28: Padres adoptivos

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POV SEYRAN

Me pasé todo el sábado cuidando a mi hermano pequeño Serkan, como hacía siempre que la tata Hattice decidía viajar a Beara para visitar a la tía Ifakat y su familia y mi madre estaba trabajando.

La diferencia ese fin de semana era que nuestro padre se había ido y nuestra madre estaba desaparecida.

Sabía que se estaba fraguando la tormenta. 

Mi instinto nunca se equivocaba.

Después de que Ferit me dejase en casa la noche anterior, hubo una tremenda pelea por la que mi padre acabó dándome una paliza, principalmente por ese estúpido recorte de periódico que aún no había dejado correr. Mi madre lo apartó de mí, ganándose así una bofetada en la cara por molestarlo. 

Ella le pidió que se fuera y no volviera jamás.

Mi padre procedió a llenar el coche de la familia con todo lo que poseía, nos dijo a mi madre y a mí que éramos un par de zorras y se alejó a toda velocidad como una cuba.

Mi madre salió corriendo de casa una hora más tarde con una bolsa de viaje, se subió a un taxi y no la habíamos visto desde entonces.

No era raro que nuestra madre se fuera echando humo después de una discusión. 

Sin embargo, sí era extraño que no volviera.

Sabía que volvería.

Solo era cuestión de tiempo. 

También sabía que mi padre volvería.

Esa no era la primera vez que lo echaban.

Y no era la primera vez que me hacía papilla.

Tarde o temprano, regresaría, prometiendo el cielo y trayendo el infierno. 

Nada cambiaría.

Nunca lo hacía.

Tolga, Omer y Serkan podían pensar que se había ido para siempre, pero Kaya y yo sabíamos la verdad.

Sin la presencia de nuestros padres, nos tocaba a Kaya y a mí defender a nuestros hermanos menores.

Al no ver señales de ninguno de nuestros padres por la mañana, Kaya sacrificó su propia sesión de entrenamiento con el equipo de Cork para poder llevar a Tolga y Omer a un pequeño torneo de fútbol en el que ambos participaban.

Yo me quedé con Serkan, que se pasó la mayor parte del día gritando desesperado por mi madre. 

Fue un desastre.

Tras llamarla innumerables veces sin obtener respuesta, desistí en mis intentos de contactar con ella.

Me puse a trabajar en la interminable lista de tareas que se me asignaban semanalmente y limpié la casa de arriba abajo, fregando hasta los zócalos y cambiando todas las sábanas sobre la marcha.

A las ocho de la tarde del sábado, había puesto cuatro lavadoras, había preparado tanto la comida como la cena para mis hermanos, había bañado y puesto el pijama a Serkan para acostarlo, y había limpiado la casa hasta mi último aliento.

No había durado así, por supuesto.

En cuanto los chicos atravesaron la puerta, el caos y el desorden se reimpusieron.

Con un tazón de Choco Krispies en una mano y una botella de leche en la otra, empujé la puerta de la sala de estar con las caderas y entré.

—Aquí tienes, Serkan.

Dejé el tazón y el vaso con boquilla en la mesa de café frente a mi hermano, le alboroté los rubios rizos y luego me puse de pie para estirar la espalda.

—Cómetelo todo antes de acostarte —añadí, gimiendo de alivio cuando sentí que los músculos de la espalda volvían a su lugar.

Tenía tanto dolor que me costaba caminar en línea recta.

—Quiero a mami —respondió Serkan, haciendo pucheros ante los cereales—. Mami se ha ido.

—Mami está trabajando, Serkan —le dije, la misma frase que le había repetido cincuenta veces ese día. Haciendo un esfuerzo por tener paciencia, añadí—: Volverá a casa pronto. —Y luego salí corriendo del salón antes de que tuviera la oportunidad de preguntarme cuándo.

No tenía una respuesta para él y odiaba mentirle.

La verdad era que no sabía cuándo volvería mi madre.

Con los hombros caídos, regresé a la cocina y me acerqué a la tetera. 

Necesitaba té.

Mucho té.

binding 13Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin