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El cumpleaños de Sienna sin duda sería recordado por algunos años. Después de almorzar, bajó desesperadamente a la biblioteca, donde había libros de magia particularmente avanzada para su edad.

—Hija, ¿no consideras que es algo apresurado comenzar a estudiar? Ni siquiera tenemos los libros adecuados para ti —dijo su padre, observándola desde la puerta de la biblioteca.

—No voy a devorar los libros, solo necesito conocer un poco más de Hogwarts... lo más esencial.

—Comprendo, pero no tardes mucho. Tu abuelo te tiene una sorpresa, y no trates de sacarme información.

—Por Merlín, prometo no tardar y buscaré al abuelo.

Sienna recorrió con sus ojos la enorme estantería de libros llena de polvo. Con su mano, trató de limpiar un poco y se percató de un libro de abundantes hojas; su portada de color azul destacaba entre todos los libros, por lo que la curiosidad de Sienna se hizo presente.

—"El Gran Libro de las Pociones y Hechizos"  —susurró Sienna—. Contiene una variedad de recetas de pociones y hechizos para distintos propósitos mágicos.

Sienna quedó asombrada por la introducción, pero su abuelo la esperaba, así que salió de la biblioteca y subió las escaleras para llegar a su habitación y colocar el libro en su mesita de noche. Más tarde lo leería. Después de unos minutos, Sienna buscó a su abuelo, que se encontraba en el jardín.

—Abuelo, me dijo papá que te buscara.

—Querida, necesito que me acompañes al Callejón Diagon. Tengo algo para ti —contestó el abuelo—. Corre a cambiarte y no tardes.

Sienna esbozó una sonrisa, entrando a la casa para cambiarse y colocarse una capa casual. Minutos después, ella y su abuelo estaban a la entrada del callejón. Para Sienna, era uno de sus lugares favoritos; cuando era pequeña, su padre la llevaba a tomar un rico helado de Florean Fortescue, quedándose toda la tarde en aquel lindo lugar.

Su abuelo la dirigió a Ollivanders, entonces Sienna comprendió que su abuelo la llevaba a comprar su varita.

—Sienna, como regalo de cumpleaños, quiero ser yo quien te compre tu primera varita mágica. Te adoro más de lo que te imaginas, y el tener tu propia varita me hace sentirme más dichoso por ti, querida.

—Abuelo, te agradezco y siempre que tenga un triunfo con ella, recordaré tus palabras —Sienna abrazó a su abuelo, y de inmediato su olor a vainilla inundó sus fosas nasales.

Al entrar, el Sr. Ollivander quedó sorprendido. La nieta de uno de los magos más poderosos estaba frente a él.

—Srta. Grindelwald, usted ha crecido tan rápido. Aún recuerdo a su padre, un joven alto y tímido que entraba por esa puerta, pero que sin duda su herencia mágica lo convirtió en un mago extraordinario. Ahora usted seguirá la misma línea, de eso estoy seguro —dijo Ollivander mientras Sienna sonreía de felicidad.

—Mi padre lo recuerda con cariño y está muy agradecido por sus sabios consejos —comentó Sienna.

—Bien, pequeña, no perdamos el tiempo y veamos qué varita será tu compañera —el Sr. Ollivander comenzó a buscar en todas las cajas que tenía y, en especial, una le llamó la atención—. Tómala y agítala un poco.

Sienna la tomó, sorprendida debido a que la forma y medida le resultaban cómodas. Al agitarla, la habitación se iluminó y el Sr. Ollivander sonrió.

—Una varita de vid con un núcleo de fibra de corazón de dragón. Tu varita ve tu potencial; no lo desperdicies, querida.

Sienna apreciaba a más detalle su varita mientras su abuelo conversaba con el Sr. Ollivander.

Después de salir de la tienda de Ollivanders, Sienna caminaba absorta en sus pensamientos. Su abuelo había ido a retirar más dinero de Gringotts, por lo que ella deambulaba sola por aquel callejón. De repente, un empujón la hizo tambalearse hacia adelante, haciendo que perdiera el equilibrio. Se giró rápidamente, preparada para disculparse por haber chocado con alguien. La figura de un hombre alto y delgado se hizo presente; su piel era pálida, con un cabello negro y lacio que caía en mechones grasientos que enmarcaban su rostro, dándole una apariencia perpetuamente desaliñada. Sus ojos oscuros la miraban con una mezcla de sorpresa y disgusto.

—¡Cuidado! —dijo el sujeto con su voz fría y autoritaria, enderezando su túnica negra.

Sienna, aún un poco aturdida, tartamudeó una disculpa.

—L-lo siento mucho, señor. No lo vi venir.

Aquel sujeto la observó por un momento, sus ojos evaluando a la joven bruja. Finalmente, asintió con un leve gesto de cabeza.

—Ten más cuidado la próxima vez —dijo, y sin más palabras, continuó su camino, su capa ondeando tras él.

Sienna lo siguió con la mirada mientras se alejaba, su corazón aún latiendo con fuerza por el susto. No había esperado chocar de esa manera, ni siquiera sabía cómo se llamaba, pero se avergonzaba internamente por el choque. La imagen de aquel hombre misterioso y su mirada penetrante quedó grabada en su mente, recordándole que el mundo mágico estaba lleno de sorpresas, tanto buenas como inesperadas.

Al llegar a casa le mostró a su padre su varita y lo que el Sr. Ollivanders le había dicho, al terminar de conversar Sienna subió a su habilitación y comenzó con el libro que dejó pendiente en su mesa.

Secrets under the moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora