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Era un fresco sábado de otoño y Sienna estaba emocionada por su primera salida a Hogsmeade, lla invitación de Harry, Ron y Hermione había sido un alivio bienvenido. Era una oportunidad para disfrutar de un día fuera de los muros de Hogwarts.

Cuando el grupo llegó a Hogsmeade, el pueblo estaba lleno de estudiantes disfrutando de su libertad temporal. Las tiendas estaban decoradas con luces cálidas y los escaparates exhibían dulces y productos mágicos que capturaban la atención de todos.

—Vamos a Honeydukes primero —sugirió Ron, mirando con ansias hacia la tienda de dulces.

Sienna asintió, siguiendo a sus nuevos amigos al interior. El olor a chocolate y caramelo llenaba el aire, y ella no pudo evitar sonreír. Hermione le mostró algunos de sus dulces favoritos, mientras Harry y Ron cargaban con una variedad de golosinas.

—Debemos ir también a Las Tres Escobas —dijo Harry, una vez que salieron de Honeydukes—. Necesitamos probar la cerveza de mantequilla.

El ambiente en Las Tres Escobas era animado y acogedor. Los estudiantes reían y charlaban mientras disfrutaban de sus bebidas. Sienna probó la cerveza de mantequilla por primera vez y se sorprendió por su sabor dulce y cremoso.

—Está deliciosa —dijo, sonriendo a Harry y Ron.

—Te dije que te encantaría —respondió Ron, dándole un codazo amistoso.

Después de un rato, el grupo decidió dar un paseo por el pueblo. Sienna se sintió feliz de poder compartir ese momento con ellos, sintiéndose parte de algo más grande y dejando atrás, aunque solo fuera por un rato, las sombras de su pasado.

Al caer la tarde, comenzaron a regresar al castillo. La luz del sol se desvanecía y una ligera niebla empezaba a cubrir el camino de vuelta a Hogwarts. De repente, Sienna se detuvo al ver una figura familiar: el perro grande y negro que había visto la otra noche.

—Voy a quedarme aquí un momento —dijo a Harry, Ron y Hermione—. Nos vemos en el castillo.

—¿Estás segura? —preguntó Hermione, con una ceja levantada.

—Sí, estoy bien —aseguró Sienna, sonriendo—. Solo quiero... ver algo.

Sus amigos asintieron y continuaron su camino. Sienna se acercó al perro con cautela, y el animal pareció reconocerla, meneando la cola.

—Hola de nuevo —susurró Sienna, acariciando su pelaje suave y negro.—Tengo una idea, esperame un poco ahora vuelvo.

Sienna salió corriendo a una de las tiendas más cercanas y después de unos minutos salió, busco rápidamente al perro y corrió a él—Te compre algo.—Sienna acercó sus manos al cuello de la mascota y le colocó un collarín azul con destellos dorados

El perro comenzó a lamer las manos de su compañera y la guió hacia un rincón más apartado donde pasaron un rato juntos. Sienna se sentó en el suelo, hablando en voz baja al animal, sintiéndose sorprendentemente tranquila en su compañía. El perro era amistoso y le brindaba una compañía silenciosa pero reconfortante.

Perdió la noción del tiempo y, cuando finalmente decidió regresar al castillo, la noche ya había caído completamente. Corrió hacia Hogwarts, preocupada por haber llegado tan tarde.

Al entrar al castillo, intentó moverse rápidamente y pasar desapercibida, pero fue interceptada por la figura imponente del profesor Snape en los pasillos oscuros.

—Señorita Grindelwald, ¿puedo saber por qué llega a estas horas? —dijo Snape con su voz glacial.

Sienna se detuvo en seco, sintiendo cómo su corazón se aceleraba.

—Lo siento, profesor Snape. Perdí la noción del tiempo —respondió, tratando de sonar convincente.

—Eso no es excusa —replicó Snape—. Está prohibido estar fuera del castillo a estas horas. Tendrá un castigo por su descuido.

Snape se acercó un paso más, sus ojos negros examinándola con detenimiento. De repente, notó algo en su ropa y frunció el ceño.

—¿Pelo de perro? —murmuró, extendiendo una mano para quitar algunos pelos oscuros de la ropa de Sienna.

Sienna se quedó inmóvil, sin saber qué decir. La mirada de Snape se endureció aún más.

—Explíquese, señorita Grindelwald. ¿Con quién ha estado y por qué hay pelo de perro en su ropa?

—Yo... encontré un perro en Hogsmeade y me quedé con él por un rato —admitió Sienna, sabiendo que cualquier intento de mentir sería inútil.

Snape la miró fijamente, evaluándola. El silencio se prolongó hasta que finalmente habló.

—Acompáñeme —dijo, girando sobre sus talones y comenzando a caminar hacia las mazmorras.

Sienna lo siguió, su mente llena de preguntas y temores. Cuando llegaron a su despacho, Snape la hizo entrar y cerró la puerta detrás de ella. El ambiente era aún más opresivo de lo usual, con las sombras oscilantes de las antorchas.

—Señorita Grindelwald —comenzó Snape, sentándose detrás de su escritorio—, esto es inaceptable. Será castigada con detenciones durante la próxima semana.

Sienna asintió, sintiendo un nudo en el estómago. Pero antes de que pudiera responder, Snape se inclinó hacia adelante, sus ojos clavados en los suyos.

—Y una última cosa —dijo en voz baja—. Tenga cuidado con lo que hace y con quién se asocia. Hay fuerzas en este mundo que no se pueden controlar fácilmente.

Sienna tragó saliva y asintió nuevamente. Cuando Snape la despidió, salió del despacho sintiéndose confundida y preocupada. Mientras caminaba de regreso a su dormitorio, no pudo evitar preguntarse qué sabía Snape y por qué estaba tan interesado en el perro.

Secrets under the moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora