Un día pacífico en el desierto

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Hisui me miró con una sonrisa triste, la verdad es que él ya sabía, pero quería que le desmintiera, nadie se vuelve loco ni desesperado por proteger algo sólo a alguien muy querido y apreciado.

Lo poquito que pude entender de los pocos encuentros que tengo con las divinidades es que por razones que no pude descubrir, Mayo, o mejor explicado, Ein fue creado como última medida para salvar el tesoro, y digo última porque sé que al menos para mi ama, la sola idea de confiar en los humanos era insensato y estúpido, pero creyeron que que era la mejor forma.

No obstante, hubo un error de cálculo, se necesitaban mínimamente siete guardianes, por eso tenían números, cuyas amas murieran de forma natural y que tuvieran un fuerte instinto materno, sólo esas dos, parece ser que ninguno se dio cuenta que estar con el estigma de la muerte sería increíblemente difícil cumplir dos requisitos simples.

Al ser una creación de la muerte, sí o sí, tenían que tener afinidad con Sia-sama, pero eso las convertían en mujeres fatales que atraían lo peor de la humanidad, luego resultó que si utilizaban demasiada magia, Ein no las recordaba en lo absoluto y tampoco desarrollaba una personalidad que era lo que querían para proteger lo que sea que estaban defendiendo.

Que Ein tuviera personalidad era importante, no sé por qué, pero era importante. La prueba fue cuando yo, quien fue la única que odiaba la magia de entre todos mis antecesoras y me negaba a usarlo, morí, él se negó a tomar otra maestra. Como un niño que hace un berrinche, se negó obedecer a sus creadores y lloró a gritos que me trajeran de vuelta. Las divinidades se lo concedieron y esta vez él apareció delante mí; aparentemente cuando Ein aparecía era porque un suceso muy importante relacionado con la muerte estaba tomando lugar en la vida de la sacerdotisa.

Yo no tuve eso por eso nunca lo conocí en mi vida anterior, aparentemente Ilsa fue una de las sacerdotisas más jóvenes porque ella causó la muerte de su hermano sin intención, no creyó que su hermano fuera tan débil o mejor dicho pensó que la muerte sucedía como una ceremonia sagrada, fue un shock para ella entender que la muerte era natural.

Ein desde entonces estuvo a su lado, en un principio adoptó la forma de un rey-pescador, pero luego fue de un cuervo para que le tuvieran más miedo. Fue una sorpresa por las poquísimas memorias que Mayo tenía de Ilsa, descubrir que Ilsa respetaba a los carroñeros, los consideraba fieles sirvientes de la diosa de la muerte que demostraban que hasta la muerte tenía sentido. Luego porque quería ver un mar de sangre, llamó a Ein: "Mares" porque su sueño era crear mares de sangre para ofrecérselo a su ama.

... Esa mujer no tenía tornillos, el príncipe basura es un héroe por tolerarla y ponerle riendas, yo terminaría con un ataque al corazón de lidiar con tanto estrés.

- ¿Qué sucede?

- ... Tu madre nombró a Ein, Mares-él me miró sin entender-Porque deseaba crear mares de sangre para consagrarselos a Sia-sama, ella creía que era un honor y deber de su parte hacerlo.

- ... Mi madre nunca será tu suegra-me consoló él al darse cuenta que me sentí mal por haberme alegrado que Ilsa haya fallecido porque así no estaba obligada a tratar con ella- Tranquila, no es malo pensarlo ni desearlo porque mi madre era... una favorita de la diosa del amor.

Era una forma ambigua y cortés de decir que estaba demente y loca, en cierto modo su amor por la guerra tal vez podría ser admirado por el templo aunque lo dudaba. Suspiré, mientras él seguía acariciando mi mano. Nos quedamos así durante un tiempo en completo silencio y calma, hasta que Mayo que estaba en un sofá, se levantó para caerse, ambos nos movimos asustado, pero él simplemente escaló la cama para caminar hacia nosotros.

- ¿Qué eres?-le reproche Hisui en una voz inusualmente cariñosa-¿Un niño malcriado?-Mayo le lanzó una mirada desafiante-Simplemente di que te sientes solo, fool.

Mayo se subió a mi regazo para abrazarme, Hisui suspiró para acariciarle la cabeza. Él cerró los ojos mientras yo tatareaba algo para él.

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No fue sino hasta cinco días después del resultado del juicio que recién me atreví a salir del palacio, según Yuri, que se enteró por Aldeus (aparentemente Yuri quería saber cómo iba a progresar el día, lo mandó para que luego le contara) que la ira y las lágrimas del monarca fueron repulsivas e impresionantes. No creía que nadie se vaya a olvidar  jamás, es más estaba convencido que lo pondría en una canción para los trovadores.

Sabiendo que a los nobles y más aún a la realeza, les obligaban a controlar sus emociones bajo control, la rabieta del sultán debió ser un espectáculo sin precedente en la historia del reino. Fue buena idea que respetara las costumbres del lugar y no insistiera en estar ahí, de acuerdo a Hisui, podría haberme convertido en objetivo de la rabia del monarca.

Le pedí a Mao y a Yuri que me acompañaran, pronto nos iríamos y quería hacer unas compras ante de volver a casa, al fin y al cabo nunca volvería aquí. Aún recordaba claramente como Raj había intentado estrangularme, no lo había conseguido gracias a Hisui, sin embargo, el recuerdo seguía vivido en mi memoria. Era horrible.

-... Majestad, usted... es...-las palabras se le trababan a Mao.

- ¿Hice algo malo?-inquirí al verla tan perpleja.

- No se preocupe, alteza-repuso Yuri sin dejar de sonreír con arrogancia-Es sólo que sus hábitos de compra la han dejado anonadada, probablemente nunca ha visto a alguien así en su vida, menos ha tenido el honor de servirla.

Miré a la gente de alrededor, me miraban atónitos, tengo el dinero para comprarme medio reino si lo deseaba, así de infinita riqueza tiene Budapest. Yo no necesito tener consciencia para comprarme dinero, lo que me gusta porque no soy ninguna santa, me gusta la riqueza y el dinero, muchísimo.

Incluso en mi vida anterior, añoraba la plata, a pesar de ser miembro de los Baskerville no se me permitía controlar mi mesada, así que cuando veía cualquier moneda ya sea de cobre, plata u oro, de inmediato me apoderaba de ella porque sentía que era mía y de nadie más. Para evitar que me roben, solía esconderla en los candelabros de mi habitación porque rara vez los limpiaban.

Miré las monedas de oro que tenía en mi mano, luego observé a mi alrededor, los mercaderes literalmente tragaban saliva al verme, estaban listos para preguntarme cualquier cosa que yo preguntara, había gente que examinaba a mis guardias y se preguntaba si valía la pena asaltarme para robarmelas, no faltaba los mendigos que intentaban evadir mis guardias para rogarme que les dé dinero.

Y eso... era sólo cambio de bolsillo para mí, parece insignificante este momento tan trivial, pero para mí que viví todo el tiempo pensando que me moría aunque fuera por una moneda de plata para tener la seguridad que podría sobrevivir si algo pasaba era risible.

Me parecía una burla del destino, pero me encogí los hombros ¿Y qué? Vivía en mayor riqueza de los Baskerville (que era mucho decir) no tenía por qué angustiarme de mi pasado, aunque de vez en cuando viniera a mí recuerdos desagradables e hirientes. Tenía que vivir en el futuro ahora.

Me la pasé muy bien ese día.

La elegida de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora