El pesar del archiduque

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Cabello fucsia oscuro y ojos turquesa son los colores que definen Amelia, mordaz y valiente, dispuesta a luchar por lo que desea, al menos esta fue la impresión que tuve de ella, la primera vez que la vi.

Luego de perder a mi esposa por una enfermedad y finalmente la desaparición de mi única hija Letizia, me sumergí en el alcohol y la tristeza, no me importa nada, me sentía inútil, incapaz de proteger las cosas que realmente amaba.

Mi mayordomo desesperado, intentaba protegerme, pero ¿Quién podía protegerme de mí mismo? En su desesperanza, sacó una convocatoria para ver quién me sacaba de mi agujero negro y fue cuando lo conocí.

Peter, un hombre de cabello grises como si fuera viejo, ojos azules cuyos iris tenían forma de cruces, él vino de la nada un día de otoño y le dijo a Jack que había venido a pedir el trabajo y antes de contestar cualquier pregunta, entró en mi cuarto como una tormenta.

- Diosas mías-murmuró al verme en mi estado-¿Cómo quieren que curen a mi paciente si no puedo siquiera diagnosticar? Tú-le dijo a mi mayordomo atontado por su arrogancia-Ven a limpiar a tu maestro y luego me lo traes para que lo sane. Nada de magia.

Nadie pudo oponerse a él, le obedecieron calladamente, me bañaron, me arreglaron y peinaron lo mejor posible, luego me dejaron delante de él que me miró con esos ojos repugnantes.

- Tu mayordomo me contó la historia-dijo lentamente-Primero que nada, es tu culpa-¿Qué?-No sé acerca de tu mujer, pero estaba totalmente en tu poder evitar que secuestrar a tu hija-No lo podía creer ¿No se suponía que debía consolarme?-Arrepientente y demuestra que has aprendido la lección

- ¿¡Cómo diablos quieres que haga eso?!-dije sintiéndome furioso y golpeé la mesa en que tenía el set de té-¡Si...!

- No digas si pudieras lo harías, todavía tienes dos adorables niños ¿No?-replicó él indiferente bebiendo la taza de té que le sirve-Quieres ahogarte en la depresión olvidándote que todavía tienes dos hijos a quienes criar, eres débil Baskerville.

Lo boté de inmediato de mi hogar, él dijo que volvería en tres días. Admito que sus palabras hicieron mella en mí e intente ocuparme de mis hijos, pero sencillamente no pude, de verdad que lo hice.

Cuando volvió, le conté que lo intentaba, pero no podía, él suspiró y fue donde literalmente me arrastró junto con un guardaespaldas a un carruaje a quien le indicó que nos fueramos a los barrios bajos.

- ¡¿Cómo osa llevarse al archiduque a un lugar tan peligroso?!-gritó mi guardaespaldas molesto.

- Porque es todo lo contrario-contestó él, lo miré sin comprenderlo-¿Quieres redimirte?-Asentí con todas mis fuerzas, no deseaba más que ello-La respuesta más fácil es que te ocupes de tus hijos, pero eso te causa dolor porque sabes que deberían ser tres en vez de dos, por lo tanto te daré la respuesta sencilla a la vez es la más difícil de todas.

Llegamos al peor barrio de todos, el doctor nos botó, me miró directo a los ojos en que por un momento pude jurar, las cruces giraban en dirección contraria a las agujas del reloj.

- Busca una niña que te recuerda a tu hija-¡¿Qué?!-Pero al mismo tiempo debe ser muy distinta a ella, si tu hija era alegre, inocente, traviesa, despreocupada y llena de vida. Busca a una que sea seria, mordaz, cauta, responsable y que en ve de traer a vida, parezca traer la muerte. Una que creas que es parecida a tu niña, pero al mismo tiempo sepas que es un ser completamente diferente a Letizia.

Era la primera vez que él mencionaba el nombre de mi hija, él cerró la puerta y ordenó al cochero que condujera. Me quedé solo en un barrio donde era normal la violación, el robo, el asesinato, etc. Mi hija nunca estaría aquí, jamás le hubiese permitido poner un pie acá.

La elegida de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora