POV FERIT
No pude disfrutar de la victoria ni celebrarla sinceramente con el equipo porque estaba de mal humor.
De mal humor por algo que no lograba ubicar.
Tras rechazar las innumerables botellas de cerveza que me ponían en la cara, me senté cabizbajo en el sofá de la sala de estar de Akin, con el trofeo al mejor jugador apoyado en el cojín a mi lado y mi medalla por haber ganado colgada del cuello, a esperar el momento de poder escabullirme, conducir hasta casa y sumergirme en un baño de agua con hielo.
Era mi deber estar con mis compañeros de equipo después de una gran victoria como aquella.
Era el capitán, así que se suponía que debía dirigir las celebraciones.
La música sonaba a todo volumen desde el estéreo que había en el rincón, y supe que tendría toda la noche en la cabeza el estúpido bajo de «I'll Fly with You» de Gigi D'Agostino.
La casa estaba llena, entre los chicos y la gente de la escuela, y todos bebían, comían y bailaban.
En lugar de unirme a la fiesta, me estaba poniendo hielo en el muslo —porque ponérmelo en las pelotas no sería socialmente aceptable— mientras comía a desgana un trozo de bistec que la madre de Akin, Sinead, me había hecho a la plancha y pensaba en una chica que parecía haberse alejado de mí lo más rápido que había podido.
Eso era todo.
Todos los demás bebían y se divertían, mientras yo reponía proteínas en mi organismo y me volvía loco por una chica.
¿Era así como te sentías cuando te rechazaban? Si era así, daba un asco de la mierda.
Nunca sabré qué me hizo acercarme a Seyran, pero todo el mundo gritaba a mi alrededor y tenía a la multitud encima, así que necesitaba un respiro, y la vi parada allí, toda ojazos y sola, y algo se me removió por dentro.
En ese momento había tenido sentido ir a hablar con ella.
Porque no quería que estuviera sola.
Porque apenas había podido concentrarme durante el partido, sabiendo que me estaba mirando.
Porque cuando se dio la vuelta para irse, mis piernas se movieron por voluntad propia, desesperadas por detenerla.
«Puedo llevarte a casa cuando tengas que irte».
¿Qué carajos?
Es como si le hubiese gritado «Quiéreme, quiéreme, joder» a la chica.
Me sentía como un imbécil de campeonato.
¿En qué estaba pensando al invitarla a la fiesta?
Peor aún, ¿en qué momento se me ocurrió que diría que sí? Yo era un extraño con pretensiones para ella.
Joder.
Estaba tan decepcionado conmigo mismo...
Me había ido tan bien, tan jodidamente bien, durante dos meses enteritos en mis intentos de alejarme de ella.
No había podido quitármela de la cabeza, pero, maldita sea, estaba manteniendo las distancias. Un subidón de adrenalina por la victoria y voy y la cago.
Peor que cagarla, la arrastré a hacerse una foto conmigo.
Y ella parecía aterrorizada...
—¿Estás bien, amigo? —preguntó Fuat, hundiéndose en el sofá a mi lado.
Gruñendo a modo de respuesta, me saqué el cojín que tenía a la espalda y me lo puse en el regazo para cubrir el morado que se extendía por mi muslo derecho.
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binding 13
Teen FictionSu primer y último amor verdadero siempre ha sido el rugby. O eso pensaba Ferit Korhan Hasta ahora. Él quiere salvarla. Ella quiere esconderse. Ella está dañada. Él está decidido. El destino los unió. El amor los ata.