POV FERIT
Era su cumpleaños.
Ese día era el decimosexto cumpleaños de Seyran.
Y lo estaba pasando conmigo.
Yo estaba encantado.
Qué locura.
Antes de Navidad, esa chica era una total desconocida, y desde Navidad, no imaginaba pasar un día sin pensar en ella.
No quería que se fuera.
Algo dentro de mí me decía que si lo hacía, regresaría con otro moretón.
Al menos si la mantenía conmigo, estaría a salvo.
Pasaba algo muy malo en su vida.
Algo que me hacía querer llevármela adondequiera que fuese.
No era tonto.
Sabía que alguien le había hecho esas marcas en la cara.
Y en los muslos.
Y en los brazos.
Y estaba de la mierda de seguro de que si desnudaba a la chica, encontraría muchas más.
No sabía qué estaba pasando, o quién la estaba acosando, pero lo averiguaría.
Sin embargo, preguntarle directamente quedaba descartado.
Era tan cauta que resultaba casi imposible penetrar los muros que había levantado a su alrededor.
Creía estar haciéndolo bien, pero si la presionaba demasiado y muy seguido, volvería a encerrarse en su caparazón.
Para empezar quería reventar esa maldita coraza y a los cabronazos responsables de hacer que se escondiera allí.
Era encantadora.
Encantadora, joder.
No tenía que esconder su brillo detrás de ninguna coraza de mierda.
Seyran se estremeció entonces y el movimiento me distrajo.
Eran más de las diez de la noche y no había abierto los ojos ni una vez desde que se había quedado dormida aquella tarde.
—Shhh—la tranquilicé cuando gimió en sueños.
Ni siquiera traté de contenerme para no acariciarle el pelo.
Ya no podía evitarlo cuando se trataba de ella.
Todo dentro de mí estaba cambiando, centrándose en esa diminuta muchacha.
Cuando le acaricié la mejilla contra mi muslo, Seyran se arrimó más a mí, haciéndose el ovillo más pequeño en que jamás había visto encogerse a una persona de su edad.
Como el obseso que era, paseé la mirada hasta su pómulo magullado por millonésima vez esa noche.
Sabía que no debía mirarlo.
Hacía que temblara de rabia.
Y, aun así, no pude evitarlo.
Observé la marca en su rostro hasta que estuve lo suficientemente cabreado como para masacrar una ciudad entera, y luego dirigí mi atención a los moretones en sus muslos.
Entonces me vibró el móvil en el bolsillo, y la sensación apartó mis pensamientos asesinos.
Saqué el teléfono y miré la pantalla, pero no reconocí el número que parpadeaba frente a mis ojos.
Con cuidado de no despertar a Seyran, me deslicé debajo de ella y esperé a que se calmara otra vez.
Me quité la sudadera para echársela sobre las piernas desnudas y luego salí del salón para responder la llamada.
—¿Sí? —dije cuando estuve en el pasillo.
—¿Cómo está? —me llegó la voz de Kaya Sanli desde el otro lado de la línea.
—Está dormida—contesté, manteniendo un tono bajo, porque si se despertaba y me pedía ir a casa, la verdad es que no sabía qué haría. No podía negarme, pero tampoco quería hacerlo de ninguna manera—. Lleva asi todo el día.
—Bien —afirmó Kaya con un suspiro—. Lo necesitaba.
—¿Qué está pasando, Sanli? —Fui hacia la puerta principal, la abrí y salí al aire frío de la noche—. ¿Qué mierda le está pasando a tu hermana?
—Ya te lo dije —soltó—. Pregúntaselo a ella.
—Te lo estoy preguntando a ti —gruñí.
—Estaré allí en cinco minutos —fue todo lo que respondió Kaya antes de colgar y dejarme tan confundido como siempre.
Cabreado y completamente perdido, caminé por el pasillo porque necesitaba calmarme, pero no encontré la fuerza para hacerlo.
Exactamente cinco minutos después, se oyó un pequeño golpe en la puerta de mi casa.
Como el energúmeno que era, estaba allí de pie, esperándolo.
Abrí la puerta de un tirón y estaba a punto de liársela a Kaya Sanli, cuando oí la voz de Seyran por detrás.
—¿Kaya? —preguntó soñolienta acercándose a la puerta del salón.
Quise acercarme a ella para decirle que se fuera a mi habitación y se quedara allí, pero su hermano la interceptó antes.
—Es hora de irse, Seyro—le dijo Kaya.
—¿Sí? —Aterrorizada, abrió mucho los ojos por un segundo antes de parecer resignada—.Vale.
—Sí. —Kaya suspiró con pesadez—. Mamá necesita una mano con los niños.
Entonces le pasó un brazo protector alrededor del hombro y la sacó de mi casa.
—Gracias por tu ayuda, Korhan.
Agitado, los seguí a ambos.
—Gracias, Ferit—susurró Seyran, mirándome con ojos tristes mientras su hermano la guiaba hacia fuera—. Por todo.
—Seyran, no tienes que...
—Vamos, Seyro—me interrumpió Kaya—. Tenemos que llegar a casa.
—¿Mamá está bien? —preguntó ella cuando su hermano la acompañó hasta el lado del copiloto y abrió la puerta.
—Estará bien —le aseguró Kaya—. Pero tenemos que irnos a casa.
No tenía ni puta idea de por qué mis piernas me llevaron hacia el lado del copiloto, pero eso fue lo que sucedió.
Sintiéndome impotente, observé cómo su hermano la metía en el coche antes de dar la vuelta hacia el lado del conductor.
—Adiós, Ferit—se despidió Seyran en apenas un susurro mientras Kaya encendía el motor.
Hizo ademán de cerrar la puerta, pero saqué una mano para impedírselo.
Ella me miró con esos enormes ojos verdes.
«Quédate».
«Quédate conmigo, Seyran».
«Puedo mantenerte a salvo...».
—Adiós, Seyran—le dije en su lugar y, con una reticencia que rozaba el arrepentimiento, cerré la puerta.
Los neumáticos del coche derraparon con fuerza cuando salió del camino de entrada.
De pie bajo la lluvia torrencial, lo vi apartarla de mí.
ŞİMDİ OKUDUĞUN
binding 13
Teen FictionSu primer y último amor verdadero siempre ha sido el rugby. O eso pensaba Ferit Korhan Hasta ahora. Él quiere salvarla. Ella quiere esconderse. Ella está dañada. Él está decidido. El destino los unió. El amor los ata.