoso jardín cercado con al menos cinco pies de altura que lo dividía de un enorme y robusto bosque. Mi habitación tenía un balcón que daba hacia el bosque y estaba segura de que en la noche la vista al cielo sería increíble.
—Aun no entiendo porqué nos teníamos que mudar —mencionó Sebas en el balcón de mi nueva recámara. Absorto en sus pensamientos miraba hacia el bosque.
—Tal vez papá tiene un trabajo nuevo por esta área —contesté.
—No le creo nada —refutó entrecerrando los ojos.
—A qué te refieres? —pregunté inocente.
—Es que no te has dado cuenta? —preguntó él. No quería ni imaginar que cosas rondaban la cabeza de Sebas. Chico bebedor que finge ser el hijo perfecto. Trabajador y respetuoso y aunque si lo era, era más.
—No estarás pensando que —comencé con atisbo de duda. Me interrumpió rápidamente.
—La está engañando —soltó sin pelos en la lengua.
—Que se te haga la boca chicharrón Sebas —. Él se acercó a mí y pegó su frente con la mía.
—Deja de ser tan ingenua, despierta. No estás en un cuento de Adas. Sal de fiestas, diviértete o morirás de dolor aquí—dijo Sebas evidentemente furioso.
—El no es así, no sería capaz —refuté. Mi corazón bombeó duro. Mi alma se entristeció. Sebas tenía un hueco en su pecho. Desde cuando albergaba esos pensamientos?.
—Eres una niña todavía no entiendes nada de la vida, pero te reto a investigar —dijo alejándose de mí. Respiró profundo y se volvió a acercar. —Si sientes dolor, búscame — dijo besando mi coronilla. Sebas caminó y cerró la puerta tras él. Caí sentada en la cama, hasta creí haberme quedado sorda por unos segundos. Llegó la noche y con la noche el raciocinio.
Mi padre engañaba a mi madre, era imposible.
Salir de fiestas no sería correcto, eso sería caer en muchas tentaciones. Respiré profundo y di dos o tres vueltas en la habitación llena de cajas por desempacar. Caminé hasta el balcón, miré las estrellas y respiré aún más profundo.Paz.
Pero fue interrumpida por un ruido en el balcón de al lado. Me exalte y miré. Había un chico de cabello negro, sin camisa y el botón del mahón desabrochado con la cremallera abajo. Quedé estupefacta y mi útero revoloteó como si quisiera un bebé. Y eso que aún no tenía mi primera vez, o al menos no como se suponía.
—Hey tú, que me ves? —gritó el chico señalándome con una mano, en ella tenía un cigarro. Era indiscutible que andaba alcoholizado y quién sabe si drogado. Tapé mi boca sorprendida y corrí hasta entrar.
Moría de vergüenza.
Y ahí empezaron todos mis problemas.
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Del odio al amor hay un balcón o un violín?
Fiksi RemajaEla y su familia se mudan a una nueva ciudad. Casa nueva, colegio nuevo, vida nueva y muchos problemas. Descubre que su vecino forma parte del equipo de pelota de su nuevo colegio. Su padre ambicioso quiere casarla para hacer negocios. Pero podrá El...