19: Bajando las nubes a horas intempestivas

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POV SEYRAN 

—¿Un buen día? —fueron las palabras con las que me recibieron cuando entré por la puerta principal después de mi desastroso trayecto en coche con Ferit.

Si cualquier otra persona me hubiera hecho esa pregunta, habría obtenido una respuesta, pero era mi padre de quien estábamos hablando.

Estaba en el pequeño recibidor con un periódico enrollado en una mano y preguntándome sobre mi día, lo cual era una imagen aterradora.

—¿Estás sorda, joder? —espetó mientras me miraba, con el blanco alrededor de sus ojos marrones completamente inyectado en sangre—. Te he hecho una pregunta, niña.

El hedor a whisky de su aliento me atravesó los sentidos e hizo que se me disparara la ansiedad mientras trataba mentalmente de resolver la situación.

Le pagaban el sueldo los jueves. 

Ese era el día malo.

No los martes.

Luego pensé en qué día era y me abofeteé mentalmente por no estar preparada. 

Era 1 de marzo.

Y era el primer martes del mes. 

Día del subsidio familiar.

Cuando el Gobierno irlandés pagaba la prestación mensual en efectivo a los padres por cada hijo que tuvieran.

Lo que significaba cientos de euros desperdiciados en las casas de apuestas y los pubs.

Y eso implicaba semanas de lucha y esfuerzo para nuestra familia debido a la incapacidad de mi padre para controlarse.

Se me hundió el corazón.

Murmurando una respuesta rápida, saqué la llave de casa de la cerradura, me la guardé en el abrigo y esquivé su enorme cuerpo con la intención de robar un paquete de galletas del armario de la cocina y luego salir corriendo a la seguridad de mi habitación.

Con la cabeza fría y el cerebro en alerta máxima, logré llegar a la cocina, pero mi padre me siguió como un mal olor, tanto en sentido figurado como literal.

Se apoyó en el marco de la puerta, apretando el periódico en la mano y bloqueándome la salida.

—¿Cómo ha ido el instituto?

Me mantuve de espaldas a él, ocupada ojeando paquetes de sopa y latas de judías cuando respondí:

—Bien.

—¿Bien? —escupió—. ¿Estamos pagando cuatro mil euros al año para que vaya «bien»? 

Ahí estaba.

Ahí llegaba.

—Ha ido bien, papá —intervine rápidamente—. He tenido un día productivo.

—¿Un día productivo? —me imitó, en tono burlón y cruel—. A mí no me vengas de lista, joder.

—No lo pretendía.

—Y llegas tarde —ladró, arrastrando las palabras—. ¿Por qué mierda llegas tarde otra vez?

—He perdido el autobús —alcancé a decir, presa del pánico.

—Los autobuses de los huevos—soltó—. La escuela privada de los huevos. ¡Eres un grano en el culo, niña!

No había nada que decir a eso, así que me quedé callada.

La forma en que siempre me llamaba niña, como si fuera una especie de insulto por ser mujer, ni siquiera me molestó esa noche.

binding 13Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin