POV FERIT
Mi día de entrenamiento en la Academia el sábado no podría haber ido peor.
Estaba débil y eso se notó en el campo.
Me llamaron al despacho a media mañana, donde fui juzgado por el entrenador Dennehy en lo que me pareció la maldita Inquisición.
Luego, me enviaron directamente al médico del equipo para otro examen, seguido de un chequeo con Janice, la fisio.
Como había predicho mi entrenador, no pasé ni las pruebas médicas ni las físicas.
Dolorido y desmoralizado, me dieron una charla estricta sobre los peligros de ocultar el dolor antes de enviarme a casa con otra maldita receta y una carta oficial que decía que estaba temporalmente exento de todo entrenamiento y obligaciones con la Academia hasta mi próxima prueba de aptitud física, que tendría lugar en tres semanas.
Si no pasaba la próxima ronda de pruebas, volverían a meterme en quirófano y estaría fuera de juego otra vez de cuatro a seis semanas.
Eso significaba que no pisaría un campo de nuevo hasta principios o mediados de mayo. Significaba que perdería mi oportunidad.
Era imposible que estuviera en forma en dos o cuatro semanas para formar parte del equipo al nivel de los sub-20.
Así que sí, podía decir con seguridad que estaba totalmente jodido.
Mi único consuelo era que aún podía participar en los ligeros entrenamientos con el instituto y el club; no podían hacer una mierda para impedir eso, aunque no era mucho a lo que aferrarse como esperanza.
No cuando estaba garantizado que tanto mis entrenadores en el Ballylaggin RFC como en Tommen recibirían la misma carta.
Ahora tenía pocas posibilidades de que me concedieran tiempo de partido con el club.
El entrenador Mulcahy no me iba a dejar en el banquillo de ningún modo, no podía permitírselo, pero eso era solo una mierda escolar.
Cabreado por haber sido eliminado de los próximos partidos juveniles, estaba a punto de reventar cuando llegué a casa esa tarde, que por suerte estaba vacía.
Mi madre se había ido a Dublín a pasar el fin de semana con mi padre, así que no tendría que someterme al interrogatorio paterno durante unos días.
Quería llorar; no iba a hacerlo, pero joder si quería.
Debería haber acabado con el dolor.
No debería haberme sometido a esa jodida operación.
Si no lo hubiera hecho, todavía tendría la oportunidad de formar parte del equipo titular para la campaña europea de la sub-20 en junio.
La sub-20 era un gran salto con respecto a la sub-18, y yo había estado a punto de darlo, mierda.
Ahora ya no.
Si no lograba ponerme las pilas, nadie me querría.
No con un cuerpo roto.
Pasé el resto de la tarde en el gimnasio de casa, ejercitándome hasta la extenuación, desesperado por deshacerme de la horrible angustia que amenazaba con apoderarse de mí.
Ese último contratiempo fue la guinda de un año infernal.
Para ser sincero, me arrepentía de haber vuelto a clase después de las vacaciones de Navidad.
Debería haberme quedado en mi maldita cama y pedirle a mi madre que me escribiera justificantes durante tres meses por enfermedad o alguna mierda así.
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Teen FictionSu primer y último amor verdadero siempre ha sido el rugby. O eso pensaba Ferit Korhan Hasta ahora. Él quiere salvarla. Ella quiere esconderse. Ella está dañada. Él está decidido. El destino los unió. El amor los ata.