41: Disociar

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POV SEYRAN

No fui a clase en toda la semana, sino que me quedé en casa cuidando de mis hermanos y mi madre, quien, como sospechaba, no me hablaba.

No nos hablaba a ninguno. 

Excepto a él.

Él había vuelto.

Tal como sabía que pasaría.

El aborto había sido la oportunidad perfecta para que mi padre volviera a abrirse paso en la fragilidad emocional de mi madre.

Cuando volvió aquella noche, Kaya se fue. 

Arrancó el coche y no volvió a casa en tres días.

Tres días que había vivido aterrorizada, temiendo que no regresara jamás. 

Al final lo hizo.

Pero sabía que no sería para siempre.

Cualquier día, Kaya saldría por la puerta como lo había hecho Efe para nunca volver. 

Mi madre regresó al trabajo el sábado siguiente.

Como un autómata, se puso su bata de limpieza, bajó las escaleras, se preparó una taza de café, se fumó siete cigarrillos y luego se fue.

Sabía que no debería estar trabajando en su situación, su estado mental claramente no era el adecuado, pero cuando traté de decírselo, se limitó a esbozar una sonrisa insípida, darme un beso en la mejilla y marcharse.

Me pasé el día entero preocupadísima por mi madre y escuchando a mi padre decirme que había sido mi culpa que perdiera al bebé.

Yo era la zorra.

Yo le hice perder los estribos.

Yo tenía la culpa de que me pusiera las manos encima.

Y yo fui la razón de que empujara a mi madre cuando esta trató de quitármelo de encima aquella noche.

Yo era la razón por la que le pegaba. 

Todo era mi culpa.

Porque yo era una puta.

Cuando anoche rompió la promesa que le había hecho a mi madre de no beber, ni siquiera me sorprendió.

Cuando usó mi cuello como una pelota antiestrés, ni siquiera me estremecí. 

Solo estaba muy cansada.

Una parte de mí rezaba para que acabara con aquello de una vez.

A pesar de que Kaya había bajado corriendo las escaleras y me había quitado a mi padre de encima, el daño ya estaba hecho.

Añadió nuevos moretones a los antiguos y pasé una buena parte de la noche contemplando los peores pensamientos posibles.

No tenía ningún respiro. 

No tenía salida.

No en esa casa.

No en un hogar de acogida. 

Estaba atrapada.

Cuando bajé del autobús y atravesé las puertas de Tommen esa mañana, sentí tal oleada de alivio en todo el cuerpo que casi pude saborearlo.

Regresar después de una semana en el infierno me pareció la mejor recompensa por sobrevivir.

Ver a Ece y Dicle de nuevo, y saber que me querían, que me dijeran que me querían, sirvió para remendar algo en mi interior.

Cuando se presentaron en el almuerzo con un cupcake por mi cumpleaños y regalos, casi lloré.

Cuando les conté la versión edulcorada de lo que le pasó a mi madre, me conocían lo bastante como para dejar estar el tema.

No quería hablar de ello, pensar en ello ni que me lo recordaran. 

Nunca más.

Ecey Dicle lo sabían y respetaron mis deseos.

Como tocaba, asistí a todas mis clases y borré a mi familia de mi mente durante las siguientes siete horas.

Fue maravilloso.

binding 13Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin