POV SEYRAN
El último viernes de febrero, Tommen College jugaba la final de la liga escolar contra el instituto rival Kilbeg en nuestro campo.
Era uno de los pocos partidos en casa que quedaban de la temporada, así como un prestigioso trofeo, por lo que todas las clases fueron invitadas a asistir para apoyar a su equipo.
Según Ece, esa liga no era tan importante ni lucrativa como la copa que se jugaría el equipo el próximo mes, en Donegal, pero seguía siendo un bonito trofeo, y a Tommen le encantaban los trofeos.
No llevaba mucho tiempo allí cuando me di cuenta de que lo que mi padre había dicho acerca del centro, que era un instituto pretencioso donde se juega al rugby, era cierto.
Era evidente que todo giraba en torno al deporte.
Personalmente, habría preferido estar en un millón de sitios distintos que viendo a los corpulentos chicos de Tommen haciendo placajes a los corpulentos chicos de Kilbeg, pero la vida tenía extrañas formas de fastidiar a la gente.
Envuelta en mi abrigo más grueso y un gorro de lana, me senté entre Dicle y Ece, que vestía nuestros colores, agradecida de haber conseguido un asiento en las gradas.
Cientos de otros estudiantes tuvieron que quedarse de pie a ambos lados del campo. Aunque a ninguno de ellos parecía importarle estar bajo la lluvia torrencial.
Estaban demasiado ocupados gritando y animando a nuestro equipo sénior de rugby.
A los diez minutos de partido observé de primera mano a qué venía tanto alboroto con Ferit Korhan.
Literalmente sentía la electricidad crepitando en el ambiente cuando la pelota estaba en sus manos, y por los gritos, también lo sentían los demás.
Parecía estar como pez en el agua cuando estaba en el campo, y cuando le pasaban el balón... Ocurría la magia.
Sucedían cosas hermosas.
Era tan alto que parecía un contrasentido que fuera de pies tan ligeros.
Era ancho y fuerte, robusto y musculoso.
Pero también era ligero y ágil.
Era casi como si bailara alrededor de sus oponentes con un elegante movimiento de piernas y ágiles quiebros.
El ritmo que llevaba era una locura, así como la velocidad a la que podía correr.
Era increíble.
Podías ver moverse los engranajes de su cerebro cuando analizaba cada jugada, pase y ataque con precisión experta.
Era un jugador inteligente con buen ojo para interceptar las jugadas y una disciplina digna de admirar.
No parecía importar cuántos placajes le hicieran u oponentes lo cubrieran, y era claramente el objetivo de todos ellos, porque lograba mantener la calma.
Con la de golpes que recibía, agresiones físicas, y simplemente se levantaba y seguía corriendo.
Estaba impresionada.
Me fascinaba la forma en que se movía por el campo.
«Con razón todo el mundo habla de él», pensé para mis adentros.
Claramente estaba muy por delante de los chicos con los que jugaba y me pareció que merecía estar en un equipo más prestigioso.
Si ya jugaba así a los diecisiete, no podía ni imaginar lo que haría en unos pocos años.
—¡Sí, Akin! —vitoreó Ece, distrayéndome de mis pensamientos, cuando su hermano, el número diez de Tommen, pateó la pelota por encima de la línea de banda. El balón tocó los dedos del rival antes de salir del campo—. ¡Sí! —ululó, levantando un puño en el aire—. ¡Buen trabajo, muchachos!
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Teen FictionSu primer y último amor verdadero siempre ha sido el rugby. O eso pensaba Ferit Korhan Hasta ahora. Él quiere salvarla. Ella quiere esconderse. Ella está dañada. Él está decidido. El destino los unió. El amor los ata.