POV SEYRAN
El sábado era mi día favorito de la semana por muchas razones.
Primero: empezaba el fin de semana y el lunes quedaba lejos.
Segundo: no había clase.
Tercero y más importante: era día de fútbol gaélico.
Kaya, Omer y Tolga se pasaban fuera de casa casi todo el sábado entre entrenamientos y partidos.
Afortunadamente, eso significaba que mi padre también estaba fuera, participando en actividades no relacionadas con el consumo de alcohol.
Lo que hizo que ese sábado en particular fuera mejor que la mayoría fue el hecho de que mi padre no solo estaría fuera de casa todo el día con los chicos, sino que esa noche iba a Waterford a la despedida de soltero de su amigo.
Sabiendo esto, y con el permiso de mi madre, accedí a ir a casa de Ece el sábado por la tarde para pasar el rato con ella y Dicle.
A las tres en punto ya había terminado todas mis tareas, que consistían en limpiar la casa de arriba abajo, poner media docena de lavadoras y preparar la cena.
Y aunque casi me da un ataque al corazón cuando su hermano, Akin, apareció frente a mi casa con su novia para recogerme, logré recomponerme lo suficiente para subirme a la parte trasera de su coche y aceptar que me llevara a su casa.
Nos pasamos toda la noche atiborrándonos de comida basura, mirando capítulos repetidos de One Tree Hill y cotilleando sobre tonterías.
Fue el mejor sábado que había tenido en años.
A las siete en punto, ya estaba hinchada, tirada en la cama de Ece sufriendo el subidón de azúcar mientras escuchaba a Dicle despotricar sobre Mehmet.
—No sé lo que vi en él —se quejó por enésima vez—. Pero fuera lo que fuese, no valió la pena darle mi virginidad.
—¡Bueno ya! —chilló dando un salto Ece, que estaba apoyada sobre mis piernas, y miró boquiabierta a Dicle—. ¿Has tenido sexo con Mehmet?
—¿No eres virgen, Dicle? —pregunté pasmada—. Pero solo tienes dieciséis años.
—No me juzguen —se quejó— solo porque nunca hayan visto un rabo.
—Yo no he visto ninguno —aseguró Ece, levantando una mano—. Ni siquiera la punta.
—Yo tampoco —admití plenamente, sacudiendo la cabeza—. Ni siquiera he besado a un chico.
—Eso es triste, Seyro... —comentó Dicle.
Me puse más roja que un tomate.
—No seas estúpida—bromeó Ece—. Cuéntanos sobre lo tuyo.
Dicle se encogió de hombros.
—¿Qué quieren que les cuente?
—¿Cuándo fue? —pregunté.
—El jueves.
—¡¿Y no se te ocurrió decírnoslo?! —chilló Ece—. ¡Dios mio, Dicle, estuvimos juntas en clase todo el viernes y no mencionaste nada!
Dicle se encogió de hombros, pero no respondió.
Ece y yo nos miramos a los ojos antes de que esta preguntara:
—¿Dónde lo hiciste?
—En su coche.
—Uf —gemimos ambas con lástima.
Ninguna chica quería que su primera vez fuese en el asiento trasero de un coche.
—¿Dónde?
—Los campos de hurling y fútbol gaélico.
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Teen FictionSu primer y último amor verdadero siempre ha sido el rugby. O eso pensaba Ferit Korhan Hasta ahora. Él quiere salvarla. Ella quiere esconderse. Ella está dañada. Él está decidido. El destino los unió. El amor los ata.