Ah... ahora sí, estoy furiosa.

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Me he comprado un chal blanco con bordados negros, de acuerdo a las mujeres de la región, los chales blancos están para que los usen las mujeres solteras en tiempos de crisis, pero el bordado negro indica que tengo una enfermedad que me impide estar casada, así esperan que ningún varón me importune.

Me he cubierto bien, hago todo lo posible para parecer humilde, gracias al entrenamiento extremo de Mayo, nadie duda que sea una habitante de Laitia, porque mi laitano es perfecto, napolito y Venezia es prácticamente la misma que estudié en la Gran Biblioteca, así que me es fácil ubicarme.

Visito los barrios bajos con la excusa de estar preguntando por mi maestra aunque en realidad recolecto información sobre el nuevo sacerdote y como sucedió la plaga, de acuerdo a las personas, cada domingo una misa que preside el sacerdote. Estoy impaciente por saber cómo sermonea el hombre.

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Geezero se llama el sacerdote lo que me parece gracioso porque su nombre suena a Geezer que en inglés significa a vejestorio que es un insulto, estoy en el medio ni muy adelante ni muy atrás, justamente en el medio y tratando de pasar desapercibida.

- Las diosas se lamentan de la falta de devoción de los humanos, se sienten humilladas al ver que sus seguidores no siguen lealmente sus enseñanzas... el ser humano y especialmente la mujer debe restringirse de los placeres mundanos y convertirse en un ser que solo obedezca al varón...

Sinceramente no escuché más después de eso porque tuve que controlar mi ira, está bien que diga eso, pero que diga que las diosas se lamentan de eso es la peor mentira que existe, ni siquiera Ying que es uno de los pocos imperios que permite la poligamia y exige la sumisión de la mujer diría que las diosas quieren eso, ellos simplemente lo ignoran convirtiéndose en uno de los países más paganos que existen.

No es hasta que recibo un codazo que me doy cuenta que la misa acabado, rápidamente presentó mis respetos y oro ante las diosas, para retirarme rápidamente en silencio.

- Espera-Geezero se dirigió a mí con una plácida sonrisa, hice una reverencia-No la conozco ¿De dónde viene?

- Soy de Laitia-respondí suavemente-Sin embargo me fui de Laitia para trabajar de profesora en Brittannia.

- ¿Oh? ¿Tan lejos? ¿Por qué?-inquirió él suavemente.

- Para ganar dinero-contesté con una sonrisa cortés-Como ve por mi velo, no puedo casarme, soy estéril-sus asistentes abren los ojos sospechosos de mí-Nací en una familia pobre, sufrí de paperas, gracias a las diosas que se compadecieron de mí , sobreviví, mas perdí la gracia de ser mujer-la gente se calma un poquito-mi profesora quien me salvo, me dijo que debía ahorrar dinero hasta cumplir treinta años.

- ¿Para qué?-quiso saber él.

- Tal vez, solo tal vez, las diosas iluminarían el camino de los curanderos y doctores y habría una cura para mi in fertilidad y podría casarme de lo contrario, utilizaría ese dinero como mi dote para entrar al monasterio y dedicarme a la oración.

- Una sabia decisión-musitó un asistente-Las mujeres deben aferrarse a dar luz hasta el último momento de acuerdo al decreto de las diosas de lo contrario son impías.

El sacerdote sonrió, pero pude ver en sus ojos lo contrariado que estaba, él quería ponerme en un aprieto, sin embargo mis acciones eran vistas como virtuosas ante los ojos de las diosas que él mismo proclamaba obedecer, este hombre me resultaba repulsivo.

- Que las diosas te bendigan, niña.

- Muchas gracias sacerdote, espero que las diosas sigan iluminándolo por el camino que usted escogió.

La elegida de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora