Una danza erótica llamada amor

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MENORES DE EDAD, RESTRINGIRSE DE LEER, ESTE CAPÍTULO CONTIENE LEMON Y SMUT.

AHORA SIN MÁS RETRASO, A LA HISTORIA.








La primera vez que me di cuenta que confiaba en Amelia por completo fue cuando dormí en su regazo, desde que mi madre murió siempre llevaba una daga o espada cerca de mí, cuando tenía sexo con alguna de mis "amantes" nunca perdía de vista mi arma o las acciones de esas féminas, siempre atento ante la posibilidad de que me clavaran un cuchillo en mi espalda.

Heidi intentó incentivarme al sexo de poco a poco, empero a veces se sobrepasaba y yo lo encontré repugnante, su motivación fue que de acuerdo a ella, tanto como mi madre y mi tío sufrían de ausencia de libido. Me enteré cuando tenía dieciocho, que cuando mi madre se casó, se encerró todo un mes con el emperador que estaba encantando pensando que finalmente la tenía, sin embargo apenas mi madre se embarazó, ella se desentendió de él.

Soy mayor que Giovanni y Beatrice por tres meses, cuando nací, mamá pensó en seducir al emperador de nuevo para darme una hermana con la cual casarme, no obstante la sola idea de dormir con el emperador le repelía, además no había garantía que me diera una niña, por lo tanto cuando Beatrice nació, se alegró pensando que podría pedirle a su hermano una novia para mí.

Así que no volvió a estar con el emperador, de acuerdo a Heidi tanto como Ilsa y el príncipe basura sienten repulsión al sexo y no lo practicarían a menos que fuera para tener niños que es lo que pasó. Mi padre se enfureció por aquella actitud y la ignoró, a mi madre no le importaba porque creía que su posición estaba asegurada por tenerme, craso error.

Aprendí como soldado que uno puede soportar el hambre, la sed, el frío, y hasta la fetidez humana, no obstante no puede soportar la soledad, necesita aunque sea un reemplazo o una imitación barata, es por eso que los burdeles son muy solicitados cuando hay soldados, si no la hay, los hombres fuerzan a las pobres mujeres en guerra a servirlos.

En tiempos normales, los hombres necesitan asegurar su autoridad sobre las mujeres, así que las violan, en tiempos de guerra, están desesperados por cualquier contacto cálido aún cuando este se les niegue, así que violan. No hay opción óptima a esto, mi primera chica fue una cortesana de lujo que Heidi arregló para mí.

Estaba en pleno acto cuando sentí asco y miedo, rápidamente me aparte de ella sin entender por qué esa sensación pegajosa se quedaba pegada a mi cuerpo, me fui sin dar ninguna explicación, mi niñera no entendió que era lo que me disgustaba ¿Tal vez se debía por qué no era una virgen? Así que arregló a otra, una virgen para estar conmigo, fue la peor decisión.

La tipa intentó matarme, gracias a mi primera horrible experiencia escapé y la desfiguré antes que el burdel la ejecutara, desde entonces, me niego a estar con vírgenes porque su inocencia no puede ser fingida y es difícil descubrir engaño en ellas. Debo admitir que a pesar de todas mis precauciones, me dejó marcado, no permito que ninguna entre a mi casa, siempre debe haber algún guardia en la puerta y les guste o no, deben dejarme entrar con mi espada, tampoco duermo con ellas, no les daré oportunidad de apuñalarme, asimismo me niego a comer o beber de sus manos.

La elegida de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora