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La noche había sido más tranquila de lo que esperaba, aunque seguía sintiendo el peso de los eventos del día anterior. Se levantó, se vistió rápidamente y decidió bajar las escaleras para ver si Snape ya estaba despierto.

Al llegar a la planta baja, lo encontró en la cocina. Snape estaba buscando entre los estantes de ingredientes, aparentemente preparando algo para desayunar. Su cabello oscuro caía sobre su rostro mientras revisaba los frascos, y su expresión, aunque concentrada, parecía más relajada que de costumbre.

Sienna se quedó un momento en el umbral, observándolo. No podía recordar la última vez que había visto a su profesor en un entorno tan casual, y la visión de él haciendo algo tan cotidiano como cocinar le resultaba curiosamente extraña.

—¿Puedo ayudar?—preguntó, acercándose con cautela.

Snape se giró, sorprendido por su presencia, pero no dijo nada. Simplemente asintió y señaló algunos ingredientes que estaban sobre la mesa.

—Puedes comenzar a cortar estos—dijo, entregándole un cuchillo y algunas hierbas.

Sienna aceptó con una leve sonrisa, agradecida de poder hacer algo que distrajera sus pensamientos. Se puso a trabajar en silencio, pero de vez en cuando lanzaba miradas furtivas a su profesor, quien estaba inmerso en sus propios preparativos.

Pasaron unos minutos en un silencio cómodo, el sonido de los cuchillos cortando los ingredientes y el suave crepitar de la sartén llenando el espacio. Era un momento extraño, pero en cierto modo, agradable.

—¿Siempre cocina usted?— preguntó Sienna, rompiendo finalmente el silencio con algo de curiosidad.

Snape arqueó una ceja y la miró de reojo —No siempre, pero a veces prefiero hacerlo yo mismo. No confío en la magia para todo— Sienna soltó una pequeña risa, lo que hizo que Snape la miró con desconcierto.

—Lo siento—dijo ella rápidamente—es solo que nunca imaginé que... usted cocinara.

Snape soltó una especie de resoplido, casi divertido, y Sienna lo observó con asombro. Era raro verlo mostrar alguna emoción que no fuera severidad o frustración. Pero en ese momento, había algo diferente en su comportamiento, una leve relajación que no encajaba con su imagen habitual de profesor estricto.

Continuaron trabajando en el desayuno, cada uno enfocado en su tarea, hasta que algo inesperado ocurrió. Al ir a tomar un frasco de especias que estaba en un estante alto, Snape extendió la mano, pero accidentalmente lo derribó. El frasco cayó, y antes de que pudiera atraparlo, estalló contra la mesa, esparciendo polvo de pimienta por todas partes.

Sienna, sorprendida por la torpeza de su profesor, no pudo evitar soltar una carcajada. Al principio, Snape frunció el ceño, pero luego, algo cambió. Para sorpresa de Sienna, una ligera sonrisa apareció en su rostro, y, aunque muy breve, dejó escapar una suave risa que resonó en la cocina.

El momento era surrealista. Ver a Snape, siempre tan serio, reírse, aunque fuera por unos segundos, hizo que Sienna se sintiera aún más confundida y, al mismo tiempo, cómoda. Era como si, por un instante, el muro impenetrable que siempre lo rodeaba se hubiera desmoronado.

—Creo que es suficiente ayuda por hoy—dijo Snape, todavía con una pequeña sonrisa en sus labios, mientras limpiaba el desastre.

Sienna, todavía divertida, lo miró —Lo siento, no pude evitarlo.

—Está bien— respondió él, sin la habitual frialdad en su tono —Supongo que todos tenemos nuestros momentos de torpeza.

Ambos terminaron de preparar el desayuno, y aunque el silencio volvió a reinar, había algo diferente en el aire. Una conexión, aunque sutil, se había formado en esos momentos compartidos. No era algo que ninguno de los dos admitiera en voz alta, pero estaba ahí.

Cuando se sentaron a desayunar, Sienna no pudo evitar pensar en lo extraño, pero a la vez reconfortante, que había sido ese rato en la cocina. Severus Snape, su temido profesor, había mostrado una faceta completamente distinta, una que rara vez, si es que alguna vez, alguien había visto.

Y aunque sabía que esa sonrisa probablemente no volvería a aparecer pronto, algo le decía que ese momento, ese pequeño destello de humanidad, no se borraría de su mente tan fácilmente.

Secrets under the moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora