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A principios de agosto, Sienna se encontraba desesperadamente aburrida en casa. La fuga de Sirius Black había provocado que su padre, temeroso por su seguridad, le prohibiera recorrer el mundo muggle y mágico como solía hacerlo. Sin embargo, la carta de Hogwarts había llegado, y con ella la necesidad de comprar todo lo necesario para el nuevo curso. Su padre accedió a dejarla ir, pero con la condición de que fueran juntos, padre e hija. Sienna aceptó de inmediato, ansiosa por salir al fin de casa.

El resto de la semana transcurrió y el fin de semana había llegado. Sienna estaba impaciente; sería su primera salida después de semanas. El señor Lysander y Sienna usaron el medio de aparición para llegar al Callejón Diagon. Sienna aún no se acostumbraba a ese medio, debido a que al aterrizar tenía una gran jaqueca, pero cuando sus ojos visualizaron el callejón, el dolor pasó.

Sienna necesitaba nuevos libros, algunos pergaminos y tinta extra, por lo que fueron a Flourish y Blotts. Su padre insistía en comprar otro uniforme. Estas vacaciones Sienna había crecido y su uniforme pasado comenzaba a quedarle pequeño, por lo que se dirigieron a Madame Malkin.

Después de recorrer las tiendas y tener todo lo requerido en la lista, Sienna le pidió a su padre asistir a Mulpepper, la tienda donde conseguía algunos ingredientes para realizar pociones. Solo que estaba a punto de cerrar. Sienna tenía la intención de practicar en casa y necesitaba ortigas secas.

—Apresúrate, Sienna. Necesitamos conseguir esos ingredientes antes de que cierren —dijo el señor Lysander.

—Sí, papá —respondió Sienna, tratando de no perder de vista a su padre en medio de la multitud. De repente, sin previo aviso, chocó violentamente contra alguien, perdiendo el equilibrio y casi cayendo al suelo.

—¡Fíjate por dónde vas! —exclamó una voz fría y severa. Sienna levantó la vista y se encontró cara a cara con Severus Snape, su profesor de Pociones.

—Lo siento, no lo vi, profesor —tartamudeó Sienna mientras Severus le tendía la mano para ayudarla a levantarse.

—Claramente —respondió Snape con sarcasmo, ajustando su túnica negra—. Ya se le está haciendo costumbre, ¿no cree, señorita Grindelwald? —Sienna estaba completamente avergonzada y su rostro la delataba.

—Sienna, ¿estás bien, hija? —dijo acercándose a ellos el padre de Sienna, observando detenidamente que aquel sujeto y su hija no soltaban la mano del otro. Al percatarse, Sienna soltó la mano de su profesor; internamente pensaba: "tierra, trágame".

—Sí, papá. Fue un accidente. No vi al profesor y caí, pero me ayudó —Severus Snape observaba al padre de Sienna—. Oh, papá, te presento al profesor Snape. Es mi maestro de Pociones y jefe de la casa Slytherin.

—Un gusto, profesor Snape —el señor Lysander extendió la mano, a lo cual Snape no tuvo más remedio que ser cortés y saludar—. Soy Lysander Grindelwald, el padre de Sienna. Ella habla mucho de usted; le encanta su manera de dar clases. A su abuelo y a mí nos sorprende la manera en la que lo aprecia.

Snape comenzó a escuchar con atención. ¿En verdad alguien en todo Hogwarts estaba contento con sus clases? ¿Existía una persona que admiraba su trabajo? Era extraño pensarlo, pero tampoco imposible. Y la prueba era Sienna Grindelwald.

Snape quedó un poco atónito por lo comentado por el señor Lysander, hasta que Sienna comentó:

—Una disculpa, profesor, y gracias por ayudarme, pero mi padre y yo nos debemos retirar.

—Creo que será lo mejor. Señor Grindelwald, un placer conocerlo —Snape inclinó la cabeza a manera de despedida, se dio la vuelta y se fue.

—Papá, no era necesario que comentaras eso. Creo que el profesor se sintió incómodo.

—Tranquila, hija. Solo dije la verdad. Es hora de irnos. Después compraré tus hojas de ortiga; la tienda ya cerró —Sienna giró su mirada a la puerta de la tienda y era correcto, ya no había nadie. Su padre comenzó a caminar y, antes de seguirlo, Sienna volvió a dirigir la mirada por donde su profesor se había marchado.

Secrets under the moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora