POV FERIT
Me había tirado cada sábado desde los seis años en un campo con una pelota de rugby entre las manos y vívidos sueños pasando ante mis ojos.
A medida que crecía, dejé de pasarme esos sábados lanzándome una pelota con mi padre a jugar con los benjamines, y luego a practicar y competir con mi club hasta entrar a entrenar en el Instituto Nacional de Rugby para el Progreso (también conocido como la Academia), cuando cumplí catorce años.
La rutina cambió y las canchas variaron, pero el sueño siguió siendo el mismo.
El objetivo era siempre el mismo.
Jugar en la nacional.
Y ser el mejor.
Ese sábado había sido diferente.
Porque estaba en problemas.
Había sido lento y estaba distraído, cagándola en el flanco izquierdo, derecho y central toda la mañana hasta que el entrenador me sacó del campo y me llevó al despacho.
Quiso saber qué me pasaba.
Mi problema era simple.
No podía moverme como era debido.
Mi cuerpo se estaba desmoronando.
Y mi cabeza no dejaba de pensar en una chica.
Mintiendo como un bellaco, me las arreglé para librarme del peligro y evitar más escáneres y pruebas, pero aun así me hizo salir temprano del entrenamiento y me dijo que volviera la próxima semana con la cabeza despejada.
Era poco probable.
Deprimido y desmoralizado, conduje durante horas en un intento de centrarme.
No podía hacer nada respecto a mi cuerpo, pero ¿mi cabeza?
Necesitaba centrarme en el partido.
El problema era que solo pensaba en Seyran Sanli.
Todos mis grandes planes de olvidarme de ella salieron volando por la ventana en el momento en que dirigió su pequeño trasero hacia mí en el instituto el miércoles pasado y exigió hablar conmigo.
Estaba tan jodidamente abrumado que no pude hacer nada más que quedarme allí, con la boca abierta como un imbécil, ante la diminuta chica que tanto me trastornaba.
Por si eso no fuera lo bastante malo, hizo que me explotara la maldita cabeza al disculparse conmigo.
No me lo esperaba ni lo merecía.
No era tonto.
Sabía que me había comportado mal.
Sabía que había tenido una reacción exagerada.
Si me hubiera dado medio minuto para considerarlo, se lo habría aclarado.
Pero no lo hizo.
En cambio, se alejó de mí —otra vez— y no había mirado en mi dirección por el instituto desde entonces.
Una parte de mí pensó que eso sería lo mejor.
Si seguía evitándome, como yo sabía que necesitaba evitarla a ella, entonces tal vez pudiese superar esa extraña fase y olvidarla.
Pero luego sentí la punzada del amargo arrepentimiento en el pecho cuando pasó junto a mí por el pasillo sin volverse siquiera y el aroma a coco de su champú golpeó todos mis sentidos como un mazazo, y supe que aquello no iba a funcionarme.
La chica no era en absoluto fácil de olvidar, y me encontré siendo atraído por ella, deseoso de pillarla mirándome, para luego frustrarme cuando no lo hacía.
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Teen FictionSu primer y último amor verdadero siempre ha sido el rugby. O eso pensaba Ferit Korhan Hasta ahora. Él quiere salvarla. Ella quiere esconderse. Ella está dañada. Él está decidido. El destino los unió. El amor los ata.