POV SEYRAN
Cuando me bajé del autobús, me sentí aliviada al descubrir que las puertas del Tommen College estaban abiertas a los estudiantes desde las siete de la mañana, obviamente para acomodar los diferentes horarios de los internos y los alumnos de día.
Me apresuré a entrar en el edificio para resguardarme del tiempo.
Estaba lloviendo a cántaros, y en cualquier otra circunstancia podría haberlo considerado un mal augurio, pero estaba en Irlanda, donde llovía un promedio de entre ciento cincuenta y doscientos veinticinco días al año.
También era principios de enero, la temporada de lluvias.
Descubrí que no era la única madrugadora que llegaba antes de las horas de clase, pues ya había varios estudiantes que deambulaban por los pasillos y descansaban en el comedor y las zonas comunes.
Sí, zonas comunes.
Tommen College tenía lo que solo podría describir como amplias salas de estar para cada curso.
Para mi inmensa sorpresa, descubrí que no era el objetivo inmediato de los matones como lo había sido en todas las demás escuelas a las que había asistido.
Los estudiantes pasaban zumbando a mi lado, sin ningún interés en mi presencia, claramente atareados con su propia vida.
Esperé, con el corazón en la boca, algún comentario o empujón cruel. Pero no hubo nada de eso.
Al haber sido transferida a mitad de curso desde el vecino instituto público, esperaba una diatriba de nuevas burlas y enemigos.
Pero nada de eso pasó.
Aparte de un par de miradas curiosas, nadie se me acercó.
Los estudiantes del Tommen no sabían quién era yo o no les importaba.
De cualquier modo, estaba claramente fuera del punto de mira en ese centro, y me encantaba.
Consolada por el repentino manto de invisibilidad que me rodeaba, y con una actitud más positiva de la que había tenido en meses, me tomé el tiempo para echar un vistazo a la zona común de los de tercero.
Era una sala grande y luminosa con unos ventanales en un lado que iban del suelo al techo y que daban a un patio de edificios. Placas y fotografías de antiguos alumnos adornaban las paredes, que estaban pintadas de amarillo limón. Sofás de felpa y cómodos sillones llenaban el gran espacio, junto con algunas mesas redondas y sillas de roble a juego. Había una pequeña zona de cocina en un rincón equipada con tetera, tostadora y microondas.
Santo cielo.
Así que así era como se vivía al otro lado. El Tommen College era un mundo diferente. Un universo alternativo, distinto al mío.
Wow.
Podría traer algunas rebanadas de pan y tomar té con tostadas en el instituto.
Intimidada, salí de la sala y deambulé por todos los pabellones y pasillos tratando de orientarme.
Estudié mi horario y memoricé dónde estaba cada edificio y ala donde tendría clase.
Me sentía bastante segura cuando, a las nueve menos diez, sonó la campana que indicaba que faltaban quince minutos para el comienzo de la jornada escolar. Y cuando me saludó una voz familiar estuve a punto de llorar de puro alivio.
—¡Ay, Dios mio! ¡Ay, Dios mio! —gritó una pelinegra alta y voluptuosa con una sonrisa del tamaño de un campo de fútbol, lo que llamó mi atención y la de todos los demás, mientras atravesaba varios grupos de estudiantes en un intento de alcanzarme.
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Teen FictionSu primer y último amor verdadero siempre ha sido el rugby. O eso pensaba Ferit Korhan Hasta ahora. Él quiere salvarla. Ella quiere esconderse. Ella está dañada. Él está decidido. El destino los unió. El amor los ata.