Capitulo 36 ( Señor Bennet )

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—Ya tienes tus cosas?. Nos vamos —dijo Archie mirándome. Asentí y nos dirigimos a su vehículo.

—Otro? —pregunté cuando se detuvo frente a un Cadillac celestiq color azul. El sonrió y abrió la cajuela del auto, colocó su mochila deportiva y mi mochila del colegio.

—Este será tuyo —comentó. No dije nada puesto que en realidad el auto era mucho para mí y no me gustaba. Nos dirigimos a su empresa y entramos por la parte de atrás.

—Porque entramos por aquí ?— pregunte curiosa.

—El vestidor queda muy cerca si entras por aquí. Soy dueño de esta empresa, que dirían mis empleados si me ven entrando disfrazado de pelotero?. Aquí hay duchas, puedes bañarte si deseas. Ahí traes tu uniforme —dijo riendo mientras señalaba una pequeña mochila.

—Quien lo escogió? —pregunté refiriéndome al overol. No era feo pero sí muy llamativo.

—Ana —contestó sonriendo.

—Bien, no me lo esperaba —mencioné.

—Si no te molesta podemos bañarnos juntos —dijo coqueto. La aparición de  Philiph hoy me puso muy nerviosa y me trajo recuerdos que desearía olvidar para siempre. Exactamente en estos momentos solo temblaría si él me tocara. Archie no era insistente, de echo había tenido respeto y paciencia conmigo. Una palabra que pudiera describirlo sería compasivo.

—No creo que emocionalmente esté en condiciones para tal acto —dije avergonzada.

—Cariño porque pones esa cara?. Yo lo entiendo —dijo besando mi frente.

—Gracias —dije suave. El me sonrió y acarició mi mejilla.

—Es mi rol como esposo no crees?. Ahora ve a ser la mejor niñera que yo me encargaré de ser el mejor empresario y a la misma vez el mejor esposo—. Fui hasta la ducha para bañarme. Un miedo recorrió mi pecho al recordar a Archie hablando en el estudio de aquella villa. "Pequeña, me estoy enamorando". Quería vomitar en la bañera porque por mi estómago recorrían los nervios. Metí mi cabeza bajo la ducha y dejé que el agua cayera en mi cara. Después de un rato ya estaba con Ana. Hoy tocaría leer un cuento. Los niños entusiasmados escuchaban atentos mientras quietos veían las imágenes del libro. Luego del cuento logramos poner a los niños a colorear una imagen de la historia contada.

—Tu te pareces a mi mamá —dijo la niña de cabello castaño. Se me erizo la piel. Ahora que estaba casada y que tendría una vida me dio mucha tristeza no poder ser mamá. Era un vacío que esa fatídica noche dejaría en mí el resto de mi vida. En ese momento la puerta de la guardería se abrió.

—Señorita Romiu —escuché decir a Brenda con disgusto. Quería decirle, disculpa ya no soy la señorita Romiu, puede llamarme señora Bennet. Pero no era el momento.

—Si —contesté.

—El señor Bennet quiere verla —dijo algo resentida.

—Bien iré en un momento —conteste. La falda de Brenda estaba por encima de sus rodillas mostrando sus hermosas piernas. Sus lentes la hacían lucir elegante pero una vez que se los quitaba solo parecía una zorra mas.

—El señor Bennet odia esperar, si quiere recibo el mensaje por usted y le traigo el recado —dijo orgullosa y segura de que su plan funcionaría.

—No es necesario, al parecer su jefe no es tan lobo, no creo que quiera comerse a esta oveja por llegar dos minutos tarde —dije dándole la espalda. Está apretó la mandíbula con enojo y resopló.

—Bien, como guste —dijo dando media vuelta para retirarse.

—Ella necesita una lección, porque no le dice que usted en realidad es la esposa del señor?—pregunto Ana con desconcierto.

—No lo creo prudente por el momento. Fue un acuerdo muy rápido. Quiero que parezca que al menos nos conocemos y que parezca que nos enamoramos —dije limpiando la cara de uno de los niños.

—El día de la boda yo los vi bastante enamorados —dijo Ana con picardía. La miré de inmediato. En su rostro cruzaba una enorme sonrisa. Eso parecía?.

—Me gusta, pero tendré que esforzarme para conseguir que se enamore de mí. Creo que está hablando con otra chica. Quisiera pero no soy quien para enfrentarlo —confesé.

—Eres su esposa —aseguró Ana. Lo era.

—Ana, es solo un acuerdo. Nunca podría competir con algo real. El cumple su rol de esposo porque es un hombre de palabra —dije faltándome el aire.

—Ela, eres joven y bella. Tienes un futuro prometedor con él o sin él. Si él está faltando a su compromiso sea o no un acuerdo es descarado de su parte —comentó. Me invadió un extraño sentimiento y solo sonreí débil.

—Ya vuelvo, veré que necesita —Ana asintió. Caminé hasta su oficina llamando la atención de todos allí. Toque y rápidamente lo escuché.

—Adelante —dijo con voz ronca. Entré y mi alma se iluminó. Vestía un traje de tres piezas y la chaqueta descansaba en el espaldar de la silla. No levantó la mirada para observarme. Al contrario, estaba sumido en un papeleo que estaba en el escritorio. Verlo allí sentado intimidaba a cualquiera. Exudaba poder e imponencia. Guapura y demás está decir, que mucho dinero. Carraspee pero él no se inmutó en encontrar mi mirada.

—Señor Bennet solicitó mi presencia?—pregunte tranquila. En ese momento su mirada me alcanzó. Sus codos posaron en su escritorio y su barbilla descanso en sus manos. Definitivamente no se veía como el niño que pensaba que era. Sus ojos azules querían penetrar mis pensamientos.

—Porque me sigues llamando así?—pregunto adusto.

—Como?—pregunte esta vez un poco nerviosa. El río incrédulo.

—Porque sigues diciéndome señor Bennet?—pregunto.

—Porque lo eres —contesté haciendo que su expresión se volviera seria.

—Bueno pues no lo hagas más —dijo seco. Su mirada volvió a los papeles en su escritorio mientras yo recorría con la mirada su oficina. Así o mejor, sería la mía.

—Como debería llamarte? —pregunté. Su mirada aún en los papeles y su voz ronca cruzó mis oídos.

—Amor —contestó sin mirarme. Tan pronto iba a refutar el teléfono de su oficina sonó. —Estoy ocupado, que pasa?—contestó brusco. —Bien, iré de inmediato dame dos segundos —dijo antes de colgar. Se levantó de su silla y elegantemente se puso la chaqueta.

—Pasó algo? —pregunté. El me señaló.

—Tu aquí, no te muevas hasta que vuelva—dijo tranquilo.

—Y si me aburro?—pregunte. Una llamada que lo interrumpiera significaba algo grande. Tal vez se tardaba mientras yo me quedaba sin hacer nada en su oficina.

—Miras por el ventanal —contestó señalándolo. Salió de prisa de la oficina dejándome sola y desconcertada. Pasaron unos diez minutos y me aburrí. Me puse de pie y miré el ventanal. Era una hermosa vista de la ciudad. Sonreí y miré su escritorio. No tocaría nada pero me acerqué cuando una carta llamó mi atención. Entre papeles de negocios un documento resaltó. Mi corazón se detuvo de inmediato y comenzó a latir de nuevo demasiado rápido.

"Documento de adopción"

Del odio al amor hay un balcón o un violín?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora