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Abrió la puerta y al verlo, suspiró con fastidio, pero aún así, lo dejó pasar. Confiaría en lo que Cecilia le había dicho el día anterior.

—¿Qué quieres, Caelan?

—Despedirme, estoy por irme del pueblo... Volveré cuando la niña esté por nacer.

Ella asintió con la cabeza, sin querer realmente mirarlo.

—Lamento todo el daño que te he causado, sé que de nada sirven mis disculpas ahora, pero al menos quiero que sepas que jamás fue mi intención herirte. No me casé contigo por eso motivo, no fue como con las demás omegas a las cuales me he unido antes, no lo hice para dañarte.

—De acuerdo.

—La casa de en frente la terminaré, pero no viviré allí como tenía planeado. Creo que Cecilia va a alquilarla, o venderla, no quiso decirme que va a hacer con ella.

—Está bien.

Caelan la observó, afligido.

—Mantenme al tanto del embarazo, y llámame si llegaras a sentir que algo no va bien. Mi hija me importa mucho aunque no lo creas.

Melissa asintió con la cabeza, y luego de aquello, el castaño se fue, sólo entonces decidió levantar la mirada.

Su presencia aún dolía, y nada de lo que dijera, iba a mitigar el daño que le había causado.

***

Días después—

—¿Qué se siente ser la cabeza del clan más importante del país? Y más aún, siendo mujer —pronunció divertido—. Tu nombre resuena en cada rincón del mundo, todos hablan de la gran líder Cecilia Wildwolf, una mujer fuerte, de esbelta figura, mirada gélida y postura intimidante. Todo un reto para cualquier macho que intentó acercarse.

—¿Qué se siente ser igual que todos los demás machos que tuve en frente? —le inquirió indiferente—. No sé que quieres aquí, Lyam, pero habla rápido, tengo una reunión en quince minutos, y si acepté tu visita, fue simplemente por cortesía.

—Que dura eres —sonrió con diversión—. No esperaba menos del iceberg de Wildwolf.

La rubia frunció el ceño, realmente perdiendo la paciencia, y al ver aquella expresión, Lyam supo que los minutos que le había otorgado, comenzaban a correr muy rápido.

—Los Blackblood quieren hablar contigo, dicen que tienen un trato que podría beneficiar ambas familias.

—No me interesan, no tienen nada que yo pueda querer.

—Deberías escucharlo y luego decidir si es así o no.

—Conozco sus territorios, y sus posesiones, no hay nada que a mí me interese o beneficie para realizar un negocio.

—Ellos saben dónde está Dylan.

Al escuchar aquel nombre, su semblante cambió.

—¿Qué?

—Es lo que me han dicho, no sé si sea cierto o no, es muy difícil sacarles información, pero me aseguraron que tienen información de él.

—¿De qué me sirve su palabra? No son confiables, y no por pronunciar su nombre, o conocer lo que ocurrió, ellos-

El muchacho la interrumpió, enseñándole la foto que tenía en su celular. En el mismo, se veía un muchacho de unos veinte y tantos de años, cabello color miel y ojos celestes, mirando hacia el frente, mientras al parecer, estaba escuchando a alguien, ya que se veía atento.

Cecilia miró su rostro, sus rasgos, y sus ojos claramente expresaron lo que aquella foto le estaba afectando.

—Fue la única prueba que me dieron de que es real lo que dijeron.

—¿Y qué se supone que quieren?

—No me lo han dicho, su representante quiere hablar personalmente contigo.

La rubia cambió rápidamente su expresión por una seria, y asintió levemente con la cabeza.

—De acuerdo, dile a Michael que lo espero a las ocho en mi oficina.

—Am no, él no es el representante real de la familia de los Blackblood, o sea —se corrigió rápidamente—. Ante la sociedad, Michael está a cargo de los negocios y tratos financieros, pero ésta vez no se tratará de él. El verdadero cabeza de la familia quiere hablar contigo.

—¿Y quién se supone que es?

***

Entró al local que en cuestión de semanas sería su propio negocio, su pastelería, y observó asombrada todo lo que allí adentro ya había. Y lo que faltaba aún llegar.

Habían algunos muebles, estanterías, sillas y mesas embaladas. Y en la parte de la cocina, ya todo estaba equipado para que ella pudiese comenzar a hornear sus pasteles, sólo faltaba terminar de pintar algunas paredes y colocar los cerámicos.

"—Píntalo cómo quieras, ponle el nombre que más te guste, y decóralo a tu manera. Este lugar ahora es tuyo, te pertenece, y puedes hacer lo que quieras con él. Si la pastelería no funciona, entonces emprende de otro modo."

Llevó una de sus manos al bolsillo del pantalón y tomó la llave del local que Cecilia le había dado hacía unos días atrás, sintiendo que sus ojos se cubrían de lágrimas.

Era la primera vez que tenía algo suyo, y que alguien como ella, una simple Omega, sería propietaria de su propio negocio.

Respiró profundo y se secó las lágrimas, para luego acariciar suavemente su vientre pequeño.

—Sé... Que el comienzo no fue fácil, que enterarme de que serías una niña no me puso feliz al comienzo, que tuve muchas dudas, pero... Todo va a estar bien ahora, hijita, todo va a estar bien.

Le daría lo mejor a su pequeña, y sería una mujer libre y fuerte, Omega o alfa, su hija haría la diferencia.

***

Conducir por la autopista en medio de la madrugada le ayudaba a pensar un poco, a acomodar sus ideas, pensar en su futuro... A recordar también todos los errores que había cometido en su vida, y lo malo que había sido para tantas personas.

Había dañado la vida de tantas omegas en su juventud, que sabía que lo estaba pasando ahora no era nada comparado a lo que debería estar sufriendo.

El lazo con Mar imposible, la pérdida de su bebé, su fracaso matrimonial gracias a él, y ahora no poder estar presente en el desarrollo de su hija.

Sí, la vida le había dado la oportunidad de mejorar como persona, de formar una familia y sentar cabeza, de finalmente demostrar que podía ser un hombre de bien, pero como siempre lo había arruinado.

Mar jamás sería suya, Melissa nunca lo perdonaría, y su hija crecería en un hogar disfuncional con padres separados.

Los años habían pasado, y él seguía siendo la misma porquería de siempre.

...

MelissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora