Siempre, pero siempre debes pensar antes de actuar

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Por órdenes del emperador, la residencia del precipicio ha sido arreglada para que nos quedemos por un corto tiempo mientras se resuelven los asuntos de la corte. Mientras viajamos en el carruaje, la princesa Amelia se duerme en el hombro de su marido.

- No la despiertes-me interrumpió en mis pensamientos, mi amo-Amelia sufrió mucho en nuestros viajes, no quiero que se estrese.

Joseph es muy considerado de Amelia, tal vez me digan que es normal porque fue ella quien lo salvó y siguió a todos lados además que jugo un papel importante en la victoria a Hungría y Laitia, pero a mí me sigue pareciendo anormal tanta atención a su mujer.

- Por cierto-dije en un intento de tener conversación-¿Cuál es la comida favorita de Amelia-sama?

- A Amelia le gusta los dulces y cosas fritas-replicó él pensativo- Parece que le gusta la comida de mar en especial calamares y pulpos aunque también le gusta el salmón.

- Puedo preparar postres para ella, la bonanza del mar deberá esperar un poco para que su alteza pueda comer-comenté pensando en los postres que podría preparar.

- No tuve tiempo de preguntarte, pero ¿Qué hizo exactamente Chen luego de que logré escapar?

- Un escándalo señor-repliqué-En primera instancia Chen juró que atraparía a Amelia y la haría sufrir un infierno, murmura muy detalladamente lo que haría con ella-noto como su manos se aprietan tanto que veo sus venas-Sin embargo a medida que pasaba el tiempo sin encontrarlos ya sean vivos o muertos, empezó a desesperarse, cometió el grave error de mandar a sus fuerzas principales a la capital ya que apareció un hombre vendiendo cabello fucsia. Fue una excelente idea ir al norte, alteza y esconderse en los soldados mestizos-le elogié sinceramente ya que a mí no se me hubiera ocurrido.

- No es mérito mío, fue Amelia quien sugirió que fuéramos ahí, ella fue quien me proporcionó la habilidad de teñir mi cabello sin magia y como no mostraba mis verdaderos ojos en más de una década, fue fácil pasar desapercibidos.

- Ojos aguamarina y cabello rubio cenizo son la prueba de la sangre real de Reich-dije.

 - Pero no muchos saben, además mi cabello rubio fue reemplazado por el negro al igual que el de Amelia, los soldados casi nos cogen por los ojos de Amelia, empero no pensaron en que usaríamos tinte para cabello por lo tanto tuvieron que darse por vencidos.

Miré a Amelia quien tuvo esa brillante idea, a diferencia de nosotros, ella no depende de la magia, es una persona que confía solamente en los conocimientos, lo cual me parece raro, si mis instintos no me fallan, esta persona tiene una cantidad de magia descomunal, fuera de los estándares normales.

- Heidi-la voz de Joseph es profunda-Quiero que estés atenta a los Baskerville-¿Los Baskerville?-No quiero saber absolutamente nada de ellos, pero si llega un mensaje de Brittannia demandando ver a Amelia o que solicite una audiencia de ella, elíminalo antes que llegue a sus oídos.

Hay un odio intenso de mi señor sobre esta familia, tengo que rebuscar en mis memorias sobre esta familia, el hecho que esté relacionado con Amelia ayuda porque pronto recuerdo que originalmente Amelia proviene de esa familia.

Por primera vez un escalofrío recorre con disgusto mi espalda ¿Por qué no hicieron nada? Durante los primeros meses que estuve en el palacio busqué cualquier noticia que proviniera de ellos, estaba segura que harían un escándalo y demandarían ver a su hija no por amor; los nobles rara vez actúan con ese sentimiento, sino por reputación, además si es que ella no importara al menos pedirían compensación.

Mi lógica era irrefutable o al menos así lo creía, Amelia vino sin un séquito, ni siquiera tuvo gente de su casa que la despidiera, todo fue del príncipe heredero de Brittannia, su dote para ella fue prácticamente inexistente porque nosotros no demandamos y aunque Joseph había exigido que su prometida cortara lazos familiares, esto no extendería hasta su desaparición donde sería motivo de humillación para su casa.

La elegida de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora