43: Una madre entrometida

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POV FERIT

Estaba muy mal.

Corretear bajo la lluvia durante veinte minutos con la que estaba cayendo por un zapato era una buena indicación de que esa chica me estaba volviendo loco.

En el momento en que vi a Seyran saltar de un lado para el otro en el pabellón de Educación física, creció dentro de mí una monstruosa oleada de sobreprotección al verla tratando de evitar que la pisotearan, y supe que mi problema era más grande de lo que había pensado.

Se me ocurrió el disparate de entrar en la cancha y decirles a sus compañeros de clase que se alejaran de ella de una maldita vez.

La semana anterior me había estado comportando como un desquiciado, acechándola y buscándola por los pasillos para inquietarme cada vez más cuando no apareció.

Puse la antena con la esperanza de poder finiquitar cualquier mierda que pudiera estar ocurriendo sin mi conocimiento, dejando claro que quien se metiera con ella se metía conmigo también.

Menos mal que había vuelto a clase ya, porque tenía intención de conducir hasta su casa esa noche si no aparecía.

Cada minuto del día desde que su hermano se la llevó de mi lado había estado asediado por la preocupación.

No sabía por qué me estaba comportando de esa manera. Solo sabía que algo dentro de mí me pedía que la protegiera.

No tenía ni puñetera idea de qué era ese algo ni por qué me sentía así, pero era tan fuerte que prácticamente podía saborearlo.

No sabía cómo gestionar el aborto de su madre.

No tenía ni zorra idea de cómo consolarla sin ser demasiado brusco.

Parecía tener la costumbre de comportarme así cuando se trataba de esa chica. 

Sabía que debía alejarme.

Pero no podía.

Mi instinto hacia ella solo se intensificó cuando la vi alejarse bajo la lluvia, toda pequeña e insegura, y fui y crucé la línea a todo trapo.

Estaba claro que no quería que la llevara a casa, pero yo insistí de todos modos.

Hice más que eso; la metí, literalmente, en la parte trasera del Range Rover de mi madre, demasiado irritado y nervioso por mis sentimientos para pararme a escucharla.

Lo peor era saber que si mi madre no hubiera aparecido cuando lo hizo, había una gran posibilidad de que hubiera besado a Seyran.

Quería hacerlo. 

Desesperadamente.

Y eso era más que aterrador.

Peor aún fue el hecho de que la entrometida de mi madre me hubiese jodido trayendo a Seyran a casa.

Y una mierda se había dejado el monedero.

Siempre llevaba la tarjeta de crédito en el bolsillo trasero. 

Lo había hecho a propósito.

Lo sabía.

Mi madre lo sabía.

La única que no lo sabía, y menos mal, era Seyran.

Ahora ella estaba allí, en mi casa, mirándome con esos enormes ojos tristes, esperando que hiciera algo, pero yo estaba desconcertado de la hostia.

—¿Quieres subir a mi habitación? —pregunté, porque, sinceramente, no sabía qué otra mierda hacer con ella.

¿Llevarla a la cocina y dejar que mi madre la acribillara a preguntas? Ni de coña.

Si venía, entonces estaría conmigo. 

Era mía y no quería compartirla.

—Eh, ¿vale? —accedió nerviosa, aunque sonó más como una pregunta—. Si quieres... 

Joder, tenía que dejar de preguntarme qué quería que hiciera.

Si seguía así, podría ser tan estúpido como para decirle la verdad. 

Y entonces los dos estaríamos jodidos.

Tras decidir que era más seguro no responder a eso, me limité a hacer un gesto hacia las escaleras y eché a andar, pero solo había subido tres escalones cuando me di cuenta de que no me estaba siguiendo.

Cuando me volví, encontré a Seyran exactamente donde la había dejado, mirándome con una expresión nerviosa.

Se abrazaba a sí misma de modo protector, con la larga melena castaña empapada por la lluvia y pegada en mechones a la cara, y en toda mi vida no había visto nada tan hermoso.

Joder.

¿Qué se suponía que debía hacer?

¿Qué se suponía que debía hacer con ella?

—¡Ferit! —Escuché a mi madre llamarme desde el final del pasillo—. ¿Le has dejado a Seyran algo para cambiarse? La pobre está chorreando por la lluvia.

—Estoy bien, Ferit —se apresuró a decirme Seyran—. De veras que sí. 

La miré preocupado.

Tiritaba sin parar y se le estaba formando un pequeño charco a su alrededor por el agua que goteaba de su ropa.

Uf...

—Vamos, no pasa nada —le aseguré, volviendo sobre mis pasos—. Yo te cuidaré.

Y luego la agarre de la mano y la conduje escaleras arriba, sabiendo que era una pésima idea, pero me resigné a hacerlo de todos modos.

Estaba jodidísimo.

binding 13Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin