CAPÍTULO 58

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Penélope

Era difícil no mirar a Anthony mientras trabajaba en la guardería. Verlo tan informal con una camiseta blanca y unos vaqueros le provocó sensaciones. Le provocó calor en zonas en las que se negaba a pensar.

Tenía una arruga en la frente mientras sostenía dos piezas de la cuna juntas en una mano y usaba la otra para mantener firme el taladro. Su corazón dio un vuelco al ver una gota de sudor que le corría por el costado de la cara y le bajaba por la mandíbula para luego seguir por el cuello.

Anthony era un hombre hermoso.

Desde hacía una semana, él se presentaba todos los días y se ponía a trabajar. No la presionaba ni le hablaba de las cosas desagradables que aún debían ser tratadas. El quinto día, Penélope se encontró esperándolo junto a la ventana. Anthony llegó con una nueva tanda de galletas. Penélope quería preguntar de dónde eran porque había estado en todos los mercados y panaderías de la zona, y estas no eran de ningún lugar al que ella hubiera ido.

Y pensar en la posibilidad de que él mismo los hubiera horneado le hizo sentir calor por dentro. Hizo que su amor creciera y se arraigara en lo más profundo de ella.

"¿Todo bien?"

Ella siguió su mirada hasta su vientre. Penélope había estado pasando las manos sobre él mientras estaba perdida en sus pensamientos. "Sí". Dejó la mano apoyada en la parte superior y sonrió. "¿Quieres un poco de agua? Has estado trabajando todo el día".

"El agua suena bien, gracias", luego hizo eso de quitarse la camisa usando una mano.

Penélope se mordió el labio inferior inconscientemente mientras sus abdominales aparecían a la vista. Sus manos recordaban cómo se sentía su piel bajo su tacto, su cuerpo debajo de ella o el peso de él sobre ella.

—Hace un poco de calor aquí —sus labios se transformaron en una sonrisa burlona cuando captó sus ojos bailando sobre las curvas de sus músculos.

Cerró los ojos y tragó saliva intentando recuperar algo de dignidad. "Voy a, eh, bajar la, eh, calefacción". Detrás de ella pudo oír a Anthony reírse entre dientes mientras salía de la habitación.


Anthony

—¿Ya han hablado? —dijo Colin en voz baja.

Penélope estaba en el otro lado mirando Netflix mientras Colin terminaba de preparar la cena y ponía la mesa. Ese había sido su acuerdo. Anthony no se sentía bien por dejarla sola toda la noche, al menos no en su estado. Todas las mañanas aparecía y Colin se iba dejándolos solos. Luego aparecía a la hora de la cena, comían juntos y luego se iba.

Esto continuaría hasta que Penélope dijera lo contrario, hasta que ella le pidiera que se quedara. Anthony estaba llegando al límite de su paciencia después de tres semanas, quería a su familia, pero le daría tiempo. Lo que habían pasado no era algo que pudiera resolverse de la noche a la mañana. La confianza que habían roto tardaría en recuperarse.

Sería una mentira decir que podía volver a confiar en ella al cien por cien, tal vez en el futuro, pero no ahora. Los secretos que guardaba eran monumentales y lo desgarraban profundamente. Sin embargo, su amor por ella y por su hijo era más grande, no cabía en su pecho. Cada vez que la veía, sabía que una vida sin ella era intransferible.

Anthony también comprendió que su reacción dejaba mucho que desear. Había actuado por pura emoción. Las cosas que le decía lo perseguían por las noches. Si la hubiera escuchado, este asunto podría haberse resuelto mucho antes. No quiere decir que no se hubiera enfadado con Penélope, pero habría elegido otras palabras.

El Bridgerton equivocado  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora