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Los terrenos del castillo comenzaban a iluminarse. Los pasillos y la sala común de Ravenclaw aún se conservaban fríos y vacíos cuando Sienna despertó, llena de una mezcla de emoción y nervios. Era su primer día de clases en Hogwarts y no podía esperar para comenzar a aprender magia. Después de darse una ducha, ponerse su uniforme y recoger su varita, se dirigió al Gran Comedor para el desayuno.

El Gran Comedor estaba lleno de estudiantes de todas las casas, charlando y disfrutando de una variedad de alimentos. Sienna encontró un lugar en la mesa de Ravenclaw y se sentó junto a algunos estudiantes, entre ellos Lyra una chica de su mismo grado. Ambas conversaban durante el desayuno cuando, de repente, el profesor Filius Flitwick, jefe de la casa de Ravenclaw, comenzó a repartir los horarios.

—Es hora de irnos, Sienna. Tenemos clase de Pociones dobles con Hufflepuff. Escuché a los de tercero hablar sobre el profesor Snape y dicen que es terrible— dijo Lyra despues de tomar un poco de zumo de calabaza

—¿Realmente enseña tan mal?— preguntó Sienna con el ceño fruncido

—No, es bueno enseñando, pero su manera no es la más gentil que digamos.

Ambas Ravenclaw se dirigieron al aula de Pociones. Las clases de Pociones se daban abajo, en un calabozo. Hacía mucho más frío allí que en la parte principal del castillo, y el ambiente habría sido igualmente tétrico sin todos aquellos animales conservados, flotando en frascos de vidrio por todas las paredes. Al llegar, encontraron la puerta abierta, así que decidieron entrar y sentarse en la mitad del aula. Después de unos minutos, el resto de la clase se hizo presente.

Cuando el profesor ingresó al aula, su sola presencia llamó al silencio. Caminó hasta el frente ondeando su capa y, con una mirada fulminante, examinó a los alumnos de primer año. Snape comenzó la clase pasando lista, hasta que llegó a la persona más esperada.

—Sienna Grindelwald —mencionó Snape, observando atentamente a aquella chica con la que se impactó en el Callejón Diagon.

Al terminar de pasar lista, miró a la clase. Sienna comenzó a observar cada movimiento de Snape. Era un profesor misterioso del cual deseaba aprender mucho; se notaba su experiencia y la exigencia que tendría hacia sus alumnos. Por algunos instantes, ambos cruzaron miradas sin intención alguna, pero Sienna recordaba los ojos fríos y vacíos de su profesor de Pociones.

—Ustedes están aquí para aprender la sutil ciencia y el arte exacto de hacer pociones —comenzó, hablando casi en un susurro, pero se le entendía todo—. Aquí habrá muy poco de estúpidos movimientos de varita, y muchos de ustedes tendrán la duda de que esto sea magia. No espero que lleguen a entender la belleza de un caldero hirviendo suavemente, con sus vapores relucientes; el delicado poder de los líquidos que se deslizan a través de las venas humanas, hechizando la mente, engañando los sentidos... Puedo enseñarles cómo embotellar la fama, preparar la gloria, hasta detener la muerte... si son algo más que los alcornoques a los que habitualmente tengo que enseñar.

Sienna escuchaba con sutil atención el discurso de Snape. Estaba impaciente por demostrar que no sería un "alcornoque" como Snape nombraba a sus alumnos de grados superiores. Sabía que podía con eso y más.

—¡Grindelwald! —dijo de pronto Snape—. ¿Qué obtendré si añado polvo de raíces de asfódelo a una infusión de ajenjo?

—Producen una poción para dormir tan poderosa que es conocida como Filtro de Muertos en Vida, señor —contestó Sienna con seguridad. Esa información la recordaba del libro que sacó de la biblioteca de su casa.

—¿Dónde buscarías si te digo que me encuentres un bezoar? —preguntó Snape en tono nefasto.

—Un bezoar es una piedra sacada del estómago de una cabra y sirve para salvarte de la mayor parte de los venenos, señor.

—Ravenclaw, cinco puntos por las pasables respuestas de su compañera. —Sienna y la clase quedaron sorprendidos—. Ahora, todos contestarán en silencio un examen para conocer qué tanto saben acerca de pociones. Espero que tengan la decencia de saber lo que es un caldero. — con un movimiento de varita, aparecieron los exámenes sobre las mesas de la clase.

Sienna se apresuró a contestar el examen mientras Snape paseaba entre los pasillos del aula. Después de unos minutos, desaparecieron todos los pergaminos. Snape formó parejas para que mezclaran una poción sencilla para curar forúnculos. Se paseó con su larga capa negra, observando cómo pesaban ortiga seca y aplastaban colmillos de serpiente, criticando a todo el mundo salvo a Sienna, cuya manera de trabajar parecía no disgustarle. Al terminar la hora, Snape les pidió que llenaran un frasco con la "poción", lo rotularan y lo dejaran en su escritorio.

Sienna sintió una oleada de alivio. Aunque sabía que tenía mucho que aprender, había sobrevivido a su primera clase con Snape, y eso ya era un logro. El resto del día transcurrió en una serie de clases fascinantes: Encantamientos, Transformaciones y Defensa Contra las Artes Oscuras. Sin embargo, fue la clase de Pociones la que dejó la impresión más profunda en Sienna. Sabía que el profesor Snape sería un desafío, pero estaba decidida a demostrar su valía.

Cuando el día finalmente terminó, Sienna se dirigió a la Torre de Ravenclaw, sintiéndose agotada pero satisfecha. Había sido un primer día lleno de aprendizajes y experiencias nuevas, y no podía esperar a ver qué más le deparaba su tiempo en Hogwarts.

Secrets under the moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora